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Parábola de un extraordinario Padre y de dos hijos: Pródigo y Prodigio

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En evangelio escrito por el doctor Lucas documenta que los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle  y que los fariseos y los escribas se acercaban para criticarle (Lucas 15:1-2). Sin embargo, en una ocasión este grupo de doctos y legalistas murmuraron contra Jesús, y sin querer, dijeron una gran verdad: "Este a los pecadores recibe y con ellos come" (cf. Lucas 15 1-2). Si, es verdad, Jesús había venido para buscar y salvar lo que se había perdido (recibir pecadores) y para cenar con ellos durante las bodas del Cordero (con ellos come). Ver Lucas 19:10, y Apocalipsis 3:20; 19:9.

Ante este heterogéneo grupo de personas integrado por discípulos, publicanos, pecadores, escribas y fariseos, Jesús relató sucesivamente tres maravillosas parábolas. La primera de ellas describe la historia de un dedicado pastor de ovejas que salió a buscar a una de sus ovejas que se había extraviado y que se encontraba desesperadamente perdida (Lucas15: 4-7). La segunda parábola relata la historia de una ama de casa que se dedicó diligentemente a buscar una moneda extraviada, que obviamente por ser inanimada, no sabía que estaba perdida (Lucas 15: 8-10). Finalmente, la tercera parábola describe la historia de un maravilloso, tierno y generoso Padre de familia que repartió su cuantiosa herencia entre sus dos hijos; al menor se lo conoce con el nombre de "hijo Pródigo" y al mayor se lo debería conocer con el nombre de "hijo Prodigio" (Lucas 15 11-32). En resumen, estas tres parábolas describen: un pastor, una ama de casa y un Padre, todos ellos buscando una oveja, una moneda y dos hijos respectivamente. Una oveja que sabía que estaba perdida, una moneda que ignoraba que estaba extraviada, y dos hijos, uno indiscutiblemente perdido (Pródigo) y el otro inconscientemente extraviado (Prodigio).

De la parábola del "hijo Pródigo" podríamos inferir tres diferentes escenarios. Primero podríamos imaginar al hijo mayor depositando su cuantiosa fortuna en uno de los bancos de Israel, comprando acciones en la bolsa de valores de Jerusalén, y quedándose a vivir en la casa paterna, a fin de seguir usufructuando de los bienes que le pertenecían a su "querido" Padre. El segundo escenario describe, que "no muchos días después, el hijo menor juntando todo lo que legalmente le pertenecía se fue a una provincia apartada para vivir perdidamente despilfarrando su fortuna."En el tercer escenario podemos imaginar a un Padre que se queda triste, quebrantado y apesadumbrado, no por haber compartido sus cuantiosos bienes con Pródigo y Prodigio, sino por la partida de su querido hijo. Tan triste y apesadumbrado quedó el Padre, que pidió a sus siervos que cancelen toda festividad futura, que acallen todo cántico y melodía, que se cierren toda fuente de agua en los jardines, y que apaguen las luces del palacio. ¿Por qué tantos cambios? Porque el Padre deseaba expresar su dolor por la partida de uno de sus amados hijos.

Lejos de la casa paterna, el hijo Pródigo se dedicó a vivir desenfrenadamente y sin límites perdiendo todos sus bienes con rameras y malgastando todo lo que tenia, hasta que un obscuro día de invierno "sobrevino una gran hambre en aquella provincia y comenzó a faltarle." Por este motivo, el arruinado Pródigo se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra para pedirle trabajo, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Imagínese a un ex millonario, acostumbrado a la abundancia y al exceso, humillándose a cuidar animales inmundos en un chiquero ubicado lejos de la tierra de Israel. Pródigo padecía tanto de hambre, que estando "fuera de sí" no le importaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.

Ante estas terribles circunstancias, Pródigo "volvió en sí" al acordarse de su Padre. De hecho, al recordar el amor de su Padre recapacitó diciendo: "Cuántos jornaleros en casa de mi Padre tienen abundancia de pan y yo aquí perezco de hambre." Entonces Pródigo tomo una decisión: Me levantaré e iré a mi Padre. Luego preparó un sincero discurso para recitarlo al encontrarse con su Padre. El discurso contenía dos confesiones: 1) "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti", y 2) "Padre, ya no soy digno de ser llamado tu hijo." El discurso también contenía un pedido: "Padre, hazme como a uno de tus jornaleros." Pródigo, levantándose de en medio del lodazal, comenzó a caminar hacia la casa paterna con el corazón palpitante y con el rostro inclinado hacia la tierra; y cuando aún estaba lejos… su Padre lo vio, y su Padre fue movido a misericordia, y su Padre corrió, y su Padre se echó sobre su cuello, y su Padre lo besó. Que escena tan tierna y maravillosa la de un Padre que mira a su hijo aun cuando está lejos, que ama a su hijo aun cuando está sucio, agotado, pobre y humillado. Imagínese la tierna escena de dos almas fundidas en un abrazo, un Padre cubierto con vestiduras inmaculadas y un hijo cubierto con vestimentas salpicadas con barro del chiquero y con manchas de muchas tinturas y pinturas de rameras.

