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¿Queremos diseñar nuestras vidas?

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Mientras corre, un niño de unos 3 años de edad se golpea contra una mesa y comienza a llorar. Su madre lo acoge e intenta consolarlo y para ello castiga a la mesa golpeándola y diciéndole “mesa tonta, mesa tonta, tonta !, por qué le hiciste eso a mi hijo !!!”. El niño observa, se calma y deja de llorar.

Es bastante común ver a algunos padres consolar a sus hijos de esta manera, es decir, asegurándose de que presenciaran cómo era castigado el “culpable” del sufrimiento, mostrándoles cómo sancionaban al que ocasionó el accidente. Estas escenas tan cotidianas me provocaron curiosidad durante mucho tiempo. No lograba encuadrarlas dentro de mis esquemas, no podía encontrarles sentido del todo, algo no encajaba. Obviamente la mesa es algo inanimado, desprovisto de voluntad y escuchar que le hablaban resultaba divertido, más aún si la castigaban y le decían que era tonta, pero eso era entendible pues había un componente lúdico. De hecho los adultos se miran mientras reprenden a la mesa buscando entre ellos la misma complicidad que cuando preguntan a un niño qué le pedirá al viejito para la navidad.

Finalmente descubrí que mi incomodidad con la situación estaba ligada al plano causa-efecto, a la causalidad: ¿quién o qué provocó el sufrimiento de ese niño?, ¿Quién o qué hizo que se golpeara?. Sin dudas la mesa era la menos responsable del problema. Mis posibles respuestas eran:

-        El propio niño provocó el accidente ya que por su edad era poco diestro

-        Los padres, quienes no cuidaron de los peligros del entorno

-        El dueño de la mesa, por mantener una condición insegura para los niños

-        El amiguito que lo perseguía cuando se golpeó

Bueno, en fin....quizás hay muchas alternativas más pero una cosa era clara: el mensaje que transmitía la madre al niño no consideraba ninguna de las causas enunciadas. El mensaje estaba ligado precisamente con la causa imposible: el “actuar de la mesa”. ¿Qué lectura le daría el niño al episodio de ver que castigaban a la mesa?, ¿Qué conclusiones sacaría el infante que lo hacían conformarse y calmarse viendo que castigaban a la mesa?, ¿Qué prácticas conductuales estaba fomentando la madre en ese niño castigando a un objeto inanimado pero al que se le estaba atribuyendo voluntad?.

Ahora advierto que un episodio en apariencia tan inocente y trivial era parte importante de la manera como nos enseñaron desde pequeños a evadir la responsabilidad por nuestro propio destino, era una de nuestras prácticas cotidianas que nos hacen ver nuestras vidas como algo de lo cual no somos responsables, como algo sobre lo que no tenemos control, es una de las miles de conductas que modelan nuestra convicción de que el destino está escrito. Así nos convertimos en personas que tomamos pocas iniciativas para transformarnos en lo que queremos ser. Siempre estamos viviendo “lo que nos tocó vivir” y de esa manera nos entrenamos para “desapropiarnos”, es decir, para des-responsabilizarnos, para no sentir propias las acciones destinadas a provocar que las cosas resulten, para andar con una justificación bajo el brazo y mostrarla cada vez que necesitamos explicar lo que nos pasa. Quizás no es fácil reconocer esto cuando siempre nos hemos sentido más bien víctimas de las circunstancias, pero resulta ciertamente liberador entender que nuestra situación actual es producto de nuestras decisiones pasadas, ya que nos permite entonces decir “he decidido cambiar, voy a modificar esto o aquello, seré diferente, tomaré tal o cual decisión”.

Castigando a la mesa, el chico aprendió que no puede evitar golpearse porque no depende de él: depende de la mesa, no de sus habilidades motrices, ni de su desarrollo, ni de su aprendizaje ni de su experiencia, ni de sus decisiones, ni de su voluntad. Aprendió que el guión de su vida no lo escribe él, lo escriben las circunstancias y que por lo tanto, no le queda más que entregarse pasivamente a los caprichos del destino que, de manera azarosa decidirá cómo habrá de ser su vida.

Quizás algo tan sencillo como consolarlo y recomendarle que tenga más cuidado resulte más útil para su formación. Le hará bien explicarle que lo que sucedió depende de sus propias destrezas, que es controlable y modificable, qué es él quien hará posible que esos accidentes no ocurran al desarrollar habilidades motrices.

Los seres humanos estamos formados en la “desapropiación”, y ello nos brinda una coartada automática para explicar y justificar el por qué no somos lo que queremos ser o por qué no sucede lo que queremos provocar, tenemos la justificación perfecta para sentirnos víctimas. Estamos mejor preparados para dar explicaciones y justificaciones sobre por qué no pudimos terminar un trabajo que para hacer que se termine. Nos resulta más cómodo “culpar a la mesa” que buscar en nuestras decisiones y acciones la causa de lo que nos pasa.

