Ceguera y sordera, ¿incompatibles?

¿Cuál es el colmo de una persona ciega? No, no es un chiste, lo estoy preguntando en serio. ¿Cuál es? Pues es tener la mala suerte de, encima, desarrollar sordera con la edad. Mi abuelo se quedó ciego a los cuarenta y cinco años por culpa de su trabajo de soldador y, desde entonces, vive retirado cobrando una merecida pensión. Fue duro para él, al igual que lo fue para todos nosotros, pero, por suerte, aprendió a vivir con ello y a encontrar recursos y estrategias útiles para poder desenvolverse por sí mismo en la medida de lo posible.

Por eso, el hecho de que ahora, encima, también se esté quedando gradualmente sordo, es algo que ni me gusta nada; y a él menos, claro. Porque, aunque intente esconderlo, todos nosotros, su familia, sabemos que está deprimido. Sin embargo, ¿qué podemos hacer para evitarlo? Bueno, afortunadamente, su sordera no es incurable o irreversible, como sí lo fue el accidente que lo dejó ciego. O quizá me he explicado mal: no es que se pueda curar, pero por suerte sí que existe tecnología que palia o neutraliza el problema de forma muy efectiva. Y me estoy refiriendo a los audífonos.

Mi abuelo es muy tozudo y, por eso, cuando le dijimos que era urgente llevarlo a un centro auditivo, se negó en redondo. Con todo lo de su ceguera se quedó harto de hospitales y podría decirse que les tiene una fobia comprensible. No obstante, y gracias a la información que le di de artículos de la Fundación de Ayuda a la Audición, que es una página de subvenciones de audífonos, mi abuelo comprendió no solo que tenía un problema, sino que este sí tenía solución. Tenemos planeado ir mañana tanto él como mi padre, mi madre y yo. Personalmente, no quiero dejarlo solo mientras pase por un trance que le incomoda, por mucho que este sea por su bien.