Mientras el Padre lo abrazaba y besaba, Pródigo comenzó a pronunciar el discurso preparado en la soledad del destierro, diciendo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado tu hijo,…" pero el Padre interrumpió el discurso a fin de evitar que su hijo le pidiera ser un simple jornalero. Profundamente conmovido y feliz, el Padre pidió a sus siervos que vistan a su hijo con el mejor vestido (declarándooslo Justo), que coloquen un anillo en su mano (declarándolo Heredero), y que calcen sus pies con zapatos (declarándolo Hijo). Además, el Padre pidió que trajesen El Becerro Gordo para ser sacrificado y posteriormente servido durante una cena de gala. También pidió que se desempaquen todos los instrumentos musicales, que se invite a todos los músicos para animar la fiesta con canticos, bailes y danzas. Además, pidió que se abran las fuentes de agua y que se enciendan la luces del palacio: "Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado, y todos los presentes comenzaron a regocijarse."

El hijo mayor no participó de ninguno de estos acontecimientos porque había estado en el campo; pero  cuando Prodigio vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Entonces el criado sumamente feliz le dio la buena nueva diciendo: "tu hermano ha venido; y tu Padre ha hecho matar el becerro gordo por haberle recibido bueno y sano." Entonces Prodigio se enojó y no quiso entrar. Ante esta triste situación, el Padre salió afuera de la casa para rogar a su hijo mayor que entrase. Pero Prodigio rehusó entrar y comenzó a auto justificarse y a recriminar a su Padre y a su hermano, diciendo: "Padre, he aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo." Entonces el Padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado." De hecho, Jesús ya había dicho: "Hay mas gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos ficticios (escribas y fariseos) o justos reales (ángeles y arcángeles), que no necesitan de arrepentimiento (cf. Lucas 15:7, 10).

Como humanos, podríamos decir que eran irrefutables y certeros los argumentos que presentó Prodigio, quien en realidad era un hijo obediente, responsable, trabajador, y sobre todo muy cuidadoso de la fortuna que había recibido. Además, Prodigio era muy ahorrador, no habiendo gastado ni siquiera un poco de su dinero para comprar ni siquiera un cabrito para gozarse con sus amigos". Prodigio se había olvidado, que durante todos los años que su hermano se había ido, él se había quedado en la casa paterna para tratar de vivir a costillas de su Padre sin gastar ni un solo centavo de la herencia que había recibido. Más aún, había vivido amargado, no por haber perdido un hermano, sino por no haber recibido un cabrito extra para gozarse con sus amigos. De manera que Prodigio no solamente rechazó la invitación de su Padre para entrar sino que despreció el becerro gordo sacrificado como muestra de perdón, gracia, misericordia y reconciliación. El hijo mayor era un ser moralmente intachable, pero confiaba en su propia vida de obedecía (no habiéndole desobedecido jamás), además, Prodigio prefería un "becerro de oro" para gozarse con sus amigos, menospreciando de esta manera el becerro gordo (Jesucristo) sacrificado en la cruz del Calvario. Ver Éxodo 32:4, Levítico 9:8.

La palabra Pródigo puede significar: dilapidador, malgastador, derrochador y desperdiciador; entre tanto que la palabra Prodigio significa: excelencia, grandeza y maravilla. De manera que desde un punto de vista espiritual el verdadero hijo Pródigo es el hijo mayor, puesto que él fue quien dilapidó, malgastó, derrochó y menospreció la invitación de su Padre para aceptar el sacrificio del becerro gordo, el cual es Cristo Jesús.  Por otro lado, en hijo menor es el verdadero hijo Prodigio, porque aceptó la invitación de entrar a comer el becerro gordo, símbolo del sacrificio mediante el cual recibió perdón, herencia y vida eterna en Cristo Jesús.

Es muy interesante recalcar, que en el idioma de Cervantes, la palabra Pródigo también significa generoso, dadivoso, desprendido y magnánimo, de manera que el Padre y el Becerro Gordo son los verdaderos Pródigos de la parábola, porque de tal manera amó Dios (Padre) al mundo que dio a su Hijo Unigénito (Becerro Gordo) para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas tenga vida eterna (cf. Juan 3:16).   

El hijo mayor, al igual que los fariseos y que los escribas, estaba inconscientemente perdido como la moneda extraviada; en tanto que el hijo menor, al igual que los publicanos y pecadores, estaban conscientemente perdido como la oveja extraviada.

El pastor, la mujer y el Padre buscaron hasta encontrar lo que se había perdido. La moneda y el hijo mayor no se dieron cuenta del amor incondicional de quien los buscaba, en cambio la oveja y el hijo menor disfrutaron del re encuentro con el pastor y con el Padre respectivamente.

El hijo menor aceptó gozoso la invitación para comer el becerro sacrificado en su favor, entre tanto que el hijo mayor rechazó no solamente a su hermano, sino a su Padre y al sacrificio expiatorio de Jesús.

Que Padre tan tierno y amoroso que sale corriendo, no solamente para recibir a un hijo descarriado, sino que sale apresurado para invitarle a entrar a un hijo atormentado por la autosuficiencia y el rencor.

 

Jorge R. Talbot

Sociedad de Investigación Bíblica

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