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Intolerancia,26

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CAPITULO SIETE

Apenas tuvo conocimiento del ataque al hotel en Turquía, Ruth se había dirigido al aeropuerto para tomar el primer avión que la llevaría al lugar de los acontecimientos.

Por suerte, cuando ella se había negado a atenderle al ver lo inminente de una boda que no podía detener pese a sus intentos, súplicas, explicaciones y hasta órdenes, Seba le había dejado un mensaje en el contestador,  indicándole no sólo el lugar donde irían de luna miel, sino hasta el nombre del hotel, Las Palmeras en la playa de Fethiye.

Uno de sus compañeros de trabajo se ofreció a llevarla y permaneció a su lado hasta que embarcó. Trataba de que no pensara sobre esos acontecimientos. Para ello, sólo se le ocurrió contarles chistes y hacer algunos comentarios sobre medicina, pero él mismo no podía dejar de pensar que pasaría si fuera él, el que se hallara en su lugar. Los últimos años de Ruth habían sido muy duros, ya que nunca pudo reponerse de las pérdidas sufridas. Si algo más volviera a sucederle, seria verdaderamente catastrófico y definitivo para ella. Conociéndola como la conocía después de haber trabajado varios años juntos, sabía que no podría seguir adelante con su vida si algo le llegara a suceder a Sebastián.

Era una compañera de trabajo con la que había tenido algún encuentro sexual después de que enviudara y él la apreciaba mucho. Si estuviera en su poder abandonar por unos días el trabajo y acompañarla, lo hubiera hecho sin dudar, pero el hospital ya se resentiría demasiado con la imprevista ausencia de ella, como para agregar una nueva.

La vio partir, envuelta en una zozobra imposible de ocultar.

Ruth no quería pensar en nada. Trataba de poner su mente en blanco imaginando en el momento en que se reencontraría con su hijo. Lo primero que haría sería pedirle perdón por haber sido tan intolerante y no haberlo comprendido. En estos momentos de angustia, Ruth se reprochaba no haber asistido a la boda.

–Cómo he podido olvidar que es lo único que me queda en la vida? Cómo pude no comprender que el amor es más fuerte que muchas otras cosas en la vida y que a veces nos ciega lo suficiente como para anteponerlo a la religión? Cómo no comprendí que si la decisión estaba tomada, nada ni nadie podría modificar las cosas. Yo tendría que haber apoyado su amor. Cómo pude faltarle en ese día tan importante en la vida de una persona?

Es mi único hijo vivo y ella la mujer que él eligió. Qué derecho tengo yo para interponerme en sus caminos? El no dejará de ser judío por haberse casado con una protestante, ni ella dejará de serlo por haberse casado con un judío. El hijo que en algún momento tendrán y que fue la causa de todos mis desvaríos, tendrá tiempo en su adultez de elegir libremente ser judío o ser protestante tal, como   inútilmente había intentado hacerle comprender Gladys en su momento.

Quién era ella para designarle una dirección unilateral? Cada persona cree en su religión y piensa que es la única que vale y hoy, ante el miedo en el que me encuentro inmersa, me doy cuenta que la familia es lo más importante en la vida y yo le fallé, cuando debería haber sido la primera en apoyarlo y comprenderlo. Claro que me hubiese dolido profundamente que mis nietos no fueran judíos! Pero si así lo designara la vida, cómo puedo ser tan intolerante y oponerme a ella? Todo lo que espero es que Dios lo mantenga a salvo y con vida y que, algún día, pueda perdonarme por el gran error que he cometido. Pero que tonterías estoy pensando- se dijo haciendo un gesto con su mano como para apartarla de su mente – seguro que está a salvo y que Dios lo esta cuidando-.

Que ironía tiene el destino! - seguía pensando sin parar saltando de un pensamiento a otro. – Cuando mi cuñado nos insistía que nos viniésemos a vivir a Israel, yo me oponía porque pensaba que era un lugar peligroso para vivir. Y la vida me demostró que no hay un lugar peligroso. Que en el lugar más pacífico, un simple accidente nos puede arrebatar la vida y que, todos los lugares del mundo, son igual de peligrosos en estos momentos tan difíciles que nos toca vivir a todos los seres humanos.

