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Principios de una nueva Teoría del Estado. Jean Gatty. Eudeba, 168 páginas, Marzo de 2005

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El retorno a la vida política democrática en algunos países latinoamericanos, coincidió con el inicio de una línea de investigación común en varias disciplinas, dedicadas al análisis filosófico y teórico del Estado. Las experiencias históricas conocidas como Estado mínimo o el Estado de bienestar marcaron dos fisonomías antagónicas. La reconstrucción democrática en la década del 80’ planteó la necesidad de encontrar de cara al futuro un punto de equilibrio que marcara el límite de sus funciones y un diseño institucional específico, con el fin de lograr una estructura acotada pero eficiente a la vez, tarea difícil si se tiene en cuenta que: la geografía nacional que se globaliza, los beneficios ciudadanos, el grado de participación en empresas que manejan recursos estratégicos para la Nación, los sistemas de regulación, el desarrollo local y la modernización administrativa, entre otros, son temas complejos para establecer un nítido límite que no descuide la presencia del actor que representa los intereses de la sociedad como conjunto.

Cada país ha adaptado o diseñado un modelo de estado post-bienestar para afrontar los desafíos de las nuevas democracias en acto, pero el diseño que procuraron inicialmente luego tuvo que convivir con la dinámica del mercado, la agenda pública y la agenda de gobierno, lo cual obligó a replantear los diseños constitucionales e institucionales en las dos décadas pasadas (la aplicación de la doble vuelta, como método de elección presidencial, las privatizaciones de servicios públicos y la reforma educativa, por citar algunos casos). La dinámica pública es inherente tanto a un diseño estatal socialdemócrata como liberal y las decisiones para ambos tipos no son todas equivalentes entre sí. Algunas decisiones contienen un mayor grado de coerción o un mayor grado beneficio, sea el marco ideológico de Estado que sea. Entonces cabe preguntarse ¿A que se deben estos matices, en diseño estatales tan dispares?

Principios de una nueva teoría del Estado, a cargo de Jean Gatty, Doctor en Ciencias Económicas de la Ecole Normale Supérieure, ensaya una respuesta desde la teoría pura, inspirándose en dos tradiciones del pensamiento económico: por un lado la tradición de Wilfredo Pareto y por otro en la línea trabajo de James Buchanan y Milton Friedman. Mientras que la primera está centrada en las ganancias empíricamente comprobables de quienes integran el Estado y las condiciones de realización de los individuos que participan del intercambio, la segunda centra su inquietud en cuales son las preferencias que movilizan a los individuos para lograr su felicidad.

El autor entiende que la causa de los matices se debe a que las decisiones impartidas por la autoridad colectiva, reviste costos o beneficios y esta variación está relacionada por la eficacia y la manera en que la autoridad colectiva toma las decisiones. La finalidad de este trabajo es contraponer el pragmatismo actual a la felicidad del conjunto y  resaltar el carácter pasajero del pragmatismo actual. El autor entiende que convive una atmósfera de disconformidad hacia un pensamiento que se considera superficial y desdibujado.

El trabajo contiene once capítulos que desarrollan el tema desde el plano individual al plano colectivo, comenzando por la explicación de las transacciones entre individuos para traspolar luego sus argumentos a los actores colectivos; Estado y Mercado. Un intercambio es libre, define el autor, si en sus términos no tiene intervención un planificador social y es eficaz si la diferencia entre su valor y el costo es positiva para ambas partes. Los tropiezos para este autor, devienen de malas decisiones que llevan a conseguir una menor ganancia y no a una carencia de una autoridad colectiva que imponga límites a unos para aumentar los beneficios de otros. Los casos empíricos de tropiezo son el fenómeno del monopolio y la asimetría de información. Este escenario, puede trasladarse a la producción de bienes públicos, fluctuaciones de precios, externalidades negativas y concentraciones ineficientes de capital o individuos en determinados lugares del mundo.

