La formación a partir de la reflexión sobre las propias prácticas docentes. Fundamentos y acciones a realizar
En la actualidad, la educación se encuentra inmersa en una época de cambio muy importante al haberse incorporado las Tecnologías de la Comunicación y la Información (TIC) dentro de las prácticas cotidianas.
Entendiendo que las TIC son básicamente instrumentos, herramientas, aquellos docentes que se consideren progresistas, antes de incorporar sistemáticamente su uso deberían reflexionar acerca de las prácticas pedagógicas, de los objetivos por los cuales son significativas y permitirse una reflexión crítica de la realidad para poder transformarla.
Los docentes deben ser capaces de tomar una postura epistemológica que les permita reflexionar acerca de sus prácticas cotidianas, como manera de mejorar el rendimiento de sus alumnos y motivarlos a ser ellos mismos quienes desarrollen su pensamiento y amplíen sus conocimientos. Esta toma de postura epistemológica es la manera en que cada docente podrá llevar adelante su formación y capacitación posteriores a su carrera de grado.
Al enfocar el análisis en la formación que se brinda a los futuros docentes en los Profesorados, se puede notar la relación que plantea Freire entre la política y la educación. La política tiene una intencionalidad en el proyecto educativo; “la sociedad formula normas y crea una educación que se adapta a esos valores que la sustentan” (LENS, José Luis (2000): “La dimensión política de la educación” en Paulo Freire: su praxis pedagógica como sistema, REUN, Bs. As.). Podemos observar que, en muchos casos, los IFD (Institutos de Formación Docente) repiten modelos de educación bancaria, “un modelo de opresión estandarizado y naturalizado en la relación verticalista entre un "ignorante absoluto", el educando, y un "sabio absoluto", el educador, que deposita datos dentro de la cabeza de su estudiante, sin considerar absolutamente nada de la relación establecida y manteniendo naturalizados los conceptos de sumisión” (Freire, P. (1970). Pedagogía del Oprimido. Madrid: Siglo: XXI). Se opone a la mirada crítica y dialógica de la educación, en la cual el estudiante se reconoce a sí mismo y aprende del educador, pero en la cual el educador también aprende del estudiante y reconoce su propia humanidad. Pero es la misma sociedad la que genera las transformaciones educativas a partir de sus propias necesidades. Si no se permite la reflexión de la acción de aquellos que van a formar a otros estudiantes, los modelos que percibe no son críticos, creativos, los egresados de estos institutos no serán capaces de construir y reconstruir críticamente su realidad y tampoco podrán ayudar a que lo realicen sus futuros estudiantes. Los egresados de IFD repiten modelos que han recibido a través de las cátedras que cursaron en su formación, es posible que no puedan promover en sus alumnos un espíritu crítico y creativo si desde su formación de grado no se los incentiva a que realicen sus prácticas con el espíritu esperado por el mencionado autor.
Se puede ver en la sociedad actual que la escuela muchas veces se resiste a los cambios y los que sí llegan a producirse son muy lentos. Debemos considerar que la escuela, como institución, nace de las necesidades de las clases dominantes, en una época en la que quienes ejercían el poder, pretendían que los alumnos pasaran por un adoctrinamiento que tuviera un perfil reproductor. Sin embargo, en la actualidad, quienes participan de los cambios de las políticas educativas siguen sosteniendo los intereses de esos mismos sectores dominantes.
Los cambios en las políticas educativas se generarán a partir de nuestras propias prácticas personales, donde los educadores progresistas y democráticos, deberemos resignificar y transformar nuestras prácticas pedagógicas, siendo críticos de la realidad para poder intervenir y transformarla. Porque, si se tiene en cuenta la formación que se brinda en los IFD y los posteriores cursos de perfeccionamiento docente que no llegan a cubrir los “baches” que poseen los maestros y profesores, sólo la reflexión continua de nuestras propias prácticas, desde nuestra propia ética personal, desde posiciones críticas y progresistas, permitirá colocarnos en un espacio de formación continua, a fin de promover un aprendizaje libre y crítico, creando las condiciones para el diálogo que a su vez provoque la curiosidad del estudiante. El objetivo de la acción dialógica es siempre revelar la verdad, interactuando con los otros y con el mundo. En su teoría de acción dialógica, Freire distingue que las acciones dialógicas son las que promueven el entendimiento, la creación cultural y la liberación. (Freire, P. (1970). Pedagogía del Oprimido. Madrid: Siglo: XXI.)
Según lo expresado por Henry Giroux en su obra Los profesores como intelectuales, es difícil realizar un cambio en la estructura de la educación cuando sus componentes (docentes, teóricos del currículum) no logran ver a la escuela como una institución inserta en una sociedad, que va más allá de los límites escolares.
Es entonces cuando los docentes, en su labor cotidiana, deben tratar de determinar cuáles son los mensajes tácitos que se dan dentro de las aulas. Cuáles son las relaciones con la sociedad que determinan este tipo de comunicación. Ya no es tan importante el “cómo” un estudiante incorpora conocimientos, sino el “por qué” lo hace y “cuáles” conocimientos se presentan dentro del ámbito escolar. Entonces la escuela debe ser un “agente de socialización”.
Con tal fin, los educadores deberán diferenciar el currículum oficial del oculto, y reconocer la función de este último, ya que es el que determina cuáles son los puntos de interés para sus alumnos. También será pertinente que tengan una visión sociopolítica amplia, que les permita replantearse cuáles son los contenidos que debe enseñar la escuela.
Tomando en consideración otro texto de Paulo Freire (Cartas a quien pretende enseñar), nos animamos a mencionar algunas acciones deseables que pueda realizar un docente en relación a sus propias prácticas en el aula:
● poder ser críticos de su propia tarea
● reconocer que el alumno no es totalmente analfabeto o ignorante, que trae un bagaje que debe ser tenido en cuenta y respetado
● correrse del lugar de poseedor del conocimiento absoluto, adoptando un postura humilde ante conocimientos de otra naturaleza
● mantener una actitud curiosa ante los saberes de los alumnos y los nuevos saberes emergentes en la sociedad en general
● ser consciente de que se debe tener una formación sólida en referencia al tema que quiere compartir con su clase. Un docente nunca debe enseñar lo que no sabe, y esto exige su formación continua (que deberá ser realizada a conciencia)
● propiciar el diálogo con los estudiantes, la libertad de expresión y una actitud democrática
● ser capaz de leer (ya sea un texto o un hecho de la realidad) de una manera inteligente, crítica, exigente pero que resulte grata
● no disociar la teoría de la práctica: realizando una tarea grupal bien coordinada, y de esta manera la teoría podrá emerger a partir de las situaciones prácticas que se resuelvan
● poder afrontar las dificultades. Estas siempre van a aparecer, porque la realidad es dinámica, y muy probablemente haya que lidiar con algo que se desconoce. Pero la clave, ante esta situación es no paralizarse, ya que la inseguridad para enfrentar un desafío hace que no se pueda tener una mentalidad abierta a nuevos caminos de conocimiento
Valeria L'Abbate - Eugenia San Julián
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