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¿En que año nació Jesús?

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En esta oportunidad, quiero compartir con todos los que me siguen en la lectura parte de un libro de Ariel Álvarez Valdés.  El libro tiene por título: ‘¿Qué sabemos de la Biblia?’

Pero ¿quién es Ariel Álvarez Valdés?:

Álvarez Valdés es licenciado en Teología Bíblica por la Facultad Bíblica Franciscana de Jerusalén (Israel), y doctor en Teología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca (España). El tema de su tesis doctoral fue La Nueva Jerusalén: ¿ciudad celeste o ciudad terrestre? Como parte de sus estudios ha realizado numerosos viajes académicos por Egipto, Jordania, Turquía, Grecia y la Península del Sinaí. En la Argentina fue profesor de Sagradas Escrituras en el Seminario Mayor de Santiago del Estero, y de Teología en la Universidad Católica de la misma ciudad.

Bueno lo que quiero compartir con todo aquel interesado en el asunto, es parte de su libro y lo hago en cinco entregas:

1º.- ¿El Dios de Israel, era Yahveh, o Jeová?

2.-  ¿El mundo fue creado dos veces?

3.-  ¿En qué año nació Jesús?

4.-  ¿La Biblia prohíbe hacer imágenes?

5.-  ¿Vivieron muchos años los patriarcas del Antiguo Testamento?

¿En qué año nació Jesús?

Al principio, era Roma.-

Cuando Jesús vino al mundo nadie lo estaba esperando. A pesar de que su nacimiento había sido anunciado durante siglos por los profetas, y anhelado ansiosamente por el pueblo, y los dirigentes de Israel, ni siquiera trascendió la noticia, como para quedar registrada.

Después de su muerte, los primeros cristianos no se preocuparon en averiguar la fecha de su cumpleaños, sino en salir a predicar el Reino que él acababa de fundar. Y a esta tarea se abocó de lleno la Iglesia durante siglos, sin interesarse por los detalles históricos de su vida. Mientras tanto, ¿Qué calendario empleaban los miles y miles de cristianos que a lo largo de esos años habían abrazado la fe? Inmersos como estaban dentro del Imperio romano de vida corriente, seguían el cómputo empleado por Roma en toda el área de influencia de su gobierno.

El sistema consistía en contar el tiempo a partir de la fundación de la ciudad de Roma. Ese año era considerado el 1º, y de ahí en adelante se sumaban los siguientes. Como difícilmente se recordaban en el Imperio, acontecimientos anteriores a aquella lejana fundación, no había mayores dificultades.

Para hacer alusión a este calendario, se colocaba las iníciales U.C., que significan Urbis Conditae (de la fundación del al Ciudad).

Se les había pasado.-

Pero al entrar de lleno en los tiempos cristianos, muchos empezaron a pensar que la fundación de la ciudad de Roma, que había sido pagana durante los mil primeros años de su existencia, no era el hito más adecuado para empezar a contar los años. Al contrario, consideraban el nacimiento de Jesús como el suceso central de la historia.

La idea se impuso con más fuerza cuando 450 años después de Cristo el Imperio romano se desmoronó ante los embates de los pueblos bárbaros. Ya no quedaba nada que ligara a los cristianos con él, ni razón alguna para seguir considerándolo como el centro histórico de sus vidas. Había que crear un nuevo calendario, que tuviera como eje a la persona de Jesucristo.

Entonces cayeron en la cuenta de que nadie sabía el día, ni el mes, ni siquiera el año de su nacimiento debido a que los autores de los Evangelios habían omitido el detalle. Estos escritos más bien contaban episodios aislados de la vida del Salvador sobre la base de una catequesis oral previa, pero no había en ellos la pretensión de una exacta cronología de su vida.

Exiguo, que era gigante.-

En ese momento cuando se yergue la figura de un monje llamado Dionisio, natural de Escitia, región de la actual Rusia, pero que vivió casi toda su vida en Roma. Tenía por sobrenombre “el exiguo”, que significa pequeño, minúsculo, por lo que se ha supuesto que era de baja estatura. Pero parece más bien que él mismo quiso llevar ese apodo por humildad.

Era uno de los hombres más eruditos de su época, brillante teólogo, y gran conocedor de la historia de la Iglesia y de las cronologías. Por aquel tiempo había compuesto una célebre colección de decretos de los Papas y de decisiones de los Concilios con valiosos comentarios propios.

Decidió este monje acometer la colosal empresa de calcular la fecha de nacimientos de Cristo, para lo cual contaba con algunas informaciones útiles que los Evangelios podían aportar. Así, de san Lucas tomó el dato de que al comenzar su vida pública “Jesús tenía unos 30 años” (Cf. 3,23). Esto ya era un buen comienzo. ¿Pero en qué año empezó su vida pública? Unos versículos antes tenía la respuesta: en el año 15 del gobierno de Tiberio César (Lc 3,1).

