Por qué
Todos sabemos que si nos estuviésemos amando todos los unos a los otros tal como Dios nos ama, todas las enfermedades que hoy padecemos, tanto físicas, como mentales y aún las espirituales, desaparecerían por la vivencia del amor universal, ya que éstas son el producto de no amar. Pero si esto ocurriera entonces los médicos y toda la infraestructura médica existente, ¿qué sentido tendría? .Esta idea aterra a todos los que ven en la enfermedad una gran fuente de ingresos, pues saben que la salud es un don muy preciado y maneja costos muy elevados. Les preocupa la idea de ¿Para qué la medicina si no hay enfermos? Entonces muchos verían menguadas sus grandes fuentes de ingresos, sobre todo aquellos médicos que sólo viven en función del dinero; por esta razón su visión es muy corta y no comprenden los grandes alcances de superar la enfermedad por la fuerza del amor.
Los seres humanos aún nos resistimos a cumplir con ese maravilloso mandato de amarnos todos los unos a los otros, a pesar de todas las oportunidades que nuestro Padre Celestial nos brinda a cada instante; Y todo debido a una serie de temores irracionales. Al amarnos todos de verdad se acabaría la delincuencia en todos sus ámbitos, entonces, asalta un temor primario a quien es policía; Si no hay delincuentes ¿a quien voy a perseguir? ¿Qué sentido tiene que yo sea un policía? Un temor similar invade a todos aquellos que administran justicia o tienen que ver con ella, tales como jueces, los abogados y otros miembros gubernamentales que conforman todo un equipo formado para combatir el mal que nosotros mismos hemos creado. ¿Para qué todo ese aparato o montaje para reprimir el mal, si al amarnos ya el mal ni existiría?
Ese es el gran sufrimiento de quienes tienen su visión muy corta y de aquellos que necesitan del mal para tener poder de dominación sobre otros. Es aquí donde vemos que hay muchos intereses creados que no desean que el mal se acabe, y por lo tanto no les interesa, ni vivir ,ni difundir el mandato del amor entre todos los hombres, ya que saben plenamente que la vivencia de ese mandato llevaría a toda la humanidad a vivir en paz y en armonía permanente.
Ese temor infundado de ¿qué haré yo como policía, juez o abogado en una sociedad que ya no los requiere, se constituye en uno de los obstáculos para que pensemos abiertamente en tener una vida mejor entre todos y fundamentada en la vivencia del amor universal. Y que decir de aquellas personas que se dedican al diseño y fabricación de armas con todo tipo de poder destructivo, esas grandes industrias que construyen sus productos con un único objetivo que es matar, aunque se enmascare su verdadero propósito con la palabra defender. Estas personas saben perfectamente que si los seres humanos se estuviesen amando de verdad, sus industrias no tendrían sentido, entonces los asalta un gran temor que conlleva grandes pérdidas millonarias en cuanto a sus inversiones que giran en torno a la industria de la guerra. Piensan que si hay amor entre todos, no habría guerras y si no hay guerras, no se venderían ni se comercializarían sus armas, por lo tanto a ellos no les interesa la paz que es un fruto permanente del amor vivido por todos sin excepción. Estos serían entonces un obstáculo para que se viva el amor.
A pesar de todas las facilidades otorgadas por el Padre Celestial, los seres humanos aún no nos decidimos a amarnos todos los unos a los otros, debido al egoísmo que por muchos años se ha anidado en nuestros corazones, un egoísmo que se ha fortalecido por ese afán desmedido por el dinero, por la acumulación de riquezas materiales que bien sabemos que son un lastre para el espíritu. En esa alocada carrera por conseguir más y más dinero y riquezas se nos olvida vivir, se nos olvida lo que es la vida verdadera, sabemos que si nos estuviésemos amando todos por igual, la presencia del dinero se desvanecería como el ídolo creado que es, Pero el hecho de pensar en un mundo sin dinero, nos aterra, nos preocupa no tener un dios dinero a quien rendirle pleitesía y alrededor del cual hacer girar nuestras vidas y nuestra existencia, por que lo hemos dotado de poder y hemos creído en el poder que da el dinero y las riquezas materiales y nos da miedo amarnos como Dios lo pide, por no perder la oportunidad de tener el poder que da el dinero y las riquezas materiales, pues siempre soñamos con tenerlo y ser coronados con una corona de laurel plateado o de oro.
