Puertas de seguridad
Como técnico en seguridad, recibo a diario muchas llamadas de personas preocupadas con la puerta principal de su vivienda y me piden asesoramiento de si es o no segura. Para realizar una evaluación correcta de esto, es imprescindible el visitar la propiedad y ver con exactitud los pros y los contras que pueda tener la puerta. Por lo general las puertas que se instalan en las urbanizaciones, son de muy mala calidad y tienen un nivel muy bajo de seguridad. Cuando el constructor trata de abaratar costes, las puertas son uno de sus objetivos (Esto no es siempre así, pero en la mayoría de los casos, una forma de abaratar costes son la puertas de baja calidad) Este tipo de puertas se ven muy afectadas por los cambios de temperaturas, y al paso de unos pocos años, empiezan a rozar en el suelo y pierden horizontalidad, dando problemas al abrir o cerrar la puerta. En cuanto a la seguridad, las puertas económicas, no cuentan con anclajes y reforzamiento en el marco, por lo que son muy fáciles de penetrar con un par de destornilladores grandes, haciendo presión entre el marco y la puerta. Otra carencia típica, es la falta de un escudo protector que impida que se pueda extraer el bombillo o partirlo. Para tener una buena protección, la puerta debe de ser acorazada, esto es que esté protegida, tanto por la parte exterior como por la interior, como una placa de acero. Naturalmente, este tipo de puertas es mucho más costosa que una puerta que se puede conseguir en un gran almacén, pero su seguridad es mucho mayor.
Yo suelo recomendar, que la cerradura sea activada por un bombillo y no por el sistema de Borjas, el bombillo es mucho más seguro, porque un buen bombillo no puede ser ganzuado ni taladrado. Las antiguas puertas de madera, son muy fáciles de vulnerar, por eso hay que reforzarlas con placas de acero en el interior y con cerraduras de pompa con barras.
Si se tienen dudas sobre la seguridad de la puerta que tenemos en casa, lo mejor es llamar a un experto y escuchar sus consejos, para que no haya que lamentarse frente a una intrusión no deseada.
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