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tarde para volver Capitulo 10 segunda parte

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-Porque no me gustaría vivir aquí?- repitió Mabel -No se ofendan por favor- les dijo a sus padres políticos, mirándolos a ambos fija y alternativamente a los ojos. -Tienen un magnífico país. Su economía es floreciente. Los derechos civiles son excelentes. Por lo que me han contado, probablemente los beneficios sociales, sobre todo para la vejez, sean mejores que los que hay en España, aunque como desconozco completamente cuales son los de allá, no tengo manera de hacer un parangón real. Pero me gustaría que puedan comprender que yo tengo una forma de vivir totalmente diferente a ustedes. En principio, no me gusta cenar a las 6 de la tarde. No me gusta que la vida casi se acabe a esa hora. Excepto en Londres, por aquí todo parece que, después de esa hora, se sume en un sueño profundo, donde ningún ruido se escucha, excepto el de algún coche y supongo que estaremos completamente de acuerdo en que casi no hay tráfico. Me da la sensación que el mundo se detiene hasta el día siguiente, aletargándose. Y convengamos que si decidiéramos venir a Inglaterra sería para estar al lado de vosotros y no para ir a Londres. En Madrid el bullicio no duerme nunca. Y a mi me encanta eso. Me encanta encontrar gente en la calle a cualquier hora.- Y continuó - Tampoco me gusta la frialdad con que me ha tratado mucha gente al descubrir que no era inglesa. No digo que me hayan despreciado, no se confundan con mis palabras, digo que han estado fríos conmigo. Muchos de vuestros amigos me miraban como si fuera un bicho raro, o por lo menos así me hicieron sentir. Hasta la abuela de Alex me pareció que me miraba así-.

-Creo que estas exagerando Mabel, pero respeto tu posición- le contestó Cleve, resignado. Él conocía muy bien lo que era la discriminación por haberla sufrido personalmente, pero le parecía sinceramente que su nuera estaba agrandando la situación, por lo menos en lo que respectaba a su familia, y lógicamente entendía que Mabel no quisiera sentirse así y sabía que eso le pasaría si decidían venir a vivir a Inglaterra.

-A Alex y a mi nos gusta estar en Madrid. Lo siento, supongo que ustedes querrían tener a su hijo cerca, Yo también tengo a mi familia lejos y se lo que es la nostalgia. Y también quisiera que, sobre todo, mi madre estuviera cerca de mí. Por todo esto, te pido perdón, Cleve. Espero que puedas comprenderlo-.

Lo comprendiera o no, Cleve no podía cambiar las cosas. Las decisiones estaban tomadas y él no tenía poder para modificarlas.

Cuando se fueron prometieron que tratarían de volver al año siguiente, pero Mabel les pidió por favor que cuando pudieran, fueran a visitarlos a España para conocer a su nieto o nieta.

-Por supuesto que lo haremos- dijo Cleve.

-Ya sabemos del placer que da un nieto. A no ser que sea por una fuerza mayor, no nos perderemos del de ninguno de los que tengan nuestros hijos. Joey ha traído tanta alegría a nuestras vidas que nos imaginamos a menudo los dos, cómo vamos a disfrutar cuando estemos rodeados de nietos de todas las edades Siempre pensamos que en alguna navidad estaremos sentados todos alrededor de una misma mesa.- suspiró Cleve.

-Algún día puede que se cumplan vuestros sueños-, le contestó Alex, -no perdamos las esperanzas. Si, tengo la convicción que algún día se harán realidad vuestros sueños y para que negarlo, también míos. Sueño con bastante frecuencia compartir un cumpleaños o una navidad con Joey-.

Cuando nació Samanta, la primera de las hijas de Alex, sus padres vinieron tan pronto como Cleve pudo arreglar sus vacaciones en el trabajo.

Su hermano no había podido ir con ellos, pero les había prometido que iría a conocer a su sobrina cuando pudiese tomarse las vacaciones junto a su novia, que también quería ir a conocerla.

Durante 15 días, los padres no se movieron del lado de su nieta.

Por primera vez podían disfrutar a un nieto todo el día, aunque más no fuera mientras la contemplaban dormir.

No es que se quejaran de la frecuencia con la que veían a Joey, pero siempre lo hacían en compañía de sus padres o de sus abuelos, y jamás un día completo.

No quisieron salir a ningún lado.

