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Seguir o Dimitir

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Preparando una documentación para remitir a una consultora de Sevilla, me he encontrado con un archivo de texto que redacté en octubre de 1993. Había tenido una experiencia profesional bastante sensible y un amigo de la Cadena Ser me animó a que escribiera sobre ello y le facilitara una copia para entregársela al jefe de redacción del diario SUR. La verdad, no sé si se llegó a publicar (ya habréis observado a lo largo de este blog que mi redacción deja mucho que desear, digamos que es doméstica), pero me vino muy bien como terapia y afronté el futuro de manera distinta. Bueno, ahí va.

“Trabajar de manera honesta es una exigencia básica de cualquier persona. Si uno de los objetivos de la empresa es el beneficio, el fin primordial de su componente humano es “saber hacer bien” los procesos, las tareas, las actuaciones, de manera competente, eficiente y honrada. Aunque mi estadística particular no es representativa de la población trabajadora, creo que, inicialmente, existe una conciencia moral en la mayoría de las personas, por no decir todas, que inician su actividad profesional. Pero, al pasar el tiempo, esta disposición inicial se puede traducir, por diversos factores y condicionantes, en una actitud pasiva, secundaria, que podría generar, por ejemplo, respuestas del tipo “total, para qué”.

Hace unos días recibí una llamada telefónica de un entrañable amigo; quedamos para cenar. La última noticia que tenía era que cambiaba de trabajo, de una empresa local de servicios había saltado a una entidad de ámbito regional, con un volumen respetable de operaciones. Eso era lo que él buscaba. El bufete se le quedaba pequeño, quería experimentar la sensación de trabajar en una gran corporación, seguir desarrollando sus actitudes y aptitudes profesionales, convivir con un numeroso grupo de personas, trabajar en equipo, comunicar sus experiencias, aprender, superarse nuevamente. Tenía las ideas claras, al menos eso creía. No obstante, y como era costumbre suya, solicitó opinión a su grupo de amigos. Su exjefe le dijo que una vez se adaptase a la nueva situación, sentiría que el trabajo no era ni mejor ni peor al desarrollado hasta ese momento, sólo sería distinto.

Durante la cena, la lluvia de esa noche, la penumbra que rodeaba la mesa del restaurante, la lentitud con que articulaba las palabras y su mirada, me dibujaron a una persona envejecida, cansada, como de vuelta de todo. En los dos últimos años había vivido, según sus propias palabras, una brutal experiencia profesional y humana; quise entender brutal en el sentido de difícil, dura. En su puesto de médico de cabecera de la empresa, empleando una metáfora particular y quizás incompleta de analista de procesos, había intentado poner en práctica las normas de actuación dictadas por los organismos competentes: análisis de la organización, estudio de los procesos, mantenimiento de la eficacia de los sistemas de gestión, detección de desviaciones, propuesta de mejoras, … Se había quemado y optó por dimitir.

A menudo solicitamos la dimisión de políticos, altos cargos de la administración y ejecutivos de grandes empresas por conductas no éticas. ¿Tan difícil es proceder según determinadas reglas, ser objetivo, velar por el provecho económico de las corporaciones, por sus recursos humanos y materiales, por los intereses de los clientes y proveedores, … y, al mismo tiempo, practicar una ética empresarial? Depende de tu enfoque del trabajo, de tu trayectoria profesional, de tus valores y de lo que pretendas conseguir en esta vida, respondió.

Entonces, repliqué, tu enfoque, tu trayectoria, tus valores, … no han sintonizado con la cultura empresarial de la corporación. Exacto, eso es lo que ha sucedido, contestó, difiero profesionalmente de muchos de los enfoques de parte del Consejo de Administración y no han existido las condiciones necesarias para que pudiera desarrollar mi trabajo plenamente; he argumentado estas situaciones en los foros adecuados y he propuesto alternativas. Al ver que íbamos caminando alegremente hacia un precipicio, me he sumido en una espiral de impotencia y tristeza y dado que ni la empresa ni yo podemos permitirnos el lujo de perder tiempo y dinero, he optado por renunciar a mi puesto.