El poder del dinero va asociado al poder económico y el ser humano vive aferrado a las ansias de poder que le permite manejar y manipular a los más débiles, a quienes se compra como cualquier otra mercancía.
Cuando el ser humano ya tiene dinero de sobra, lo que ansía con toda su fuerza es el poder, poder que le permite hacer todo lo que sus instintos le ordenan, poder para satisfacer sus más recónditos deseos, que no siempre son los más altruistas, pues en la mayoría de los casos se ha usado el poder para manipular y destruir, muy raras veces para construir.
Luego de que el ser humano ha obtenido el poder , se ve ansioso por obtener fama y en ocasiones a cualquier precio, por estas y otras razones los seres humanos no queremos vivir ese mandato divino de amarnos los unos a los otros; porque al estar amándonos tal como Dios ama, el dinero, el poder y la fama, no serían necesarios para nada si estamos todos fundidos en una sola gran unidad de amor, ya que estos elementos anteriores son fundamentados en el egoísmo y no en una conciencia universal.
No amamos porque nos da pánico perder dinero, poder y fama individual.
Otra de las razones por las cuales los seres humanos no queremos amarnos los unos a los otros es el amor por las corrupciones interiores entre las cuales está la mentira que hace ya casi parte de nosotros, estamos de hecho viviendo una gran mentira por no amarnos de verdad; por no vivir la Ley Divina del Amor nuestra vida se ha convertido en una gran mentira; es tan grande que hasta nosotros mismos nos la creemos. Sabemos que aquel que ama de verdad no miente, por eso preferimos seguir viviendo en el engaño y la corrupción, aunque eso nos cause dolor y tragedias; nos ocultamos en lo oscuro para hacer aquellas cosas que no haríamos a la luz del día y en frente a todos, nos sentimos demasiado cómodos con nuestra falsedad, esto es producto del lastre ocasionado por el desamor que hemos vivido desde tiempos inmemoriales.
Sabemos que aquel que ama es libre y transparente en Todas sus acciones; hoy en día no somos libres porque nos aprisionan nuestras propias bajezas y sobre todo el miedo a ser libres, nos invade un gran temor que nos imposibilita amar como lo pide el Maestro del amor que es Jesús.
Ya es hora de que tomemos conciencia universal y nos decidamos a cumplir ese mandato de amarnos, que es independiente de cualquier credo, creencia, religión, fuero político o económico. La vivencia del amor universal debe ser una decisión personal y libre, es un acto de buena voluntad, Al negarnos a amar a todos los semejantes por igual, nos estamos negando la posibilidad de ser felices. ¿Y que ser humano no ansía ser feliz ser feliz de verdad?
Todas las anteriores excusas que esgrimimos para no amar, no nos han traído felicidad, al contrario, cada día nos hacen más infelices. No saquemos más excusas para no amar, pues no es algo difícil , ni de otro mundo , somos seres grandiosos por la capacidad de amar que poseemos, ya es hora de despertarla, porque la hemos tenido dormida a causa del egoísmo.
Un ejercicio sencillo para lograrlo es enviando en forma silenciosa, sin abrir la boca, un “TE AMO” a toda persona que veamos o a aquella en la cual pensemos; a las 8 A.M y a las 9:30 P.M- Para que así la unión haga la fuerza. Lo segundo es leer a diario los mensajes dictados a Mercedes Miranda por Jesús desde 1981. Ver el portal: www.editorialcadenadelamor.com
Juan Elkin Velásquez G.
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