Querían llevarse de tal manera a Samanta en sus recuerdos, que pudieran sentir su presencia junto a ellos todo el tiempo que pasara hasta volverla a verla.

Ambos abuelos estaban tan contentos de que su nieta hubiera nacido tan sanita!

Había pesado 3.450 gramos y nacida de parto normal.

-Es un bebe tan bonito!- decían ambos, mientras la miraban arrobados.

-A quien se parece?- Se preguntaban el uno al otro.

-Creo que es idéntica a su madre- decía Kelly

-Yo en cambio, creo que se parece a tí. Observa, tiene tus mismas pestañas y tu mismo color de ojos.-

-Puede ser, mi color de ojos es idéntico al de Alex- contestaba Kelly, -pero sigo creyendo que se parece a su madre-.

Así estuvieron durante toda su permanencia en España. Observando y disfrutando de su nieta sin cansarse.

Se marcharon muy tristes. Ambos hubieran querido llevarse a los tres con ellos

-Por suerte existe la cámara web- comentaban con mucha frecuencia, -gracias a ella podremos disfrutar de Samanta a la distancia como lo hacemos con los chicos. Podremos verla, oír sus primeras palabras, seguir paso a paso su crecimiento-.

Poco tiempo después que sus suegros volvieran a Inglaterra, Mabel tuvo que pensar seriamente como haría para combinar sus tareas maternales con el trabajo y el estudio.

Recordó que en el mismo edifico de ellos, vivía Rocío, una muchachita de 14 años muy introvertida, con la que Mabel intentaba siempre mantener conversación cuando se encontraban en el ascensor.

Nunca había logrado una oración completa como respuesta a sus preguntas. Siempre consistían en un si o un no, o un claro, o un tal vez. Nunca algo más, jamás un comentario propio. A Mabel le pareció siempre una personita muy inteligente, educada y sencilla.

Se le ocurrió preguntarle si se animaría a cuidar a Samanta durante el tiempo que ella tenía que concurrir a clase. No siempre eran los mismos horarios y nunca le insumían más de tres horas.

Durante su jornada de trabajo ya había ido a hablar a una guardería. En su trabajo los horarios eran fijos y estaban dentro del rango de funcionamiento de la misma, por lo que no había tenido problemas en que la aceptaran, pero los horarios de clases no eran siempre los mismo y estaban fuera de esa condición.

Mabel le explicó que sus ingresos no eran muy buenos y que no podía ofrecerle el mismo pago que otros padres suelen dar en estos casos.

Rocío aceptó con mucha alegría. La hora que Mabel partía para la universidad, no era nunca antes de la que ella volvía del colegio, por lo que podía combinar perfectamente ambas actividades, y aunque la paga no fuera muy buena, a ella le encantó la idea de tener su propio dinero.

Samanta se adaptó muy bien a sus cuidados y tampoco tuvo problemas cuando comenzó a concurrir a la guardería.

Mabel se alegró mucho de haber tomado esa decisión, puesto que eso le permitía ir a clase tranquila y poder seguir el mismo ritmo de su esposo.

Después del nacimiento de Samanta, John y su esposa comenzaron a venir a Madrid con frecuencia. Si bien no eran metódicos sus viajes, podría decirse que venían aproximadamente una vez al mes.

Ambos estaban muy encariñados con la niña. Su único hijo era homosexual. Había estudiado ecología y junto a su pareja, viajaban permanentemente por el mundo dando conferencias, invitados por distintas universidades.

En España y en muchos otros países estaba en pleno apogeo la lucha de los homosexuales para conseguir los mismos derechos que tenían los heterosexuales, con respecto a su relación como pareja ante la sociedad. Entre esos derechos se hablaba el de poder adoptar libremente.

Pero a su hijo no le interesaba la idea de la adopción. La pareja estaba muy felizmente conformada y adaptada para viajar y disfrutar de esos viajes y un hijo vendría a entorpecer sus planes.

-No está en nuestro deseo, y estoy hablando por los dos, tener un hijo. Queremos gozar de nuestra libertad. Nos encanta nuestro trabajo y nos encanta viajar. No esperen eso, por lo menos por mucho tiempo- les había dicho en una oportunidad cuando se animaron a preguntárselo.

Tal vez por eso era que habían tomado a esta niña como su nieta.