¿Es ética tu forma de proceder? ¿Has sido cobarde con tu decisión? No he tirado la toalla, si a eso es a lo que te refieres, la habré perdido o puede que la cultura corporativa reinante me la haya quitado, fue su respuesta. Si bien no creo que su proceder sea una actitud cobarde, tampoco pienso que sea un acto de total valentía. Me pregunto, sin intención de quitarle importancia a su decisión, qué hubiera elegido si, por ejemplo, tuviera una familia que mantener.

Percibo que existen muchas personas en esta Costa del Sol – directivos, funcionarios, mandos intermedios, personal de apoyo, auxiliares, … - que detectan desviaciones en los procesos; que tienen ideas interesantes para innovar; que aportan con su saber hacer profesional valor añadido al proceso productivo y, por derivación, a la sociedad; pero que pueden no ser escuchadas de forma conveniente; que son, en algunos, casos tratadas de forma injusta por sus superiores; que son, a veces, malinterpretadas y utilizadas para conveniencias no necesariamente ligadas a los intereses corporativos; que son, en definitiva, enterradas en el anonimato por determinadas clases dirigentes.

En su interior quisieran actuar como nuestro querido amigo y, en un extremo, irse o dejar el proyecto, pero se encuentran amarradas por maromas de todo tipo (hijos, edad, préstamo hipotecario, miedo al paro, status, ... ), ataduras que dificultan la práctica de lo que cada uno entienda por ética empresarial. Si alguno opta por el camino de la crítica constructiva, la denuncia y, en último caso, la dimisión por coherencia con sus principios: ¿sabrán sus superiores catalogar este comportamiento como ejemplar o moralizador? Puede que quedara marginado o que tuviera que salir por la puerta de atrás y, quizás, alguien se frote las manos al pensar que cuenta con un empleado problemático menos.

Recuerdo que hace años, en la facultad, el director del programa de doctorado apreciaba el interés creciente, casi general, por la ética en los negocios, las culturas corporativas y la responsabilidad social. Se analizaron casos sobre publicidad, calidad de los productos, lealtad de los empleados, ecología, fusiones de empresas, influencia de los líderes, … Se me quedó grabado un ejemplo sobre cómo actuaría un subordinado si un superior jerárquico, del cual dependía su jefe directo, le solicitaba información discrecional sobre la empresa. Obtuvimos conclusiones interesantes sobre la actuación de los grupos humanos ante situaciones de moralidad y de cultura de empresa, pero siempre desde un punto de vista de analista teórico o espectador, nunca desde la experiencia.

En esta década de cambios profundos, de crisis, ¿sigue teniendo razón mi profesor respecto al avance de la idea de ética en el tejido empresarial? Nuestro amigo no estuvo a la altura de las circunstancias ¿o sí? Lo que imaginaba un paseo profesional se convirtió en un difícil camino, quizás por la actuación de la propiedad, quizás por seguir las normas de actuación profesional, quizás por lo que entendía por “moralidad en los negocios”, quizás,… Se escribe en la prensa, en revistas profesionales y se editan libros sobre normas de actuación, códigos de ética, culturas empresariales, responsabilidad social, … pero, a la hora de la verdad, lo cierto es que el profesional se encuentra solo ante situaciones donde debe anteponer los intereses de su cliente o de su empresa a los particulares, cuando tiene que discernir entre lo correcto y lo chapucero.

¿En la práctica apreciamos lo que es ético de lo que no lo es? En mi opinión, todavía no estamos preparados para conseguir cotas de comportamiento por encima de lo que establecen las leyes, porque la sociedad en sí no está concienciada y es ella la que redacta en la mente de los ciudadanos los códigos de actuación y establece y desplaza, hacia arriba o hacia abajo, los mínimos de moral empresarial. Querido amigo, no sé qué hubiéramos hecho en tu lugar, pero, créeme, te gravitan muchos pensamientos positivos, energía de todos aquellos que en situaciones similares pensarían como tú. Por favor, sigue siendo fiel a tu ética de actuación, aunque ésta sea excesiva para los tiempos que corren, o los demás no estemos, aún, a la altura necesaria para conseguir un mundo empresarial mejor”.

Manuel Velasco Carretero

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