Hotel Sevilla, un moro en la Habana Vieja.
¿Ha pensado usted en dormir en una habitación donde lo hizo Al Capone o en la que, un poco más acá en el tiempo, usó ese otro personaje de la mafia que fue Santo Trafficante?
¿O las que utilizaron Josephine Baker, Imperio Argentina o Libertad Lamarque? ¿Lola Flores, Tongolele, Tin Tan, Pérez Prado? ¿Hugo del Carril o Jorge Negrete? ¿El pintor David Alfaro Siqueiros o el astro del ajedrez José Raúl Capablanca…? Todas esas posibilidades existen en el Hotel Sevilla , uno de los más antiguos hoteles de Cuba. Allí transcurre parte de la trama de Nuestro hombre en La Habana, una de las novelas más conocidas de Graham Greene, que fue también huésped de la instalación, como lo fueron Georges Simenon, el creador del famoso personaje literario inspector Maigret, y Ernest Hemingway, el Premio Nobel de literatura. En ese hotel se alojaron asimismo a su paso por la Habana, Enrico Caruso y Rubén Darío al igual que Mary Pickford, a quien la casa hotelera le dedicó un cóctel que todavía es emblema de la institución.
En atención a los famosos que usaron de sus instalaciones, el Hotel Sevilla es un hotel con historia. Pero lo es además por lo dilatado de su existencia pues ya tiene cumplidos sus primeros 100 años.
Fue el primer gran hotel de lujo con que contó la Isla, y hoy, con categoría de cuatro estrellas, por su confort y la excelencia de sus servicios, sigue ranqueado entre los preferidos a utilizar para unas placenteras vacaciones en Cuba. Contribuyen a esa preferencia su bellísima arquitectura, que remeda la entrada del Patio de los Leones del Alhambra en la andaluza Granada, con arcadas, columnas y profusión de mosaicos. Y su excelente ubicación, justo al lado del mítico Paseo del Prado y a escasos cientos de metros del Malecón habanero; a la entrada del Centro Histórico de la ciudad, y a pocos pasos de grandes museos y afamados bares y restaurantes de la capital cubana.
Por varias etapas transitó este hotel desde su fundación. El hotel Sevilla se inauguró en 1908. Como lo deja entrever la imagen de su principal fachada, su propietario original fue un español de apellido González. Esta persona un poco más tarde vende el Hotel a una empresa norteamericana que lo vendió a su vez a la compañía Biltmore, también de capital estadounidense. Los americanos que siempre han interpretado muy bien los códigos que conducen a la máxima expresión de rentabilidad de un negocio y sabedores del crecimiento del turismo en la isla en la segunda década del pasado siglo, se empeñaron en hacer crecer sus instalaciones. Compraron un edificio de 10 plantas que había sido construido al lado del hotel, con su fachada hacia el Paseo del prado. Este edificio tuvo por fin inicial acoger un hospital, pero nunca llegaría a inaugurarse porque a sus dueños se les hizo imposible conseguir del Ayuntamiento de la Habana la declaración de la zona como área de silencio, condición indispensable para asentar una institución hospitalaria. La compañía estadounidense unió entonces el nuevo edificio con la parte ya existente del hotel y se reinauguró en 1924 como hotel Sevilla Biltmore. Por tal motivo hoy en día todavía se aprecian dos estilos constructivos en la fisonomía del hotel, una más antigua y llamativa que recibe al visitante por la calle Trocadero, y otra más moderna que mira hacia el Paseo del prado .
El hotel gozó del auge turístico de la época que como dijimos en un anterior artículo se apoyaba en ciertas coyunturas nacionales e internacionales y de las que se beneficiaba como ningún otro hotel de la Habana en aquel tiempo, pues sus dueños administraban también el Hipódromo y el Casino Nacional.
Cuba era un paraíso para el visitante interesado en la diversión y en exponer su suerte al juego y a las apuestas, pero además según los cronistas viajeros de aquel entonces, colaboraban con el mencionado auge turístico algunas peculiaridades propias de la manera de ser del cubano. En un libro sobre nuestros atractivos “turísticos”, When it’s cocktail time in Cuba (A la hora del coctel en Cuba) publicado en 1928, su autor, Basil Woon, hacía estas libertinas sugerencias a los viajeros potenciales:
“Usted puede beber todo lo que desee, probar suerte en la lotería y perder lo que estime pertinente en el casino. En la Habana no es necesario portar el certificado de matrimonio si se viajaba en pareja y el visitante puede mirar provocativamente a las bellas señoritas cubanas ya que esa mirada en Cuba es un cumplimiento y no un crimen”.
En 1939 el Hotel Sevilla quedó en manos de Amleto Battisti, un uruguayo de origen italiano, cabeza de una de las cuatro familias del imperio mafioso de La Habana, que lo terminó de convertir en uno de los paraísos habaneros de los juegos de azar hasta 1959.
Con el triunfo del movimiento revolucionario de enero de aquel año, Don Amleto, que también se dice controlaba el tráfico de heroína hacia EE UU, abandonó su hotel el mismo día del triunfo para refugiarse en la embajada uruguaya. Como equipaje llevaba varias maletas grandes cargadas de dinero. El Hotel Sevilla entonces se destinó en exclusiva al turismo nacional hasta 1989, cuando cerró sus puertas para una remodelación capital, reabriéndolas en 1993 con el esplendor que siempre lo caracterizó, pero modernizado acorde a los tiempos.
De los muchos personajes famosos que se alojaron en el Hotel Sevilla se podrían contar numerosas anécdotas. pero en aras de no abusar del tiempo del visitante del blog de Umbrella , quiero referirme solo a una de ellas.
La gran Josephine Baker encontró su refugio en el Sevilla cuando por primera vez arribó a la Habana en 1950, para actuar durante varias noches en el Teatro América. La Baker inicialmente se había dejado seducir por el Hotel Nacional de Cuba como ideal recinto para hospedarse. Pero inauditamente el que ya era considerado hotel insignia de la hoteleria cubana, no la aceptó por el color negro de su piel. Ante tal situación Amleto Battisti, que reconocía la fama que acompañaba a la vedette mundial y que no desdeñaba la excelente propaganda que constituiría para el hotel la presencia de ella dentro de sus instalaciones, se brindó a acogerla y atenderla a cuerpo de reina. Al día siguiente de llegar al Hotel Sevilla comenzaron sus actuaciones en el América. A pesar de tener ya 54 años se mostraba aún ágil y bella. Solo… que ya bailaba vestida. Así y todo, se cuenta que las colas o filas que se formaron en las afueras del teatro para ganar la posibilidad de verla, superaron las anteriormente vistas para otros espectáculos en la Habana. Fue el Hotel Sevilla el que salvó a la Habana de quedarse sin apreciar, in situ , de los inmensos valores de una leyenda viva del arte mundial , Josephine Baker.
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