La intolerancia humana nos lleva a vivir estas situaciones. Situaciones que no tienen ninguna explicación, ninguna razón de ser. Qué es lo que lleva a algunos seres humanos a perpetrar este tipo de ataque? Porque aunque no lo disculpe, puedo entender que alguien quiera vengarse de una persona determinada y, aunque no tenga ningún derecho, le quite la vida.

Pero esto? Qué es esto? Es un ataque a cualquier persona de cualquier edad, sexo o religión, en cualquier lugar de la tierra. Qué cosa se quiere demostrar con esto? Qué cosa se quiere arreglar? Qué cosa se quiere conseguir u obtener? Esto no puede llamarse venganza. De ninguna manera. Y mucho menos, tampoco puede llamarse justicia. Entonces cómo puede llamársele a actos tan vandálicos como estos?

No lo se. No creo que exista una palabra que los justifique o que los pueda designar.

Continuó con estos pensamientos hasta que oyó al capitán de la aeronave anunciar la llegada al aeropuerto. Se ajustó el cinturón y enderezó su asiento. Pronto estaría abrazando a su hijo, tratando de conseguir su perdón.

Terminados los interminables trámites aeropuertarios tomó un taxi y se dirigió al hospital.

Apenas ingresó, miró hacia todos lados hasta encontrar la recepción. Se dirigió allí con paso presuroso. El corazón le latía apresuradamente. No quería pensar, pero no podía evitarlo. Se dirigió a la recepcionista para preguntarle por su hijo.

-Sebastian Hoffman? le volvió a inquirir la misma buscando con cuidado en la lista que tenía frente a si.  - Lo siento, no lo tenemos ingresado. Quien está ingresada con ese apellido es Tatiana Hoffman, no se si será familiar suyo también.

-Es su esposa- contestó Ruth – Podría hablar con ella por favor? Se lo suplico.

-Aguárdeme un momento por favor- le contestó la recepcionista –Veré si esta disponible- dijo a la vez que llamaba a la sección de enfermería para preguntar por la paciente. –Lo siento, en estos momentos está descansando y no se la puede molestar. Me acaba de informar la enfermera que ha estado muy nerviosa desde su ingreso y que por fin se ha quedado dormida-.

-Podría hablar con el médico a cargo de ella? Tal vez le haya contado algo a él antes de quedarse dormida- le suplicó Ruth.

-Aguárdeme un instante- dijo al tiempo que volvía a llamar a la sección de enfermería para preguntarle si lo que pedía Ruth era posible. –Lo siento señora, el médico esta muy ocupado. Es que el personal en su totalidad lo está. Lo que puedo ofrecerle es a un voluntario. Como no damos abasto con el personal, puesto que todo esto nos ha desbordado, hemos necesitado recibir la ayuda de voluntarios que acompañan a los familiares y enfermos en todo lo que pueden. Me dice la enfermera que su nuera habló con uno de ellos antes de dormirse. Quiere hablar con él?-

-Por supuesto que quiero, por favor. Necesito saber donde esta mi hijo. Y cualquier persona que pueda ayudarme será muy bienvenida- dijo con los ojos llorosos Ruth –dígale a esa persona que quiero verla.

Pocos minutos después se acercó a ella un jovencito que no tendría más de veinte años con una sonrisa en los labios. –En que puedo ayudarla Señora? Estoy a su disposición para lo que necesite y pueda hacer-.

-Hola. Que jovencito eres!- dijo asombrada Ruth -Espero que puedas decirme algo sobre mi hijo. Se llama Sebastián Hoffman. Me dijeron que estuviste hablando con mi nuera antes que se durmiera. Su nombre es Tatiana.-

-Por supuesto- respondió con una inmensa sonrisa el joven – la jovencita embarazada que estaba buscando desesperadamente a su esposo-.

-Embarazada has dicho?- dijo Ruth sobresaltada.

-Oh perdón! Es que es la primera vez que hago una tarea como ésta y desconozco las reglas. Es muy probable que haya hecho un comentario que nunca debí hacer, puesto que no he respetado la privacidad de la paciente- dijo avergonzado el voluntario.- Supongo que van a enojarse bastante conmigo cuando se enteren de este error.

-No te preocupes por eso- le dijo calmadamente Ruth mientras pasaba una mano por su hombro – No se lo contaré a nadie. Te lo prometo. Será nuestro secreto. Ahora cuéntame lo que sabes sobre mi hijo-.

