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Ciencia y ciencia ficción: imaginación elevada al infinito

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“Me salí del tejido espacio-temporal, de manera que quede en el imaginario reposo absoluto y lo miré desde “arriba”; y vi como el universo se estaba expandiendo. Desde allí medí el tiempo del universo, y vi que el mismo universo esta viajando hacia el futuro, su “propio futuro”, ya que yo estaba en reposo absoluto, y no tenía ni pasado ni futuro, sólo vivía un presente, ya que mi tiempo era infinito…”.

Este tipo de frase es un ejemplo del pensamiento que siguen los escritores de ciencia ficción hard en sus historias, creando situaciones racionales pero ficticias. Los científicos, en cambio, crean situaciones racionales pero “reales”. Y digo reales entre comillas porque, seamos sinceros, no tenemos idea en donde estamos ni por que estamos, ni de donde venimos ni adonde vamos. Por lo que de alguna manera toda las teorías científicas, todos los fenómenos que vemos y percibimos, y todas las explicaciones que el hombre dio a lo largo de la historia, fueron y son creadas por otro universo creo yo más complicado: la mente humana.

Entonces no podemos hablar de sucesos reales. El mejor sentido que usamos para percibir las cosas es la visión. Antes de que Maxwell predigiera la existencia de las ondas electromagnéticas, el mundo y el pensamiento del hombre era totalmente distinto. Y era el ojo el instrumento que media y detectaba los fenómenos visibles. ¿Cómo veríamos las cosas y que hubiese ocurrido si nuestro ojo, en ves de percibir la luz visible, detectaría, por ejemplo, la de rayos X? Seguramente la historia cambiaría de la que conocemos. Incluso, tal ves algunas leyes físicas conocidas no las habríamos desenterrado; o habríamos formulado leyes que no existen en nuestra historia.

Pero me restrinjo a esta visión y me remonto en el tiempo del hombre.

Está bien si decimos: “desde su aparición en el universo, el hombre ha tratado de descifrar y dar a luz las leyes ocultas del mundo que lo rodea”. Aunque solo unos pocos, una fracción del total se han interesado y ocupado de los fenómenos naturales. Y esos pocos fueron creando la línea del pensamiento, la historia y el futuro de esta pequeña parte del universo. Y cada punto de esta línea lleva el nombre de hombres curiosos que se propusieron solayar los engorros con que se encontraban, tratando de explicar los fenómenos presentes de su época. Pero seguramente más de uno dio un salto en esta línea, elevando su imaginación fuera de los límites cotidianos. De hecho, lo hicieron…como cuando allá por los albores de Arquímedes el vació que hoy conocemos era en realidad un conjunto de alambres invisibles llamados funículos; o como Empédocles, quién lanzó la hipótesis de la existencia del átomo, idea que, al ser tomada por Dalton a principios del siglo XIX desencadena la evolución atómica; o como Pitágoras, que fue la oveja negra de su época, por ser el primer hombre que le dio forma matemática al universo; o filósofos pensadores como Platón forjaron ideas que seguían una orden lógica de organización social; o como Paracelso, quien pretendió crear un ser de carne y hueso llamado “homúnculo” con prácticas alquimistas; o como Einstein, quien descubrió la flexibilidad del tiempo; o genios literarios como Verne, que plasmaron sus ideas “locas” de viajes espaciales y temporales y mundos diferentes.

Fue toda esta tormenta de imaginación lo que hizo a la evolución de la ciencia. Si recordamos la época en que la “ciencia” se consagro como ciencia, es decir, con los trabajos de Galileo, y nos replanteamos su significado objetivo, nos daremos cuenta de que todo lo anterior no era exactamente ciencia; digamos que era una especie de “ciencia ficción I”, considerando que me remonto varios miles de años al pasado; en donde a la gente no le quedaba otra que especular utilizando su razón, sin verificación ni justificación experimental. Este razonamiento evolucionó a lo “Kaizen”, formando épocas diferenciadas en cuanto al pensamiento, que marcaron el camino a la ciencia pura. Después, este pensamiento racional se atenuó a la objetividad, a la estricta comprobación experimental. Lo que antes era una imaginación con tendencias futuristas se había convertido en una simple imaginación cotidiana; la imaginación había caducado, en rasgos generales. Pero esta bella tarea (imaginación y especulación científica) no quedó ingrávida, sino que cayó en el campo de la literatura, pasando por la radio y de allí al cine… todo un proceso. Basta con echar un vistazo a “Los anillos de saturno” en donde Asimov habla del Salto, un brinco al hiperespacio, en el que en un diferencial de tiempo “recorres” miles de millones de años luz en tu nave galáctica. Este cometido, querido lector, se habrá dado cuenta usted que nos acusa una vaga definición cosmológica: agujeros de gusano. En la historia menciona neutralizadores de gravedad para contrarrestar campos gravitatorios fuertes y micro-reactores protónicos para acelerar la nave. Lo sorprendente es que la historia se publicó un año antes de que la Ye-1 (primera nave en abandonar la tierra) se dirigiese al espacio.