Esta manera poco útil de pararnos frente a nuestras posibilidades de diseñar el futuro no descansa en el hecho de que expliquemos y justifiquemos el acontecer ya que los seres humanos siempre estamos explicando consciente o inconscientemente lo que nos pasa. El problema se produce al considerar que existen explicaciones y justificaciones “objetivas” lo que nos hace concluir que controlamos poco nuestras circunstancias e impide que busquemos creativamente explicaciones y justificaciones más útiles para lograr nuestros objetivos y generar acción en los planos que nos afectan.

Tal como pretende poner de manifiesto el ejemplo de la mesa, nos entrenan en la desapropiación desde pequeños por lo que no resulta extraño que tengamos a estas alturas un buen contingente de “mesas” a las que culpar por nuestra imposibilidad de realizar ciertas cosas. Nuestro actuar en general se encuentra lleno de evidencia sobre la existencia de “mesas”. Al hablar por ejemplo, queda de manifiesto cómo, en la interacción con nuestros semejantes, tratamos de eximirnos de responsabilidad echándole la culpa a una “mesa”. Veamos algunos ejemplos que ponen de manifiesto nuestra “desapropiación” crónica:

Ejemplo 1

“Alguna novedad durante mi ausencia Cristina?”

“Si Don Ernesto, lo llamaron de la empresa SMT..”

“Quién llamó?”

“No me dijo”

Observe que la respuesta final es “no me dijo” en vez de “no le pregunté”, lo que exime a la secretaria de toda responsabilidad por no haber registrado la identidad del individuo que llamó a su jefe Ernesto. Hay que considerar que la respuesta de Cristina probablemente es sincera, pero descansa en la interpretación inconsciente de que ella no tiene responsabilidad por no haber obtenido el nombre del interlocutor. Ella se ha “desapropiado”.

Ejemplo 2

“Te invito mañana después del trabajo a tomarnos unas cervezas”

“No puedo, tengo que estudiar”

Aquí la desapropiación del invitado queda de manifiesto cuando pretende quedar absuelto de responsabilidad por no aceptar la invitación, apelando a circunstancias que lo fuerzan a hacer lo que hace, no puede elegir; “No puedo” dice él, pero en realidad ha elegido estudiar. No obstante no dice: “Decidí estudiar” evitando quizás tener que hacerse cargo de una apelación de quien lo está invitando. La respuesta del invitado podría interpretarse como: “Yo no tengo nada que ver con mi negativa a aceptar tu invitación, son las circunstancias las que me fuerzan a rechazarla”.

Ejemplo 3

“Si mi esposa fuera más comprensiva…”

En este caso creemos que otra persona limita nuestras posibilidades. No nos sentimos responsables de lo que nos pasa y asumimos que nuestras frustraciones o desaciertos son provocados por circunstancias ajenas a nosotros, en este caso, la esposa.

Ejemplo 4

Revise la letra de la canción “quiéreme tal como soy” de Sergio Fachelli:

Yo soy así es mi forma de ser que te puedo decir amor

soy bueno soy malo a veces y no puedo ser mejor

Tengo mi cruz mis locuras mis tardes oscuras mi forma de hablar

soy serio soy dulce a veces y nada me va cambiar.

Quiéreme tal como soy con mis noches y mis días

con mi manera de amar con mis penas y alegrías

Quiéreme tal como soy y si no sigue adelante

Nunca encontraras amor más amigo mas amante

Quédate amor pero antes, quiéreme tal como soy

Piénsalo bien es la cruel realidad no te engañes no hay nada que hacer

soy tierno soy duro a veces y así es como voy a ser

Es evidente que la letra se ampara en una mirada de desapropiación, donde queda muy claro el rol pasivo que juega el protagonista en relación con su futuro. No es responsable ni de lo que le sucedió en el pasado ni tampoco le está dado cambiar el futuro. De acuerdo a la letra, el protagonista no es responsable de nada; toda su circunstancia la valida utilizando como recurso condiciones externas que no dependen ni dependieron de su voluntad (“es la cruel realidad, no te engañes, no hay nada que hacer, soy tierno soy duro a veces y así es como voy a ser”), dejando en evidencia el sello que en nuestro lenguaje impone la mirada no-responsable con la que andamos por la vida. Tener conciencia de ello nos ayuda a entender que una postura similar no hace más que transformar nuestras opiniones en decretos, impidiendo que sean nuestras decisiones las que definan nuestro tránsito por el acontecer.

Es necesario aclarar que si bien el término “responsabilidad” y “responsable” puede resultar agresivo, violento o ser asociado con lo punitivo, debe entenderse aquí como la disposición del individuo que actúa sintiéndose “a cargo” de su vivir, porque considera que elige lo que hace. No vive haciendo lo que “debe” hacer sino lo que “escoge” hacer, consciente de las consecuencias positivas y negativas de su actuar: actúa como teniendo el timón del barco en que navega, lo que le permite darle la orientación a voluntad.

Clasificación: 2.4 (19 votos)
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Acerca del autor

Lautaro Gajardo Millas

Ingeniero Industrial

Comentarios
Murray 19 de May, 2008
0

Breve pero contundente artículo. Creo que me ayuda mucho personalmente.



Saludos

A.Murray

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