-Lo siento mucho señora- le dijo el joven – le agradezco mucho que no comente con nadie sobre mi error, pero no puedo darle ninguna información sobre él. Su nuera se quedó dormida pidiéndome que la despertara si había alguna noticia sobre él. Hay muchas personas que están ingresadas sin nombres. Muchas están en los quirófanos. Me han comentado que todas las personas que ingresaron inconscientes al hospital, que son muchas, no tenían documentación con ellos, pero ella nos dio la descripción de la ropa y nos hemos fijado en todos los que estaban o habían salido del quirófano pero permanecían inconscientes y ninguno cumplía con esas descripciones. Quedaría por averiguar en……..en…….-

- En dónde? En dónde? Dijo Ruth mientras le aferraba ambas manos. De pronto, dándose cuenta de lo que quería decirle, se llevó ambas manos a la boca y dijo casi en un suspiro inaudible …….no querrás decir en la morgue verdad?-.

-Lo siento señora. Otra vez mi inexperiencia me ha jugado una mala pasada- dijo mas avergonzado que la vez anterior el jovencito.-Creo que no sirvo para estos menesteres. No puedo seguir cometiendo errores tan garrafales. No se como disculparme-.

-No tienes que disculparte- dijo Ruth llorando –tú no tienes la culpa de todo lo que está pasando. Además es natural que si nunca te viste en una situación semejante, no sepas como actuar-.

En esos momentos se oía una voz que venia de la recepción  “-Han liberado la sala que estaba retenida por los guerrilleros. No había ningún rehén dentro. Repetimos a todos los familiares que están esperando noticias. No había ningún rehén dentro-.”

-Parece que es otro lugar donde no está!- dijo Ruth, a la vez que el sollozo le ahogaba las palabras en la garganta.

-Señora- dijo el joven tratando de darle ánimos –me han comentado que muchas personas que sufren un stress como el que se ha vivido en ese hotel, pueden salir del lugar sin tener conciencia de lo que están haciendo y sin saber siquiera claramente quienes son y empezar a vagar sin rumbo. Me dijeron que es una probabilidad que debía explicarle a los familiares cuando no encontraban a la persona que buscaban-.-Lo se- le contesto Ruth- Soy médica y trabajo en un hospital en Israel. Esas cosas pueden ocurrir aunque no son muy frecuentes. Tal vez sea mejor que te haga caso y vayamos a la morgue. Te animarías a acompañarme? No se si podría hacer el recorrido sola-.

-Por supuesto que la acompañaré- dijo el joven no pudiendo evitar la aprehensión que le significaba entrar a la morgue – y le prometo que si Dios quiere y no lo encontramos allí, yo mismo me encargaré de llevarla a recorrer los alrededores para ver si lo encontramos. Dedicaré todo el tiempo que usted necesite y espero de corazón, no cometer ningún error más-.

-Todo lo que estas haciendo en este lugar para ayudar a gente como yo, vale mucho más que cualquier error que puedas cometer. No dejes nunca de ser como eres. No importa cuanto te equivoques en el camino- le contesto Ruth llorando cada vez mas desconsoladamente.

- Sabes lo que más me duele en este momento previo a ir a la morgue? El saber que mi hijo se casó y yo me negué a ir a su boda. Era el único hijo que me quedaba vivo y no fui. Y sabes porqué no fui? Por intolerante. No supe ver el amor de mi hijo. Antepuse mis principios religiosos. Principios a los que él nunca dejó de reconocer, ni hizo intento de rechazar jamás. Me opuse a tener un nieto no judío. Y por eso no fui. Crees que el podrá perdonarme. Y si hubiese muerto?.........Oh Dios, no puedo pensar que esto pueda haber ocurrido!-.

-Recemos juntos, no importa en que religión lo hagamos, para que esto no haya sucedido- le dijo el joven mientras le pasaba un brazo por el hombro – y mientras estemos rezando, entraremos juntos a ese lugar. Preguntaré a un enfermero como hacer para ir allí. Probablemente tenga que acompañarnos-.

El enfermero los acompaño hasta ese frío recinto. Al llegar,  le preguntó a Ruth puesto que era médica, si quería entrar sola o si prefería que él también los acompañase.

