Manual del buen líder
Primera Epístola de Pedro 2:9: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable"
La Biblia es una buena guía para nuestras vidas y la perfecta forma de comunicación con Dios y con su infinita sabiduría. Pero también es un buen tratado de Gobierno, como lo narran varios de sus más impresionantes pasajes como el milagroso traslado de José a Egipto para salvar a un pueblo extranjero de la hambruna durante el prolongado período de las vacas flacas” o el sabio consejo que Jetro le da a su yerno Moisés para que gobierne a la multitud mediante un eficaz sistema de departamentalización y delegación.
En el Nuevo Testamento, más exactamente en el libro de Lucas (20:25) Jesús ordena entregar al Gobierno lo que le pertenece: “Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”, en una enseñanza que nos induce a pagar los tributos y a respetar quien está en el ejercicio de la acción gubernamental. Sin embargo sus discípulos, en la época de las duras persecuciones a la iglesia primitiva, establecen el orden de la autoridad de mayor a menor: “… Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. En otras palabras, es necesario obedecer primero el Gobierno de Dios, y luego el de los hombres. No hay opción para quienes somos creyentes: la autoridad superior del Creador prima aún sobre el más perfecto o poderoso sistema inventado por los seres humanos.
Obedecer a Dios, no obstante, no significa desconocer la jurisdicción terrenal de los hombres. El apóstol Pablo, en su tratado obediencia a la jurisdicción de los hombres nos invita a respetar y obedecer a las autoridades: “… porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.” (Romanos 13:1)
En otras palabras, a la luz de la Biblia, debo someterme a mi Presidente aunque no esté de acuerdo con su forma de gobernar y con el alcalde de mi pueblo aunque no haya votado por él. Y la orden se hace extensiva a otros escenarios, como por ejemplo, el respeto a los sacerdotes y pastores pues cuentan con una investidura que les ha dado el Señor.
El apóstol Pedro en su primera epístola habla de honrar, amar y temer, todo en un orden muy especial según se puede leer en este versículo que deberíamos leer con más frecuencia y aún aprender de memoria: “Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey”. (1ª. Pedro 2:17)
Si sumamos todo lo anterior llegaremos a la conclusión de que los ciudadanos tenemos el deber de respetar a nuestros líderes y someternos a ellos en obediencia, pero éstos también tienen sagrados deberes respecto a sus seguidores. Toda persona que se encuentra en posición de eminencia haría bien en cumplir lo ordenado en el libro de proverbios:
- Abrir la boca por el mudo
- juzgar con justicia
- Defender la causa del pobre y del menesteroso
En otras palabras, si somos líderes no podemos ser indiferentes con lo que le pasa a nuestro prójimo y debemos hablar por ellos, representarlos, defenderlos y defender sus causas. Lo anterior no ha sido tomado de un discurso populista sino, repito del libro de proverbios, en el cual usted también podrá enriquecerse con esta sabia enseñanza: “ Abre tu boca por el mudo, en el juicio de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia, Y defiende la causa del pobre y del menesteroso.” (Proverbios 31: 8-9)
Lo bueno que vaya a hacer hoy, hágalo bien, por usted, por su familia y por su país. ¿Ya leíste Maicao al Día?
Registro automático