Hablando del amor...

Cuando me pongo a pensar que lo más importante en la vida es el amor, reafirmo una vez más que estoy en lo cierto; más allá de aquellos y aquellas que piensan que son otras “cosas”, como el dinero, la comodidad, la fama, el conocimiento, etc., etc., etc. Lo cierto es que sin amor no existe nada. Veamos. Si uno no se ama, no se acepta, no se da su espacio y valor necesarios e indispensables. Uno si no se presenta agradable para uno mismo, no lo puede hacer hacia los demás. Esto es muy verdadero cuando tratamos de una relación entre un hombre y una mujer. Y se aplica tanto para el hombre como para la mujer. El amor al fin y al cabo no tiene cara de mujer ni de hombre.

Lo malo y casi común es que nos preocupamos en la vida de todo aquello que es perecedero, es decir, lo que es secundario. No con esto quiero decir que es menos importante pero que realmente reviste una cualidad de dependencia ante el amor. Todo lo que se puede y debe hacer debe llevar el ingrediente esencial del amor, y esto es fácil de percibir, y hasta es seguro de que siendo así todo resulta positivo y eficaz. No así cuando está ausente en todas las actividades de nuestro diario vivir.

En particular, cuando obramos con amor, nos revestimos de una energía pura que produce efectos positivos, primero en nosotros y luego en el ambiente y personas que nos rodean. Eso es cierto y para sentirlo y experimentarlo, sólo hace falta querer hacerlo. Es más, considero que todo, absolutamente todo, debemos hacerlo con amor. Quien ha experimentado la fuerza inmensa del amor en su vida me dará la razón. No existe manera más segura de enrumbar nuestras vidas a puerto seguro si descuidamos este ingrediente tan especial.

Por lo tanto, entreguemos nuestra vida al dulce y seguro encanto del amor puesto en cada actividad y pensamiento que tengamos.