Aprendizaje IV
Al día siguiente, la acción ya había comenzado. La caballería de Aníbal impidió el abastecimiento de agua, atacando a las tropas del otro lado del río. Esto forzó a los romanos a enfrentarse a entrar en combate, tal como Aníbal deseaba. En una mañana soleada, con mucho viento y a orillas del río, la batalla más grande de la historia estaba a punto de comenzar.
Tercio se encontraba en posición junto a los équites romanos en el ala derecha. Estaba nervioso. Era su primera experiencia en combate y se enfrentaba a la peor pesadilla de los romanos. Sus sentimientos mezclaban el temor ante Aníbal, la ansiedad previa de la batalla y la confianza apoyada por noventa mil almas romanas.
Mientras Tercio, en medio de la filas, se perdía en sus pensamientos y cuestionamientos sobre la guerra y la voluntad del hombre para alcanzar el poder y la gloria, repentinamente algo le llamó la atención.
-¡Maten al tuerto! ¡maten al tuerto!-gritaban
-¿Qué? ¿Qué tuerto?- Dijo tercio mirando preocupado a su alrededor.El jinete que estaba al lado quien se percató de la reacción de Tercio e intentó explicarle
-No te preocupes, el tuerto no está aquí, está allá- dijo el équite que estaba a su lado se percató de la reacción de Tercio e intentó explicarle.El jinete indicaba hacia el ejército contrario, precisamente en el centro.
En un instante Tercio comprendió que “el tuerto” se trataba de Aníbal, el gran objetivo, la mente maestra de la fuerza enemiga. Luego de levantar la mirada, notó que el ejército romano había crecido enormemente desde que él tomó su posición junto a la caballería. Ahora presenciaba un mar de romanos a su izquierda, con miles de lanzas y cascos expuestos.
Era el ejército mas grande de la historia y su presencia poderosa era casi conmovedora. Tercio intento comparar con la mirada la magnitud ambos ejércitos, calculando que las fuerzas romanas superaban a las de Aníbal en una proporción de 3 hombres a 2.
En ese momento comprendió que la amenaza de Aníbal era tan grande que Roma tuvo que reunir todas sus fuerzas y apostarlo todo en una sola batalla. Es decir, la magnitud de este ejército no solo refleja la fuerza de Roma, sino también su vulnerabilidad y desesperación.
Respecto de las tropas de Aníbal, notó que la infantería situada en el centro se parecía a un ejército romano. Probablemente eran bárbaros con equipamiento romano obtenido de sus victorias anteriores. Eso irritó a Tercio, pero le tranquilizó el hecho de que fueran pocos frente a la infantería romana, así que estaban condenados. En cuanto a la caballería, era más numerosa que la romana, y la fama de su poder era aterradora. Tercio sabía que el enfrentamiento era inevitable, así que intentaba no pensar en esa diferencia. Era lo único que podía hacer.
El combate estaba por comenzar. Se escuchaban arengas que animaban a la tropas haciendo referencia a la superioridad numérica y a no temer al enemigo por las pasadas derrotas, sentenciadas más por circunstancias desfavorables que por la superioridad del adversario.
Las hostilidades comenzaron con el hostigamiento. Tanto los vélites con sus lanzas arrojadizas como los honderos baleares del enemigo acechaban a la infantería, pero era un más daño moral que físico, pues inquietaba a las tropas en medio de la formación.
De repente la caballería enemiga avanzó con fiereza. Eran los famosos númidas con sus caballos pequeños y rápidos montados por jinetes hábiles y fuertes. De inmediato, el cónsul Emilio Paulo dio la orden de cargar a la caballería del ala derecha, en la cual estaba Tercio y Cneo. Por mientras la caballería aliada del otro extremo, al mando de Varrón esperaba el ataque de su contraparte, protegiendo el flanco de la enorme masa de la infantería que ya se aprestaba a avanzar. El estruendo fue total.
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