-Gracias, el joven que está a mi lado me acompañará en todo momento- respondió Ruth sin dejar de llorar ni un solo momento –vaya usted con los demás que lo están necesitando. Se lo que son estos momentos para el personal de un hospital. No importa cuantos hayan venido a ayudar, nunca alcanzan-.

-Es verdad doctora, nunca somos suficientes. Por suerte gente desinteresada como este jovencito ha venido a ayudarnos- le respondió el enfermero. Su comprometido ofrecimiento nos permite cubrir con mayor rapidez las necesidades. Como habrá visto son todos muy jóvenes, pero por suerte sienten la necesidad de ayudar ante una desgracia-.

-Nosotros estábamos en una clase en la universidad, cuando nos informaron lo que había ocurrido- acotó el joven –Fue el profesor quien nos dijo que íbamos a aprender mucho más ayudando en una situación de emergencia como ésta, que lo que él podía enseñarnos en una clase y ahora, estoy tomando real conciencia de cuanta verdad había en esa aseveración. Creo que hoy será un día que me dejará muchas enseñanzas. Enseñanzas que supongo, jamás olvidaré en el futuro-.

Con esto se despidieron del enfermero y apoyando con más fuerza su brazo sobre el hombro de Ruth, entraron a la morgue. El espectáculo era desgarrador. Se veían cuerpos mutilados, con sus cuerpos y  rostros severamente dañados. Otros, intactos como si no les hubiese pasado nada, excepto una bala en la cabeza que el cabello tapaba casi en su totalidad.

El joven que nunca había estado en un lugar así, sintió que sus piernas le temblaban y por un instante temió no poder ayudar a Ruth en su búsqueda. Ella iba mirando uno a uno los cuerpos tendidos. De pronto se abalanzó sobre el de uno de ellos. El joven lo reconoció en seguida. Tenía la ropa que Tati había descripto. Su rostro estaba intacto. Ni siquiera demostraba asombro o dolor. Probablemente no tuvo tiempo de tomar conciencia de lo que estaba pasando. Sólo presentaba su tórax ametrallado. Ruth se abrazó al rostro de su hijo llorando desconsoladamente. –No puede ser! Esto es una pesadilla. No puede ser! Me niego a aceptarlo. No puedes estar aquí! No puedes!- y sin decir mas su cuerpo cayó pesadamente sobre el cadáver de su hijo.

-Ayuda, ayuda, necesito ayuda- comenzó a gritar desesperadamente el joven. -Que alguien venga a ayudarme. Siguió gritando varias veces cada vez mas fuerte, mientras Ruth permanecía desvanecida sobre el cuerpo de su hijo. Cuando se hizo presente un enfermero, al ver la situación, inmediatamente fue en busca de una camilla.

Llevaron a Ruth, todavía inconsciente, a la sala de guardia. Allí le inyectaron un sedante y la ingresaron a una sala.

Cuando se despertó, ya en la madrugada, Ruth se puso a gritar desaforadamente. Un enfermero corrió a su ayuda en forma inmediata tratando de calmarla, pero no logró cumplir con su cometido.

-Quiero a mi hijo. Quiero que traigan a mi hijo- gritaba cada vez mas fuerte Ruth, dirigiéndose al enfermero. –No es cierto que estaba en la morgue. Por favor díganle que venga a verme, que necesito hablar con él. Por favor. Llámelo-.

-Señora tranquilícese- le respondió el enfermero mientras intentaba hacerla recostar en la cama, aunque sin poder lograrlo.

-No me puedo tranquilizar. Sólo lo lograré si usted lo hace venir aquí. Hágalo venir por favor- le decía Ruth suplicante y con los ojos desorbitados.

El enfermero había llamado al médico a gritos mientras intentaba calmarla. Cuando llegó, intentó darle un sedante nuevamente, pero Ruth se negó a recibirlo.

-No quiero un sedante- dijo entre gritos y sollozos. Quiero a mi hijo. Es que no lo entienden. Quiero a mi hijo!

-Lamentablemente su hijo ha muerto en el ataque y nada podemos hacer nosotros para evitarle su dolor- le respondió el médico. – Lo único que puedo hacer, es ofrecerle es un sedante para ayudarla a relajarse y para que le permita ir aceptando la terrible realidad, por muy dolorosa que esta sea-.