Y ahora viene la pregunta ¿qué pensarían las personas que vivieron en la antigüedad al encontrarse con la sociedad y tecnología vigente en la actualidad? Bueno, imaginemos que me voy con mi máquina del tiempo no “tan lejos”, digamos que lo busco a Newton, y lo traigo para acá. La verdad, y sí que me sincero, no tengo la más blanca idea de lo que pasaría por su mente. Seguro se sorprenderá, más aún cuando le muestre la teoría general de la relatividad; y luego de un tiempo de reflexión junto a él, lo llevaría frente a una verdulería, y le pediría que me explique con su manzana como descubrió la gravedad. Al fin y al cabo, yo me sorprendería más que él (…)

Entonces pasando drásticamente a otra cosa se me ocurre la cuestión ¿las leyes naturales las inventamos nosotros mismos o Dios las tiene en una lista? La respuesta no la sé. Leyes de tránsito, leyes económicas y políticas, etc. Estas leyes rigen nuestro universo social. Y estas leyes marcan un orden para organizar y entender así un determinado fenómeno o un proceso lógico. Pero este universo ficticio que creamos es un subconjunto de un dominio que apenas conocemos: El Universo. Y dicho universo tiene vaya a saber usted cuantas leyes; cuantas variables distintas del espacio y el tiempo de las que, si existen, desconocemos. Algo que por ser tan grande e ilimitado a nuestra percepción cotidiana nos es imposible conocer totalmente (incluso hasta para la ciencia misma, pero no tanto para la ciencia ficción, ya que sus límites especulativos se reducen a nuestra imaginación, como les daré a conocer en adelante) y –reconozcámoslo- , tal ves nunca en la existencia de nuestro universo social podamos darle certeza y descripción. Pero ese gran honor que llevan algunos hombres en cada fotón de su alma hizo que sobrepasemos los límites de la naturaleza e imaginación. Y yo personalmente, comprendo su sentimiento. Es que el universo es como una melodía en construcción que la va componiendo el hombre. Y no es porque tengamos las partituras en nuestra mente, mas bien conocemos las frecuencias del pasado; este es nuestro punto de partida para saber que nota es la que le sigue a la que conocemos en el presente. Podría decir que nuestro fin es descubrir la última nota del universo, para así poder entenderlo completamente y contemplar su bella armonía en su totalidad. Y ya sea que esa última nota sea Dios o el Big Crunch, hay que reconocer que no sabemos en que nota estamos. Entonces entramos en el terreno de la ciencia ficción, ya que a veces nos puede anticipar una nota, aunque en ocasiones se equivoque de instrumento.

