¿Por qué lucen las estrellas?

      Durante mucho tiempo los sabios buscaron la respuesta a esta pregunta. Los químicos decían que en el interior de las estrellas tienen lugar gigantescos procesos químicos de combustión. Los fisicos calculaban, pensaban y decían:

   -¡Error! Las reacciones químicas no pueden dar esas enormes cantidades de calor. Las estrellas lucen miles de millones de años, y las reservas de combustible químico durarían muy poco tiempo.

    Los investigadores de la radiación tenían otros puntos de vista. “Las estrellas son gigantescos almacenes de elementos radioactivos”-decían ellos-. Inclusive de elementos tan pesados como no se conocen en la Tierra. El calor producido por su desintegración es el que alimenta el fuego eterno de las estrellas”. Los teóricos escribian montañas de papel y no podían llegar a una conclusión justa. La desintegración radioactiva a pesar de toda su potencia no podían ser la fuente de la luz de las estrellas.

    El sabio sueco Arrhenius (1859-1927) fue el primero en señalar la fuente de la energía de las estrellas. El supuso que existía un proceso natural en el cual, los átomos más ligeros, por ejemplo los del hidrógeno, pueden unirse a otros más pesados: “El helio represena en sí mismo un elemento muy importante en el camino del hidrogeno a otros elementos más pesados”.

   Si traducimos las palabras de Arrehenius a la lengua de la ciencia contemporánea, quiere decir lo siguiente: la base de la riqueza de energía de las estrellas es la transformación del núcleo del hidrógeno en nucleo del helio. Si en las estrellas tiene lugar un proceso gradual de transformación de los núcleos atómicos, ésta es la idea fundamental en la que pueden apoyarse las suposiciones sobre el origen de todos los elementos químicos. La transformación del núcleo del hidrógeno en núcleo del helio va acompañada de una energía igual a 300 mil millones de calorías.

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