-Usted no entiende nada- le dijo con tono muy airado Ruth. –Mi marido y mi otro hijo han muerto en un accidente. No puede ser que el único hijo que me quedaba vivo, haya muerto en este estúpido ataque al hotel. Él estaba de luna de miel. Lo entiende? Estaba de luna de miel y yo no había ido a su boda. No estuve a su lado. Nunca podré remediar eso. Le fallé. Le falté. No tengo perdón-.

-Por favor, permítame inyectarle un sedante- le dijo el médico con dulzura y tratando de ofrecerle su apoyo pasando una mano por su hombro. - Es lo único que puedo ofrecerle. No me niegue la posibilidad de ayuda. Será mucho mejor para usted-.

-Nada será mejor para mí a partir de ahora- dijo Ruth en el mismo tono de ira y rabia. –Nada. Déme ese sedante. No le quitaré la oportunidad de brindarme ayuda. Pero recuerde y tengo esto muy claro, que no servirá de nada. Su efecto pasará y yo seguiré estando sola, puesto que ni mi nieto podrá ser un consuelo-.

-Si ya sabe que su nuera está embarazada, debe volver a tener fe - le dijo el médico en el mismo tono de dulzura con que la había estado tratando, mientras le inyectaba el sedante. –Su nieto será el encargado de hacer retornar la luz  a su vida. Cuando lo tenga en los brazos,  volverá a ver a su hijo y sentirá que su vida continúa a través de él. Cuando lo vea crecer, verá como de nuevo hay una esperanza de futuro en su vida. Aún durante la espera hasta el nacimiento, será un apoyo increíble.  Puedo garantizárselo-.

-Probablemente mi nuera jamás me permita ver a mi nieto- le contestó Ruth suavizando el tono.- Y tendría toda la razón. Yo la rechacé por no ser judía. Si no quisiera hablarme ni volver a verme jamás, estaría en todo su derecho-.

-Es muy probable que su nuera cambie de opinión con respecto a usted, cuando le explique lo arrepentida que está con su pasada actitud- le dijo con palabras suaves, tratando de hacerle sentir que las cosas pueden ser distintas a como uno las imagina de antemano, al tiempo que terminaba de inyectarle el sedante. - Todos los seres humanos nos equivocamos. Todos, y lamentablemente a diario. Usted se equivocó al no entender a su hijo, sólo por el simple hecho de ser otra persona. Y como tal, puede pensar y sentir como tal, de otra manera. Pero estoy seguro que su nuera, la disculpará.

Ahora, le aconsejo que se recueste y descanse. Por la mañana, aunque nada de lo terrible que le ha pasado cambiará, se sentirá con ganas de intentar hablarle y hacerle sentir su arrepentimiento. Intente poner su mente en blanco hasta que el medicamento actúe.-

Ruth no tardó en quedarse profundamente dormida.

A la mañana siguiente cuando se despertó, luego de sentir que sus ojos se llenaban de lágrimas ante el recuerdo, intentó frenar el llanto descontrolado. Ya tenía bastante experiencia con el dolor y sabía que no la consolaba y que por el contrario, comenzado, ya no había forma de poder frenarlo, haciéndose cada vez más intenso, ocasionándole con ello, un más punzante y profundo dolor.

Se incorporó con dificultad de la cama. Se sentía levemente mareada, probablemente por los últimos resabios del efecto del sedante. Cuando sintió que podía estar firmemente de pie, se encaminó a la puerta. Quería averiguar en que habitación estaba su nuera. Temía que no quisiera recibirla, pero sentía que tenía que intentar comunicarse con ella lo antes posible.

El hospital se veía con muchísimo menos movimiento que la noche anterior. Se dirigió a recepción para preguntar por Tati. Una vez que supo el número de su habitación, se dirigió hacia allí con paso bastante inseguro, pero con la certeza que tenía que hacerlo. Al llegar al número indicado golpeó suavemente la puerta. Nadie le contestó. Lentamente la abrió y se asomó. Vio a Tati aún dormida y se asombró de verla atada a la cama.

El ruido, pese a haber sido muy leve, fue suficiente para despertarla sobresaltada.

-Sebastian eres tú?- dijo al tiempo que abría con dificultad los ojos. Cuando vio que la figura de la puerta era Ruth, se tapó la boca con la mano ahogando un quejido.

-No-, dijo Ruth tratando de que no apareciera una lágrima en sus ojos. -Soy yo-

-Porqué estás aquí-? preguntó asustada. - Dónde está Sebastián?-

-Querida tienes que ser fuerte- le dijo muy suavemente Ruth.