Llegaban en avión alrededor del mediodía del sábado y se iban en el primer vuelo disponible a las 7 de la mañana del lunes.

Siempre venían cargados de juguetes. También traían cuatro boletos para el espectáculo de moda. Los invitaban a los dos a ir a cenar y compartirlo.

Nunca aceptaron quedarse por las noches en el departamento. Veían que era muy pequeño y que su presencia entorpecería bastante la intimidad de la pareja, por lo que preferían ir a un hotel. No era eso lo que le habían dicho a ellos. Habían puesto como excusa que ya eran mayores y que tenían hábitos de tales, y no les gustaba molestar.

Al principio, Alex y Mabel habían insistido pero, después de la segunda negativa, habían dejado de ofrecérselos.

Bob y su novia vinieron a visitarlos para la primera navidad que festejarían acompañados de una hija.

Bob había pensado que hacía mucho tiempo que no la compartía con su hermano y aprovechó la ocasión para venir a conocer a su sobrina y volver a estar juntos en estas fiestas tan entrañables.

Alex sintió una intensa felicidad cuando su hermano se lo comentó. Él también deseaba mucho volver a estar en esa fecha junto a su hermano. En verdad, y como ya se lo había dicho a su madre, él deseaba que todos estuvieran reunidos esa noche, incluyendo a Joey, pero se conformaba con tener por lo menos a su hermano.

Sus padres no habían podido venir porque a Cleve no les quedaba días de vacaciones en el trabajo.

Al año siguiente los padres de Alex vinieron nuevamente a visitarlos. Esta vez lo hicieron por un mes completo. Samanta, iba a cumplir su primer aniversario y querían estar presentes.

Encontraron que su nieta era una niñita muy inquieta y movediza. Estaba todo el día bailando y tarareando, puesto que todavía no sabía hablar, las canciones con las que bailaba.

Había empezado a caminar sola hacía un mes y ya se desenvolvía con total soltura.

Kelly la tomaba de sus manitos y bailaban juntas al compás de la música durante horas. Ninguna mostraba signos de cansancio. Cleve, más tranquilo, miraba con placer la escena sentado en el diván. Rara vez, se unía al baile.

Mabel y Alex se habían puesto de acuerdo para que la niña hablara ambos idiomas a la vez para poder comunicarse con todos los miembros que componían su familia. Cada uno le hablaba en su lengua natal, para que el acento fuera el correcto en ambos casos y no tuviera la deformación habitual que suele sufrir cualquier idioma cuando es interpretado por quienes los aprenden, cuando ya han establecido el desarrollo muscular y gutural de su lengua madre.

Gracias a eso, Kelly, podía leerle cuentos. Y sabía que más adelante podría comunicarse con su nieta, sin inconvenientes. Ella había intentado aprender algo de español, pero lo encontraba muy difícil, sobre todo cuando tenía que enfrentarse a las conjugaciones verbales, por lo que había desistido.

La primera fiesta de cumpleaños fue muy íntima puesto que Mabel consideraba que era muy pequeña para invitar a otros chicos. Sólo estaban ellos cuatro y Rocío. De todas maneras, había comprado globos, pitos, matracas y gorros de cumpleaños, para que cada uno de ellos y Samanta lo lucieran durante el festejo.. Así fue como resultó ser una fiesta familiar, pero muy bulliciosa. Todos disfrutaron plenamente.

Kelly y Cleve llevaban casi todos los días a su nieta al parque. El departamento era muy pequeño y Samanta no tenía suficiente espacio para desarrollar toda esa energía que tenía de sobra.

Durante el tiempo que ellos estuvieron de visita, no fue ni a la guardería ni vino Rocío a cuidarla. Mabel estaba preocupada pensando que podría llegar a tener problemas cuando tuviera que reintegrarse, pero no fue así. Samanta retomó su ritmo habitual cuando sus abuelos se fueron, sin presentar ninguna conducta problemática.

Hannah, la segunda hija de Alex, nació un año después, en el mismo mes de Samanta y con 5 días de diferencia de fecha. También nació de parto normal.

Cleve y Kelly volvieron de visita. Se alegraban que las fechas de cumpleaños de las niñas fuera tan próxima, eso le permitiría, si Dios quería darles larga vida, no perderse el festejo de ninguna de las dos. Reservarían siempre sus vacaciones para esta fecha y, como sus hijos habían decidido desde el año anterior que tratarían de pasar todas las navidades en Inglaterra, Kelly tenía la certeza que la distancia seguía sin ser tan importante.

