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Doctrina Social de la Iglesia 04

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El giro epistemológico en la Doctrina Social de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.-

Al estudiar en la unidad anterior el tema de la naturaleza de la DSI a partir del magisterio social posterior al Concilio Vaticano II, hemos profundizado en su estructuración epistemológica. En la presente sección abordaremos el tema del cambio epistemológico que se dio en la DSI a partir del Concilio Vaticano II, de modo que ha llegado la DSI postconciliar a tener la estructura epistemológica que hemos conocido.  

Al abordar el tema del cambio epistemológico de la DSI a partir de la eclesiología del Vaticano II, conviene recordar que la DSI se origina del “encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias éticas con los problemas que surgen en la vida de la sociedad”. Al estar situada en esa relación dialogal, el cambio de cualquiera de los dos participantes en el diálogo trae consigo cambios en la estructuración del la misma DSI, por ello no han sido indiferentes a la DSI los cambios ocurridos en la sociedad desde su primer documento. La Rerum Novarum en 1891, hasta la conmemoración de su centenario con la Centesimus annus, en 1991. Más aún, los cambios sucedidos en el ámbito social han tenido un eco relevante en la DSI cuando incluso han motivado que en el Concilio Vaticano II la Iglesia se pregunte respecto de cómo plantear frente a estas nuevas circunstancias su relación con el mundo, y esto haya generado el planteamiento de una nueva perspectiva eclesiológica.

La realidad de la cuestión social a la cual pretende responder el Vaticano II, ha variado en los últimos cien años en función básicamente de tres fenómenos:

1.- la mundialización del problema social, que hoy ya no se reduce a patronos y obreros, sino que tiene dimensión mundial;

2.- la evolución de las ideologías, que han ido modificando sus planteamientos iníciales, acercándose entre sí y desapareciendo prácticamente algunas;

3.- a la vez, las clases sociales han evolucionada de forma notable.

A esta realidad pretende responder la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II, en la cual, en sintonía con la renovación eclesiológica, se refleja una nueva concepción de ser comunidad de creyentes y pueblo de Dios, y en general todo el Concilio.

El Vaticano II significa, en síntesis, un aporte fundamental que traerá consecuencias en la DSI, ante todo, la reconciliación de la Iglesia con la sociedad moderna. Esto significa que ahora la Iglesia acepta como un reto para su propia misión la situación histórica de una sociedad que ha derivado en secular y pluralista.

La nueva actitud propugnada por el Concilio frente a la sociedad moderna, traerá consigo una revisión de la función de la Iglesia en la sociedad, y por ello, la revisión de los presupuestos desde los cuales se desarrolla la tarea de la Iglesia en el mundo de hoy.

A partir de la pregunta por su quehacer, la Iglesia en el Concilio se pregunta por su ser. Frente a la tentación de poner la esencia de la fe en una vivencia intimista, el Vaticano II pone en el centro mismo de la autocomprensión de la Iglesia su proyección hacia fuera. Esto traerá consecuencias:

Naturalmente, la respuesta a esta pregunta condiciona la manera de concebir su función en la sociedad, o la forma concreta como va a desempeñar en este mundo de hoy su misión evangelizadora.

Estructura del giro epistemológico.-

Antecedentes.-

A partir del Concilio Vaticano II se lleva a cabo lo que se ha llamado un “giro” epistemológico en la estructuración de la DSI. Sin embargo, esto no sucede de improviso. El cambio en la estructuración epistemológica de la DSI, si bien tiene como eje fundamental los documentos emanados del Concilio, registra antecedentes previos al mismo Concilio, aunque en la línea de los grandes movimientos de renovación que en él se expresaron, que señalaremos a continuación.

Primeramente nos fijaremos en un breve fragmento del Mensaje Navideño de 1955 del Papa Pio XII. Como en otros tantos aspectos, al parecer también en lo que respecta a la DSI el magisterio de Pio XII es precursor:

Los cristianos a quienes nos dirigimos aquí, deberían saber mejor que los otros, que el Hijo de Dios hecho hombre es el único sostén sólido de la humanidad, también en la vida social e histórica y que, al asumir la naturaleza humana, ha confirmado su dignidad como fundamento y regla de este orden moral.