-No! No!- no quiero oírlo- gritó Tati rompiendo en un llanto descontrolado. - Dónde está Sebastian? Quiero verlo. Dime donde está-.

Tati- le dijo con voz muy suave pero ya ahogada por el llanto. - No se de que forma darte esta noticia puesto que no creo que haya ninguna manera de decirla-

No! Volvió a gritar Tati- No! Quiero ver a Sebastián. No quiero oír ninguna noticia-.

-Hija- le dijo Ruth – se que no tengo ningún derecho a llamarte así puesto que te rechacé sin darte ninguna oportunidad, pero permíteme abrazarte y decirte que lamento todo lo que hice o dije antes de vuestro casamiento. No entiendo y no voy a perdonarme nunca, la intolerancia que demostré. Siento tener que ser yo quien te lo diga, pero lamentablemente Sebastian fue alcanzado por el fuego de la metralla y ……. Empezó a llorar desconsoladamente al tiempo que se abrazaba al cuerpo tendido en la cama de Tati-….El……él……él…..está…..muerto -.

-No! No es cierto!- grito Tati mientras su llanto se hacía inconsolable. - No puede ser cierto- Que alguien venga a sacarme estas malditas ligaduras-

-Porqué estás atada a la cama- le preguntó Ruth sin dejar de llorar ni abrazarla.

-Porque cuando intentaba ponerme en pie me desmayaba, y como no quería quedarme acostada me dijeron que era por mi bien, sólo hasta que me sintiera fuerte- dijo en un llanto continuo y volviendo a gritar con fuerzas. –Que alguien venga a sacarme estas ligaduras. No puedes hacerlo tú?

-No, será mejor que vaya a buscar al enfermero o al médico de guardia. Yo no tengo ninguna autoridad para hacerlo- le contestó, al tiempo que se levantaba y se dirigía a buscar a alguien.

En ese momento un enfermero que había oído los gritos, abrió la puerta de la habitación.

-Sáquenme estas malditas ligaduras. No soy una presa- gritó desaforadamente Tati.

-Iré a buscar al médico- le contestó el enfermero –Yo no estoy autorizado a sacárselas-

-Nadie esta autorizado en este maldito hospital?- gritó aún más fuerte Tati-

-Lo siento señorita, hace sólo dos horas que comenzó mi turno y no se la causa por la que usted se encuentra en esa situación- le contestó tratando de suavizarla. -Pero no se preocupe, enseguida vendré con el médico. El sabrá que hacer-. Inmediatamente se encaminó a la puerta dirigiéndose al pasillo. Tati seguía gritando y pidiendo que le trajeran a su marido.

Pocos minutos mas tarde, el médico entraba en la habitación.

-Hola como se siente?- le preguntó con amabilidad.

-Cómo quiere que me sienta atada a la cama como si fuera un reo?- le dijo gritando y llorando Tati.

-Tranquilícese por favor déjeme ver en su historial porque está en esa situación- le contestó el médico, a la vez que revisaba la historia clínica.

-Aquí dice que usted está embarazada de un mes y que, al intentar ponerse de pie, sufre una lipotimia y que además, como no quería entender razones e intentaba levantarse pese a los consejos de no hacerlo, se vieron en la necesidad de atarla. Contésteme como se siente?-

-Que cómo me siento? Está bromeando? Me acaba de decir ella que mi marido está muerto. Entiende lo que le estoy diciendo? Está muerto y yo estoy atada a esta cama sin poder ir a verlo y usted tiene la osadía de preguntarme cómo me siento? Cómo cree que me siento?- le dijo Tati irritada en medio del llanto, considerando una burla de parte del médico esa pregunta.

-Perdóneme señora- le contestó el médico con más suavidad y respeto que antes. - Hace muy poco comenzó mi turno y no estaba enterado de nada. Lamento muchísimo lo de su marido. Si usted me promete colaborar conmigo, intentaremos ver si puede incorporarse sin poner en peligro su vida y  la vida del bebe. Cada caída puede hacerlo-

-Y que me importa a mi el bebe- dijo Tati más airada que nunca. –Yo quiero ver a mi marido-

-Si como usted me acaba de informar su marido está muerto, eso ya no tiene remedio- le contestó el médico en el mismo tono de suavidad. -En cambio su bebe está vivo y por eso, hay que cuidarlo-.