Rocío se encargó, a partir de este segundo nacimiento, del cuidado de ambas niñas. No le faltaba mucho a Mabel y Alex para recibirse y ella se comprometió a ocuparse de ellas hasta que eso ocurriera.

Hannah era una niña muy tranquila. Se parecía bastante a su hermana, aunque el color de su cabello, ya se veía que iba a ser castaño como el del padre.

Dormía casi todo el día, por lo que los abuelos dedicaban casi todo su tiempo a Samanta, quien seguía tan inquieta y movediza como la primera vez que vinieron. Acostumbraban a llevarla como siempre al parque para que gastara un poco de esa energía que le sobraba a raudales.

Un día la llevaron al zoológico. Era la primera vez que iba y todo le llamaba la atención.

Hablaba todo el día sin parar, y por supuesto les habló a cada uno de los animales que visitó. Cuando llegó al lago con cisnes les ofreció comida, que ellos aceptaron de su manito. Al principio sintió un poco de miedo, pero después empezó a compartir su comida con los cisnes, sin ningún temor. Quería llevárselos a todos consigo, a su casa. No le tenía miedo a ninguno, ni siquiera al hipopótamo, que cada vez que bostezaba dejaba al descubierto su potente mandíbula.

Otro tanto ocurrió el día que la llevaron al acuario. Le preguntaba a sus abuelos por que no podía entrar dentro del receptáculo para acariciarlos y se enojaba cuando la respuesta que obtenía no la convencía. Sus abuelos siempre terminaban la conversación agotados, en el vano intento de hacerle entender las cosas, sin conseguirlo casi nunca.

También aprovecharon para hablar mucho con Mabel, que estaba de baja por maternidad, sobre todo Kelly. Siempre, en sus visitas, querían ponerse al tanto de todo lo acontecido durante el año, y no le alcanzaba nunca las interminables horas que Mabel le dedicaba.

Cleve, como siempre, trataba de convencerla que se mudaran a Inglaterra. Kelly no decía nada aunque en sus ojos se notaba que ella también lo deseaba intensamente.

Cuando Bob venía de visita, hacía exactamente lo mismo que su padre. Le hacía notar a su hermano cuánto necesitaba su presencia cerca. Si bien era cierto que ya no lo necesitaba para que lo defendiese, le repetía una y mil veces que bien le haría que su mejor amigo y su héroe estuviese a su lado.

Mabel siempre trataba de encontrar palabras para que ni su suegro ni su cuñado se ofendieran con su rechazo. Y generalmente lo conseguía.

Como siempre, la partida, tanto de unos como de los otros, iba acompañada de una intensa tristeza.

John y su esposa no dejaron nunca de venir a visitarlos. También estaban arrobados con esta nueva personita que estaba completando la familia de sus sobrinos. Tampoco ellos faltaron a ningún cumpleaños.

Cuando Hannah estaba por cumplir un año, ambos completaron sus estudios. No habían sido alumnos brillantes, pero sus notas tampoco habían sido bajas.

Festejaron el cumpleaños de Hannah con la misma sencillez con que habían festejado el primero de Samanta. En cambio 5 días más tarde, la casa se llenó de pequeñines que revolotearon en ese pequeño living, durante casi 3 horas.

Los abuelos y los padres, John y su esposa, no alcanzaban a atender entre todos, los pedidos incesantes de coca cola y papas fritas que luego tiraban por el piso.

En este viaje, los padres y sus tíos aprovecharon para festejar, además, la graduación de sus hijos y sobrinos. Los cuatro estaban muy orgullosos de ellos.

Y tal como lo había prometido hacía mucho tiempo, John les consiguió trabajo a los dos. Poco tiempo antes que ellos terminaran con sus estudios, John, en una de sus visitas a Madrid, había hablado con algunos conocidos a los que había puesto al tanto de la próxima graduación de sus sobrinos.

Cuando se recibieron, ellos fueron a verlos y luego de una entrevista personal lo habían obtenido.

A partir de ahora, ya no trabajarían en la misma empresa ni tendrían los mismo horarios, pero eso no les importaba.

La oferta salarial de ambos hacía que sus ingresos fueran más del doble de los anteriores, y eso les compensaba ir a distintos lugares y con distintos horarios.

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