Cuando Cristo llegó al centro.-

Confrontando largas tablas de fechas y cronologías, Dionisio dedujo que el año 15 de Tiberio, en que Jesús salió a predicar, correspondía al 783 U. C. Ahora bien, restando los 30 años de vida de Jesús obtuvo que hubiera nacido en el 753 U. C.

Para ubicar a Jesucristo en el comienzo de una nueva era, el 754 U. C. tenía que pasar a ser el año 755 el año 2, y así sucesivamente. Después de cada número Dionisio añadió las siglas “d. C.”, es decir, “después de Cristo”. A los años anteriores al nacimiento de Cristo, en cambio, los etiquetó “a. C.”, es decir, “antes de Cristo”.

En este nuevo calendario la fundación de Roma ya no figuraba más en el año 1, sino en el 753 a. C. Y Dionisio, que se encontraba viviendo por entonces en el año 1275 del calendario romano (U. C.), se dio con que vivía en el 526 de la nueva era cristiana. ¡Cuánto grande habrá sido la emoción del monje al convertirse así en el primer hombre que supo en qué año después de Cristo se hallaba!

La idea del nuevo calendario tuvo un éxito extraordinario, e inmediatamente comenzó a ser aplicada en Roma. Poco después llegó a las Galias (la actual Francia) y a Inglaterra. Tardaría un poco aún en ser aceptada en España: En Cataluña se la adopta tan sólo a partir de 1180; en Aragón, desde la Navidad de 1350; en 1358 se la admite en Valencia; en Castilla desde 1383. Y llega a Portugal sólo en 1422.

Poco a poco, y no sin vencer grandes dificultades, se generalizó en todas partes para fines de la Edad Media. La gloria de Dionisio destelló en cada rincón del mundo antiguo, y cuando falleció catorce años mas tarde. Se habría podido anotar con orgullo en su obituario que había muerto “en el año 540 de la era inventada por él”

El imprevisto.-

Sin embargo, por los historiadores modernos que aquella alegría esparcida se ve hoy empañada: Dionisio se había equivocado.

En efecto el Evangelio de Mateo aporta el dato, no considerado por Dionisio, de que Jesús vino al mundo “en tiempos del rey Herodes” (2,1). Y por el escritor romano Flavio Josefo, contemporáneo con Cristo, sabemos que este rey murió en el año 4 a. C., pocos días después de un eclipse de luna ocurrido el 12 de marzo, que había iluminado con su luz siniestra la horrible enfermedad infecciosa del monarca. Por lo tanto, Jesús debió haber nacido por lo menos 4 años antes de lo fijado por Dionisio.

Pero ¿Cuánto antes de la muerte de Herodes había nacido?

Si el acontecimiento de los Magos de Oriente, relatado en Mateo 2, es sustancialmente histórico, podemos deducir que cuando éstos llegaron encontraron a Herodes sano y todavía en Jerusalén. Los recibió, realizó sus investigaciones, y gozaba de buena salud pues, les prometió ir a Belén después de que ellos volvieran y trajeran noticias del niño.

En cambio se sabe que el viejo monarca cuando sintió que su salud se agravaba, atormentado por la enfermedad, se hizo trasladar a Jericó, y luego a las termas de Callíroe para aplicarse unos baños curativos. En vista de que no mejoraba, se volvió a Jericó en donde murió poco después. Este viaje ocurrió en noviembre del año 5, a comienzos del invierno. Hay que hacer, pues, una segunda adición de medio año más, y remontarnos a mediados del 5 a. C. para el nacimiento del Mesías.

La exactitud deseada.-

Si suponemos que fue histórico el asesinato de niños inocentes ordenado por Herodes, ante el temor de que alguno de los recién nacidos le quitara el trono, ¿Cuántos años tenía Jesús cuando ocurrió la masacre?

Ésta es la tercera adición que debemos hacer. Después de calcular la fecha del nacimiento de Jesús, Herodes ordenó matar a todos los niños “de dos años para abajo” (Mt 2, 16). Aunque el rey haya alargado el tiempo a fin de que no se le escapara la presa, se puede razonablemente pensar que en ese entonces Jesús ya tenía entre un año y un año y medio.

Muchos autores antiguos incluso le dan los dos años. Algunos evangelios apócrifos también cuentan que tenía esa edad al momento de la muerte de los inocentes, y no faltan pinturas en las catacumbas que lo representan ya crecido. El mismo Evangelio de Mateo dice que en el momento de llegar los Magos hallaron al niño viviendo ya “en la casa” (2, 11) y no en la gruta del nacimiento, como solemos representarlo.

Sumando ahora este nuevo margen de tiempo a nuestro cálculo, estamos ya entre final del año 7 y mediados del año 6 a. C.

El año perdido y hallado.-

Pero ¿Cuánto tiempo pasó entre la venida de los Magos y la enfermedad de Herodes? Sólo este dato nos falta.  Pero no parece que haya sido mucho tiempo, ya que si retrocedemos unos años más, nos alejaríamos bastante de la edad que vimos que le asigna el evangelista Lucas cuando dice que al comenzar Jesús “tenía unos 30 años”. Aunque esta cifra es sólo aproximada, hay que quedarse en torno a los treinta. De agregar algún año más debería haber dicho que Jesús tenía “unos 40 años”.

