El Consulado de comercio de Guadalajara entre la modernidad institucional y la obediencia a la tradición- 1818
El auge económico en la zona de Guadalajara trajo consigo varios cambios en la mentalidad de las personas y su tarea emprendedora. El Reglamento y aranceles reales para el comercio libre entre la corona y las indias de 1778, mismo que hizo sus efectos en 1789 dentro del territorio novohispano cambió el orden comercial en el mismo. Esta nueva forma de llevar a cabo el comercio impulsada por las ideas de la ilustración y el liberalismo económico acarreaba un cambio institucional dentro del gobierno borbónico. Dicho cambio consistía en la implementación de consulados en todos los puertos de los territorios de ultramar y en las zonas donde el auge económico era notable, lugares que podían tener la capacidad de auto-organizarse en torno a su propia concepción de como desenvolverse en el ámbito mercantil y de acuerdo a sus usos y costumbres.
Este es el caso de Guadalajara, donde diversas industrias como la de la carne, el maíz, el trigo y la minería (plata) adquieren rangos económicos muy elevados. Ante este panorama los grandes empresarios de la zona y las personalidades políticas se ven en la necesidad de promover ante la Corona de Castilla la imprescindible implementación de un consulado. Este, fue erigido en 1795, mismo que significo contar con un tribunal privativo que redujera los costos de negociación. Este tribunal de corte mercantil permitió regirse por la costumbre de la región y no por los de la capital. Otra ventaja de la instauración del consulado fue el relativo a los beneficios de la tributación consular, como ejemplo claro esta el cobro de la avería que funciono en parte para el desarrollo de obras colectivas, como puentes y reparación de caminos. Estos beneficios se tradujeron en el mayor de todos, que consistía en tener una corporación que defendiera los intereses del comercio provincial ante el poder de los mayoristas de la capital.
La otra cara de la moneda fue la relativa a la lealtad que tenía que seguirse llevando ante las autoridades reales. Si bien por un lado el gobierno imperial perdió cierto manejo de los medios de producción para permitir una liberación del mercado, por el otro lado seguían existiendo la lealtad imperial, misma que se tradujo en prestamos y donativos por parte del consulado a la autoridad imperial para costear guerras o simplemente como forma de cubrir un rol leal.
Esta situación que se vivió en Guadalajara es la dualidad que el autor expone de la obra, primero por un lado tener que adaptarse al nuevo régimen institucional que beneficio mucho a desconcentrar el comercio capitalino y por el otro seguir cubriendo gastos sin reglamentación alguna por el simple hecho de seguir tradiciones políticos que se traducían en dinero.
Autor: Hèctor Joaquìn Bolio Ortiz
Datos autor: Nacido en Mèrida, Mèxico, egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Autònoma de Yucatàn, actualmente estudiando Maestria en Planificacion de Empresas y Desarrollo Regional, del Instituto Tecnològico de Mèrida.
HÉCTOR BOLIO
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