La referencias hecha en este mensaje por Pio XII al Hijo de Dios como fundamento y regla del orden moral de la vida social e histórica de la humanidad señala el derrotero por el cual se irá desarrollando posteriormente la DSI.

Si bien la estructuración epistemológica del magisterio social en él es claramente anterior al Vaticano, y el mismo Pio XII insistió en el derecho natural como fuente de la DSI, será la idea expresada en este texto la que se irá consolidando cada vez más, en tanto que vaya tomando forma una cada vez más fuerte crítica al derecho natural como fuente de la DSI.

El magisterio de Juna XXIII en materia social representa claramente un encaminar de la DSI hacia la estructuración epistemológica que surgirá de la eclesiología propia del Vaticano II. Primeramente en él se abre la mirada da la DSI para ampliar la perspectiva de la llamada “cuestión social”, en cuanto a los ámbitos sociales y geográficos que abarca:

Después de la segunda guerra mundial la Iglesia se encontró ante una situación nueva bajo muchos aspectos: la “cuestión social” restringida inicialmente a la clase obrera, sufrió un proceso de universalización que implicó a todas las clases sociales, a todos los Países y a la misma sociedad internacional, en la que afloraba cada vez más el drama del Tercer Mundo.

Juan XXIII amplía significativamente el ámbito de la cuestión social y lo extiende a los problemas derivados de los desequilibrios entre sectores económicos y regiones, en un país, e incluso entre países.

Si la ampliación del ámbito de la cuestión social es una novedad significativa para el Magisterio social, lo es más todavía la doble inserción que Juan XXIII hace del dinamismo como elemento constitutivo de la DSI. La concepción dinámica de la DSI se hace presente, primeramente en cuanto Juan XXIII afirma como responsabilidad de su magisterio el enseñar, como había de aplicarse la doctrina católica en el campo social, en consonancia con los cambios de la época. Adicionalmente el dinamismo es introducido también en cuanto que: “El principio capital, sin duda alguna, de esta doctrina afirma que el hombre es necesariamente fundamento, causa y fin de todas la instituciones sociales”

La doble introducción del dinamismo en la estructuración de la DSI, desde la adaptación a los cambios de la época, y en cuanto se subordinan las instituciones sociales al hombre, trae consigo el que Juan XXIII vaya dejando de usar en sentido estático el concepto de derecho natural.

Este dinamismo introducido en la DSI se verá reflejado en lo que Juan XXIII señala como método de la DSI, que concibe como, tres frases de un mismo proceso, que suelen expresarse con estos tres verbos: ver, juzgar y obrar. La utilización de este método manifiesta el deseo de evitar que la DSI se reduzca a un conjunto de principios abstractos sin raíces en la realidad.

La novedad entregada por el magisterio social de Juan XXIII en cuanto a su estructuración epistemológica, que es antecedente e impulso del giro que se marcará con el Concilio, puede resumirse en que:

Más que argüir desde el derecho natural y la razón, se acude a lo empírico y sociológico, y a una visión de fe para fundamentar las afirmaciones. Sin perder de vista a los no creyentes, la DSI  aporta a la humanidad lo más específico que tiene la Iglesia: la Revelación.

Ahora bien, aunque no lo abordemos como tema de investigación, no podemos dejar de señalar que esta, evolución supone un cambio en la concepción de las relaciones entre la Iglesia y el mundo.

El giro epistemológico en el Magisterio Social de Pablo VI.-

El magisterio social del Papa Pablo VI (completamente inserto en el ambiente del Concilio Vaticano II y como prolongación de él) hace eco de las críticas que en el contexto conciliar surgieron hacia la DSI tal como había venido siendo elaborada hasta ese momento.  