La ciencia ficción, a la cuál se la llamaba literatura de anticipación, es indudablemente un mapa que ayuda a la ciencia a encontrar los distintos caminos posibles a nuestro avance intelectual, tecnológico e incluso social (enmarcándome en su subdivisión “soft” para este último aspecto). Y así lo delata la historia. No se sabe concisamente la época exacta de su surgimiento, hay incluso investigadores que dan a conocer la hipótesis de que el origen de la ciencia ficción data de la antigua Grecia, y otros, a los cuáles doy más fiabilidad, que postulan su nacimiento a principios del siglo XIX. De todos modos empezó a hacerse popular a mediados del siglo XX, y fue en este y el anterior siglo donde tipos como H.G. Wells, Jules Verne, Isaac Asimov, e innumerables científicos-escritores desarrollaron este género literario, de los cuales una gran parte de ellos fue científico, y aquí me detengo con la pregunta ¿tiene algo que ver la ciencia actual (con sus nuevas propiedades de firmeza y el requerimiento de su estricta comprobación experimental) con la tendencia de que algunos científicos se conviertan en escritores de ciencia ficción?. Efectivamente, según mi punto de vista. Tal ves estas características intrínsecas de la ciencia inhibió, por así decirlo, a algunos hombres a poder explayarse en sus ideas, que tendrían gran impacto si las presentasen como reales, incluso hasta ser objeto de burlas. Antecedentes lo muestran como es el caso de Svante Arrhenius, quien en el 1800 dijo que el CO2 iba a dañar la atmósfera en un futuro próximo y la comunidad científica se le rió en sus narices; otro tipo en 1959 dijo lo contrario, que la emisión del gas favorecería nuestra atmósfera y le dieron un premio. O cuando Goddard propuso la idea de los viajes espaciales, la mayoría de sus colegas lo contradecían. En consecuencia buscaron alguna forma de expresión sin límites, como lo es la literatura de la ficción de ideas, es decir, la ciencia ficción. Y gracias a esto los científicos parecen avocarse cada ves más a especular y agrandar el “ancho de banda” de la ciencia, ya que son inspirados con los textos de escritores como Verne, para quién la luna estaba lejos. Y esto me da pie para preguntarme ¿alguna de sus ideas se convirtieron en predicciones que de alguna manera anticiparon hechos ocurridos o que sucederán en un futuro próximo? Claro que sí. Así lo demuestra Huxley Aldous en “Un mundo feliz”, quien anticipa la tecnología genética y la clonación en el año 2540 después de Ford; Asimov mostró la microcirugía en un “Viaje alucinante”; A.C. Clarke, en su novela “2001”, habló de satélites espaciales geoestacionarios, y veinticuatro años antes había escrito un artículo de los mismos. Veinte años después se puso en órbita el primer satélite comercial; cuando Wells transmitió por radio “la guerra de los mundos” e hizo temblar a varios oyentes, promovió tal ves la construcción del láser y gases asfixiantes, por cómo él describió las armas extraterrestres.

Lo bueno es que hay una lista larga de predicciones que nos asombraron. Y seguramente habrá más textos que afectarán a los futuros ingenieros y científicos a desarrollar nuevas tecnologías y teorías que nos llevarán a las siguientes notas de la melodía del universo. La ciencia ficción nos anticipo mucho, por eso hay que incorporarla cada ves mas, enseñar y divulgar a través de ella, para poder avanzar con la ciencia y la tecnología. Más aún en nuestra actual problemática, como lo es el aprovechamiento de las energías no renovables en reemplazo a los combustible fósiles y el desafío a futuro que esto implica.

Tal ves la mayor afinidad entre el par ciencia-ciencia ficción es y será el desatado a mediados del siglo XX, que continua aun vigente. Estamos en medio del cielo y el infierno, y sus gobernantes no son Dios y el diablo precisa y respectivamente, sino que el cosmos para el primero, un mundo de gravedad, y el átomo para el segundo, un mundo electrizante de total desorden. Quiero decir que según creo, teorías como la de las supercuerdas, la teoría M, y muchas otras desencadenadas en los 70’, tienen como base mucho la especulación e imaginación, propio de la ciencia ficción.

Finalizando y entrando en mi conclusión, la ciencia escribe sus teorías en la orilla del mar y dejan sus grabados en la arena, hasta que, en algunas ocasiones, una ola de ciencia ficción antes lejos de la orilla llega y deja limpia la fría y rugosa superficie para ser reemplazada por otro escrito. Y las ondas de estas olas están cada vez menos espaciadas, acarreando consecuentemente un continuo cambio en el pensamiento científico-tecnológico. La ciencia impuso sus bases partiendo de la observación de la naturaleza, uniendo esto con razonamientos adquiridos a causa de una historia de la ciencia misma. A raíz de esto, el pensamiento humano generó una estructura per se. Cuando entablamos una partida de ajedrez, sabemos qué tipo de movimiento podrá tener una pieza dada y dar posibles fines sobre qué tipo de nudo tendrá la partida, teniendo en cuenta las reglas del juego. Análogo al ajedrez, el tablero representaría el universo; las piezas serian los fenómenos o cambios intrínsecos del universo; y las personas que ejecutan y piensan los posibles estados de la partida, la ciencia ficción, basadas en las reglas del juego, la ciencia y sus teorías. Como decía Bill gates, “la clave está en anticiparse”.

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Comentarios
sonnyvancleef1 12 de Jun, 2010
+1

me encanto y por lo que veo nadie escribe sobre el tema ?? mmmm

gracias

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