Qué es lo que deseas olvidar?
Tres maneras de olvidar…
Una pastilla, un poco de estrés o bien proponérselo. Estas son las tres opciones que, según los científicos, permiten aniquilar recuerdos
1.- Sólo tienes que proponértelo
Te ofrecemos un juego. Dedícale unos minutos a estas imágenes y trata de memorizarlas. Ahora, el juego consiste en que te centres en tres de ellas y decidas que son las tres que vas a olvidar. Es importante que te concentres en ello. Deja que pase un tiempo, coge papel y lápiz, y anota lo que recuerdas. Si todo sale tal y como indican los investigadores Michael Anderson y Collin Green, lo más probable es que hayas olvidado los elementos que elegiste. Según su estudio, publicado en la revista Nature, esforzarse por olvidar es una garantía para conseguirlo. Según ellos, nuestro cerebro tiene mecanismos de represión que empujan fuera de la conciencia los recuerdos no deseados.
2.- La pastilla milagro
La principal razón para investigar el olvido está en intentar sanar a personas que padecen shocks postraumáticos, aquellas incapaces de superar algún acontecimiento doloroso en extremo que las incapacita para la vida diaria. Para ellas, se han dado los primeros pasos con una sustancia, el propranolol. El psiquiatra de la Harvard Medical School Roger K. Pitman ha demostrado en un estudio con 41 personas que, al consumir propranolol, conseguían olvidar las emociones que sentían al rememorar el suceso que les hacía sufrir. Después de la administración de esta sustancia, eran capaces de hablar de lo que les había ocurrido sin sentir angustia. El propranolol no borraba el suceso de su memoria, pero sí eliminaba sus peores efectos.
3.- Las dos caras del estrés
El estrés sirve para todo, para recordar y para olvidar. Se ha demostrado que en situaciones de estrés liberamos epinefrina, sustancia que potencia la memoria y nos permite, por ejemplo, memorizar mejor ante un examen. También cuando estamos estresados liberamos opiáceos inhibidores de la memoria; es decir, que hacen que ese suceso desaparezca de la mente. Esto ocurre a veces cuando se producen situaciones traumáticas y quien las sufre las olvida completamente. Es un mecanismo natural de amnesia.
La máquina del olvido
Pero, para cuando este mecanismo “natural” de amnesia no funcione, los investigadores, como en la película Olvídate de mí, intentan diseñar una “máquina del olvido”. Por ahora tiene forma de pastilla, el propranonol, un beta-bloqueante que neutraliza los efectos de las hormonas del estrés. Más que evitar el recuerdo, se trata de eliminar el sufrimiento que produce. James McGaugh y Larry Cahill, de la Universidad de California en Irvine, ya demostraron hace años que esta sustancia actúa así: se recuerda el hecho, pero no el dolor. Este año, el psiquiatra Roger K. Pitman, de la Harvard Medical School, ha comprobado los resultados del propranolol sobre 41 personas que han sufrido accidentes, asaltos y otros traumas graves. Tres meses después del suceso, quienes tomaron la píldora podían escucharse en una grabación cuando relataban alterados lo sucedido, sin sufrir reacciones emocionales. Del resto, la mayoría se alteraba.
Las víctimas de violaciones, atentados, etc., quizá encuentren en el propanonol su panacea contra las pesadillas, el temblor, el miedo, las sacudidas violentas del recuerdo doloroso… Pero el olvido, la amnesia, no es sólo una consecuencia del trauma; es algo que nuestro cerebro hace constantemente, por su propia salud, ya que el olvido es una de las funciones de la memoria. Y es que, sin ella, nuestro cerebro se colapsaría por tanto recuerdo inútil. “El olvido, salvo en ciertos casos, no es, pues, una enfermedad de la memoria, sino una condición de su salud y de su vida”, escribió en 1881 el psicólogo francés Théodule Ribot. Hoy, señala Vargas, su idea es compartida por buena parte de los investigadores.
Pérdidas necesarias
Hay que eliminar información para que el sistema de memoria funcione. Todos olvidamos: lo irrelevante, sí, como qué hemos desayunado hoy, pero también lo que nos duele o, simplemente, lo que no queremos recordar. Pero la memoria tiene mil y una claves, que los científicos apenas vislumbran aún. No es una grabación perfecta y sellada de los hechos, sino que cada recuerdo se compone de muchas piezas que se sustentan en sutiles cambios en la estructuras de las neuronas, de sus moléculas, de sus uniones, y que, al rememorar, reorganizamos. Y, por lo tanto, también cambiamos. E incluso olvidamos.
Pero, ¿cuál es la “goma de borrar” que usa nuestro cerebro? En la película mencionada, el protagonista se da cuenta en pleno proceso de “desmemorización” de que no quiere realmente olvidarse de su novia. Comienza, entonces, una lucha por guardar, en alguna sinapsis recóndita, algunos instantes de felicidad junto a ella. Lucha contra el olvido en un combate que tiene perdido, a pesar de que los científicos que están acabando con sus recuerdos no parecen conocer la “proteína del olvido” del cerebro, la fosfatasa 1 (PP1). Hace dos años, también en Nature, neurobiólogos de la Escuela Politécnica Federal de Zurich (Suiza) demostraron su importancia en un experimento con ratones. Con manipulación genética, se impidió que los roedores produjeran PP1, y demostraron tener mejor memoria y recuerdos más duraderos que sus congéneres. Es decir, la PP1 es la responsable del olvido. Pero también creen que la clave de la pérdida de memoria asociada al envejecimiento está en un aumento de actividad de dicha proteína.
Olvidadizo o enfermo
¿Cuándo son los despistes algo normal y cuándo es enfermedad?
Si los fallos de memoria son muy frecuentes, resulta comprensible que, quien ve sufrir a enfermos de alzheimer en su familia, se preocupe también por su propia salud. El envejecimiento puede asustarnos y hacer que nos planteemos preguntas, cuanto menos, incómodas: ¿cuándo son los olvidos algo normal? ¿Y cuándo son una señal del deterioro de nuestra memoria que, quizá, podría terminar en demencia? A todo el mundo se le pierden las llaves alguna vez, se le olvida un número de teléfono o confunde los nombres. Eso puede resultar desagradable, e incluso embarazoso en algunos casos, pero no es en sí mismo una enfermedad. A veces basta con unas horas más de sueño para volver a disfrutar de una memoria en plenitud de condiciones. Y tampoco hay que preocuparse si, en la edad madura, las neuronas ya no trabajan con tanta agilidad como en la juventud. A partir de los 50 años, más o menos, puede aparecer un ligero debilitamiento intelectual.
Casos normales
Ejemplos que demuestran un debilitamiento “normal” de la memoria con la edad:
Ligeros olvidos transitorios; no se repiten con frecuencia.
Olvido, sólo de vez en cuando, de las gafas o las llaves, pero estos “despistes” no van empeorando con el tiempo.
Olvido de determinadas experiencias o acontecimientos que no tienen especial importancia para la vida diaria.
Necesidad de anotar los números de teléfono o las direcciones, porque las anotaciones siguen siendo útiles.
Casos patológicos
Resulta preocupante si:
Los olvidos van en aumento.
Se pierden ámbitos enteros de la memoria.
Los cuadernos de notas o los papelitos ya no sirven de ayuda.
Se añaden otros problemas, como alteraciones de la capacidad de pensamiento y enjuiciamiento. También si se debilitan la pericia y la atención.
Existen lagunas duraderas, dificultad para encontrar la palabra correcta y para orientarse.
Se nota inseguridad a la hora de valorar el propio estado de salud mental.
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