Los derechos, visto desde esta perspectiva, son bienes y mantendrán esta condición mientras los individuos lo reconozcan como tales, le saquen provecho y la suma de sacrificios sea menor que la utilidad. Cada individuo compara el valor que tiene un derecho y su costo o sea, la suma de sacrificios que se pide a cambio. Las leyes, son un ejemplo. Trabajar a favor de un articulado resulta útil si sus costos son menores que sus beneficios, teniendo en cuenta que por detrás habrá una organización que proteja los vaivenes emocionales de los individuos y permite la estabilidad de sus costos. Si la legislación tiene contenido tanto político como económico, el autor establece que la regla de la mayoría pasaría a ser el canal indicado para la aprobación de un bien que produce costos al conjunto y en tal caso el asumir solidariamente las diferencias de costos entre todos sería la forma de no excluir a la minoría que no votó por la ley. De esta forma, los intereses particulares y generales coexisten sin que haya situaciones tiránicas por parte de ninguna mayoría como de un grupo reducido sobre el conjunto. Aunque podría argumentarse que esto provoca alienación de la libertad, en este caso sólo es aparente, dado que su existencia fue consensuada por parte de los individuos antes de constituirse como conjunto.

El consenso que hace referencia el párrafo anterior, introduce el texto en el argumento central del escrito: cada individuo es portador de dos lógicas: una que busca deliberadamente la maximización de los beneficios  o en tal caso medir que cantidad de sacrificios debe realizar para alcanzarlos y otra que está relacionada con la obtención del bien, en términos de lograr lo que quiere para sí o para sus semejantes donde la medición de los costos y beneficios no tiene lugar. Lo que interviene es la consideración de una causa, un principio o valor que tiene mayor incidencia en la decisión de adquirir un bien que evaluar los costos. Este razonamiento lleva a repensar la idea inicial de eficacia.

Tal como se explicó al inicio, esta instancia individual se trasmite a las esferas política y económica de un Estado. La primera busca conformar al mundo desde su visión particular de gobierno y la segunda aumentar la felicidad de los integrantes de la comunidad, por medio de la maximización de los beneficios. Partiendo de la base que cada esfera tiene su ámbito de acción y que las decisiones bajo una lógica o la otra no interfieren entre sí no deberían producirse tropiezos a la libertad. Vale decir que si todas las decisiones políticas, no afectaran las decisiones productivas y el mercado no se involucrara en decisiones de gobierno, este mundo ideal sería posible; pero resulta que, en todo intercambio los cruces son multidireccionales y las elecciones políticas modifican las decisiones económicas, o parte de las mismas, que a su vez influyen sobre las decisiones políticas y esto genera un círculo interdependiente, donde la complejidad aumenta si indagamos que se entiende por político y por económico, dado que la interpretación no resulta del conjunto sino cada individuo  que integra el conjunto.

Esto lleva a que los actores adquieran un comportamiento estratégico que representa el esfuerzo para sacar ventajas sobre uno o varios hombres por intermedio de la transformación de las reglas que ordenan sus intercambios, es decir hacer uso de su registro político para maximizar su ventaja en el registro económico. La competencia estratégica tiene lugar cuando existe interferencia entre la lógica del gobierno y la lógica del mercado.

En el marco de la competencia, las relaciones estratégicas se vuelven de naturaleza relativa a su posición en la sociedad y son globalizadas. Vale decir que sus acciones no pueden ser separadas del universo que lo componen pero tampoco pueden abarcarlo todo. La potencialidad de generar este tipo de relaciones se miden no tanto en función de los recursos en términos de dinero pero sí en las posibilidades de influencia sobre el conjunto de actores en los que rige la actividad. Esto último resulta vital para entender el impacto sobre las elecciones colectivas: la acción estratégica de un individuo, Empresa o Estado en una acción está impregnada de la posición que ocupe en el mundo y su propia concepción en el mundo (que responde a las dos lógicas respectivamente), sus complejos e imposibilidades contextuales. Lo que queda claro es que esto trasciende una mera cuestión de maximización de bienes. Además las normas y tabúes que organizan la relación estratégica remiten a un mundo implícito y no dicho más que a la decisión voluntaria de un hombre, empresa o estado que quiere algo para sí y para sus semejantes. Estos velos, son los blancos del juego.

Ante el planteo que da lugar al desarrollo del libro, existen dos hipótesis excluyentes que contienen al dilema: O bien la interferencia entre las dos lógicas compensa el empleo de recursos que aparentemente se despilfarran, o bien no existe no hay efecto sino que el propio posicionamiento estratégico genera ruido y es esto en realidad la causa de la disminución de la felicidad del conjunto. J. Gatty al concluir su escrito, afirma que, entre la imperfección política y la imperfección económica es preferible la imperfección del mercado porque la economía es predecible; la política, no.

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Acerca del autor

Beatriz Maria Silva Abelenda | Ciencia Politica (Universidad de Buenos Aires)

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