Por lo tanto, la fecha probable de su nacimiento es el año 7 a. C., y al comenzar su vida pública tenía unos 34 años.

Algunos estudiosos quieren llegar por otro camino a fijar la fecha del nacimiento de Jesús, es decir, mediante el censo mencionado por Lucas, que realizó Quirino y que motivó el viaje de José y María a Belén (2,1). Pero esa vía está ya descartada, debido al carácter fragmentario de las informaciones históricas acerca de Quirino, y especialmente por el hecho de que ninguna fuente histórica menciona censo alguno realizado en tiempos del rey Herodes.

En conclusión, por los datos de los Evangelios y de las demás fuentes históricas, debemos afirmar que Cristo nació, paradójicamente, ¡en el año 7 antes de Cristo!

Por una era cristiana.-

Esta frase en sí contradictoria, ha despertado en muchos la idea de reformar nuestro actual calendario y ajustarlo con mayor precisión al nacimiento del Salvador. Para ello proponen agregar los 7 años que olvidó Dionisio en los cálculos de sus papeles. De esta manera, en vez de hallarnos en el año 1993 estaríamos en 2000.

La propuesta, aunque atrayente en su intención, es impracticable. En efecto, a todos los acontecimientos históricos los tenemos ya fechados con esos 7 años de desfasaje. Cambiarlos uno por uno sería, además de un trabajo colosal, un verdadero quebradero de cabezas. ¿Cómo volver a proponerle a los estudiosos de historia que Julio César no murió en el 44 sino en el 37 a. C., y que la Primera Guerra Mundial no comenzó en 1914 sino en 1921 Como hacer cambiar a millones de estudiantes, que tienen mentalmente fijadas tantas fechas, que Cristóbal Colón no arribó a América en 1492 sino en 1499, y que la independencia argentina no fue en 1816 sino en 1823?

Pero sobre todo es una iniciativa sin sentido, porque así como está el calendario, con la diferencia de 7 años, igualmente cumple la intención de Dionisio: recordar perpetuamente que con la venida de Cristo al mundo la historia ha quedado partida en dos; que no es lo mismo el mundo antes de él que después de él; es el eje del tiempo en torno al cual gira todo acontecimiento humano. Con semejante proyecto pedagógico, los años discordantes no afectan en absoluto su objetivo primigenio.

¿Existe el año 2000?

Dentro de poco el mundo entero celebrará el advenimiento del año 2000. Y ya comienza a aparecer los fatídicos agoreros con sus profecías del fin del mundo, los vaticinios sobre catástrofes propias del cambio de milenio, y el ingreso en una nueva era regida por ciertos signos zodiacales.

Esto no es de extrañar. Los manuales de historia cuentan que cuando el mundo ingresaba en el año 1000 d. C., también se elevó por toda la sociedad medieval un rumor de catástrofe y de desórdenes cósmicos que se extendió como un fuego, espantando a la gente y trastornando la vida de millones de personas. Ahora que ingresamos a un nuevo milenio vuelve a repetirse aquella atávica actitud.

Pero a la luz de lo expuesto, uno se preguntará: ¿existe el año 2000? Porque, si bien en las relaciones internacionales se ha extendido el calendario dionisiano, en el interior de muchos países y grupos religiosos no tiene vigencia. Para 19 millones de judíos estamos en el año 5754. Para 800 millones de musulmanes acabamos de ingresar en el año 1414. Para los persas musulmanes de Irán el calendario les indica, en cambio, el 1373. Los japoneses de religión shintoísta, viven ahora en el año 2653. Por su parte millones de devotos de ciertos credos de la India sostienen que estamos en el 2051, y los chinos confusionistas viven en el 2544.

Ni para los cristianos.-

Ni siquiera las iglesias cristianas esperan con unanimidad un año 2000. Los cristianos coptos de Egipto van en el año 1710, los caldeos de Irak en el 6743, los armenios en el 1440, y los sirios en el 2305. Si estos le sumamos que los novecientos millones de católicos están en 7 años desfasados del verdadero inicio de la era, cabe preguntarse: ¿Cuándo entramos realmente en el año 2000? ¿Para cual de todos estos grupos llegará la nefasta fecha?

El año 200 no existe. Es simplemente un acuerdo convencional para poner a Cristo en el centro de nuestra historia. Por eso es absurdo pensar que se acerque en fecha próxima alguna desgracia marcada por el calendario.

Gracias a Dionisio, Cristo reina en nuestros almanaques. Aunque no seamos conscientes, toda fecha que escribimos al encabezar una carta, hacer un recibo, firmar un acta, llenar un cheque, nos recuerdan su venida a este mundo.

Él es el centro de nuestra historia. Debemos, en consecuencia, vivir de tal manera que también en nuestro obrar cotidiano sea Él el centro de nuestra vida.

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Acerca del autor

Andrés Arbulú Martínez

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