-Y quien le dijo a usted que yo quiero cuidarlo? Yo no quiero tener ningún hijo! Nunca lo quise tener  y mucho menos lo quiero ahora que se ha quedado sin padre!- dijo Tati siempre gritando y llorando.

-Señora, en estos momentos usted ve todo muy oscuro y no puede razonar lo que esta diciendo, pero mañana puede arrepentirse de no haber tomado las precauciones necesarias para que el bebe no sufra- le contestó.

-Yo no quiero este bebe ni hoy, ni mañana, ni nunca. Es que no lo entiende! Yo quiero a mi marido. Sáqueme ya estas malditas ataduras- le dijo en un tono despectivo y autoritario Tati.

-Lo haré si me promete que comprobaremos primero, si usted puede incorporarse sin desmayarse. Si es así, si usted está lo suficientemente fuerte, yo mismo la sentaré en una silla de ruedas y la llevaré donde está su marido. Se lo prometo- le contestó en un tono que no dejaba dudas que era é, ell que dominaba la situación y que ella debía aceptar sus reglas.

-Saque estas ligaduras. Prometo portarme bien. Está conforme?- le dijo con cierto aire sarcástico pero sin gritar.

El médico llamó primero a recepción para pedir una silla de ruedas, luego desató una por una las ligaduras y la ayudó a incorporarse. Tati parecía fuerte. No se sentía mareada. Al ver que podía mantenerse en pie por sus propios medios, la ayudó a sentarse en la silla. Tati obedeció dócilmente.

-Ahora cumpliré con mi promesa de llevarla adonde está su marido, pero antes quiero preguntarle si está segura de que lo quiere hacer- le dijo el médico suavemente. - No es un lugar agradable y el espectáculo será menos agradable aún. Piénselo con tranquilidad unos minutos y luego contésteme-.

-Lléveme ya donde está él por favor- le dijo en tono suplicante- no necesito pensarlo. Necesito verlo. Tengo que convencerme que es verdad que está muerto y que jamás volverá a mi lado. No podré vivir sino lo hago-.

-Si es así- le contestó, ya mismo cumpliré lo prometido-.

-Puedo ir yo también?- le preguntó Ruth. - Pese a que yo ya lo vi, quisiera despedirme nuevamente de él y aunque se que no me escucha, quiero volver a pedirle perdón por haberle fallado como le fallé. Soy médica cirujana, así que estoy acostumbrada a ese “espectáculo” como usted lo acaba de llamar. Es mi hijo al que vamos a ir a ver-.

-Por supuesto que puede, doctora- le dijo el médico – si es su deseo. Tal vez le sirva de apoyo a ella-.

-Ojala pudiera- dijo Ruth con un suspiro ahogado- ojala pudiera servirle de apoyo y que ella que está viva, pueda perdonar mi comportamiento en nombre de los dos-.

-Quien se acuerda de eso ahora, Ruth- dijo Tati, ofreciéndole la mano en gesto amistoso. - Que importancia tiene todo eso ahora? Ninguna. Las dos hemos perdido lo que más queríamos. Estamos juntas en el dolor. Aquí no tiene importancia a que religión pertenecemos cada una. Olvidemos todo aquello-.

-Gracias Tati- le dijo entre sollozos de dolor y de alegría por la oferta que le estaba haciendo su nuera- temí que jamás quisieras volver a dirigirme la palabra-.

-Aunque no nos hayamos visto personalmente muy frecuentemente, tu siempre fuiste la “tía Ruth” como mi madre me enseñó a llamarte desde muy pequeña- le contestó Tati con un dejo de cariño, tratando de demostrarle que todo lo pasado habían sido solo palabras y que quedaban enterradas para siempre en el olvido ante esto que estaban viviendo.

-Lo se- le dijo con dulzura. -Pero yo perdí ese título el día que te rechacé como nuera-.

-El título lo perdiste el día que pasaste a ser mi suegra, te gustase o no- le replicó Tati.

-Tienes razón- le contestó Ruth tomándola de la mano y apretándosela con fuerzas.

-Me permite empujar la silla de mi nuera?- le dijo suavemente al médico.

-Claro- le respondió al tiempo que quitaba las suyas de la silla.

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