Las críticas formuladas a la DSI se encontraban centradas en su estructuración epistemológica. Se criticaba que en la estructuración de la DSI, fundamentalmente hasta Pio XII, confluían postulados de cualidad ontológica originados principalmente en un derecho natural entendido con características de invariabilidad y validez universal, y la exigencia de una interpretación eclesial auténtica. Ambos elementos devinieron en aislar el pensar eclesial de los desarrollos contemporáneos, trayendo consigo la formación de un pensamiento ahistórico, con lo cual la Iglesia vino a ser una subestructura cultural aislada.

Además, también se cernía sobre la DSI la sospecha de sesgo ideológico, al deducir sus normas de una naturaleza incuestionada, y hacer de esas normas el patrón de la realidad social, política y económica, sin poner ella misma en tela de juicio esas normas. Esto traía consigo, según los críticos, una lamentable falta de atención frente a ideologías subliminales que de esa manera se hacían presentes en la DSI.

En la encíclica Ecclesiam suam, que fue su encíclica programática, Pablo VI define su ministerio respecto de lo temporal señalando que, el diálogo debe caracterizar nuestro ministerio apostólico. En este espíritu de diálogo con el mundo es que se entiende el recurso hecho por Pablo VI a citas de autores ‘profanos’, en número significativo en la encíclica sobre el desarrollo de la Populorum progressio. Con esto el Papa expresaba el deseo de diálogo de la DSI con las ciencias sociales, como la economía o la sociología, e incluso con otras culturas. A partir del diálogo, concepto básico estructurante de su magisterio social, entendemos que, en un contexto histórico de compromiso diverso de los fieles y las comunidades cristianas según las regiones, los sistemas sociopolíticos y las culturas a que pertenecen, preste la DSI reconociendo también sus limitaciones.

Frente a estas situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia.

Esto significa afianzar el valor de la conciencia personal del creyente, iluminada por la DSI y en comunión con la Iglesia, lo cual refleja el alto concepto del cristiano que tenía Pablo VI, y es una expresión más del profundo espíritu conciliar de esta Papa, pues:

No es un secreto que la atención a la conciencia personal, defendida ya en el Nuevo Testamento y presente en lo mejor de la tradición cristiana, ha estado más reconocida en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.

Ahora bien, el que Pablo VI reconozca las limitaciones de la DSI y admita, respecto a su aplicación, el lugar que corresponde al discernimiento de las comunidades cristianas frente a realidades particulares, no significa que abdique de la posibilidad de un magisterio en DSI. En el documento antes citado, Pablo VI afirma:

Frente a tantos nuevos interrogantes, la Iglesia hace un esfuerzo de reflexión para responder, dentro de su propio campo, a las esperanzas de los hombres. La enseñanza social de la Iglesia acompaña con todo su dinamismo a los hombres en esta búsqueda.

El Papa afirma entonces la posibilidad y la necesidad de la DSI, dentro de la estructuración por él antes planteada, prioritariamente como un proceso de análisis, juicio y discernimiento para la acción. Proceso en el cual entiende que participa toda la comunidad cristiana, actuando la jerarquía como responsable de la dimensión doctrinal, y animadora de este proceso.

Esta conciencia de la responsabilidad que a todos incumbe en la Iglesia ha ido ganando fuerza a partir sobre todo del Vaticano II y la eclesiología que a partir de él se desarrolló.

En el magisterio social del Papa Pablo VI se podría situar entonces un claro punto de inflexión respecto a la estructuración epistemológica de la DSI, que madura posiciones ya esbozadas en Pio XII, y desarrolladas en Juan XXIII. Este giro epistemológico es claro que refleja las relaciones Iglesia-Mundo, por tanto la eclesiología, tal como son planteadas por los documentos del Vaticano II. En concordancia con Camacho podemos señalar tres puntos de inflexión en Pablo VI:

Desnaturalización de la visión del hombre y de la sociedad, para acentuar su dimensión histórica; desprivatización de la cuestión social y reconocimiento de sus dimensión política; desnormativización del magisterio social y reconocimiento de la legitimidad de un cierto pluralismo de opciones temporales.

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Andrés Arbulú Martínez

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