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El Camino hacia la meta

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A veces, al lograr llegar a la meta sientes una euforia que se desvanece al poco tiempo… ¿y ahora, qué?, te preguntas.

¿Qué? Pues otra meta, un nuevo reto, una nueva ilusión.

Las ilusiones son gratis y las metas también.

(Francisco de Sales)

 

Si estás en un momento de conciencia de tu realidad actual, es importante que empieces a marcarte unas metas. Con muchísimo cuidado, porque esta decisión de instaurarlas puede ser tan útil como peligrosa.

Las metas, bien utilizadas, te animan y estimulan para conseguirlas: si quieres hacer o conseguir algo, y te has marcado metas, ya sabes a por qué vas, y pones en ello tu esfuerzo y ánimo.

Eso te permite seguir un Camino, no perderte en cuestionamientos y dudas constantes, y saber hacia dónde has de encaminar voluntad y energías.

En ese sentido, es de gran utilidad y absolutamente necesario tener metas: dan la confianza que aporta el conocer el sentido de las cosas que se hacen, y fomenta la esperanza y la seguridad propia, porque se sabe qué es lo que se quiere y se va a por ello, y además se instala una ilusión en ese deseo de alcanzarla.

A la vista de lo expuesto, es positivo.

Realmente es así.

Pero un meta sin un buen plan es solamente un deseo.

Sirve de muy poco.

No tiene fuerza, y son nulas sus posibilidades de realización.

Tienes que desear una meta clara y trazar un plan que la haga posible: un plan bien diseñado ya es un cincuenta por ciento logrado.

La complicación comienza cuando esa meta está muy lejos o es imposible: entonces se vuelve contra ti, porque crea la frustración de lo inalcanzable, y si lo sumamos al desconcierto que se crea cuando no se está muy seguro de qué es lo que se quiere, la unión de ambas cosas desemboca en una crisis inevitable.

Si ya estabas mal cuando no sabías qué querías, ahora es peor, por ponerte una meta tan inaccesible.

Lo que te sugiero es pensar en una meta, como estímulo de trabajo y por el beneficio propio que conlleva, por la satisfacción personal, y por la seguridad de saber lo que quieres, pero procura que no sea una meta inamovible e imposible.

Para alcanzar esa meta, es conveniente una dirección por la que ir, un Camino por donde transitar para no estancarte en la quietud, pero que, al mismo tiempo, tenga posibilidades de modificarse en la medida que lo requieran nuevos descubrimientos, nuevas decisiones, o nuevas claridades.

Tienes que entender que la importancia no está sólo en la meta, sino en todo lo que hay que hacer y todos los sitios por donde hay que pasar para llegar a esa meta.

Es importante el Camino, y en ese Camino, para conocerlo y disfrutarlo, y sigamos con la metáfora, es bueno pararse a ver el paisaje, detenerse a oler una flor, no correr excesivamente para no sentirse prontamente agotado, conocer las curvas y el tipo de suelo, evitar los tropezones, y andarlo con calma, a veces, pero sin quedarse parado.

Para hacerlo tendrás que llevar provisiones e ilusiones, porque muchas veces te ayudarán para poder continuar.

 

No tener metas también tiene partes buenas y partes malas.

Lo bueno de no tenerlas, si es que eso es bueno, es que te da una libertad y una irresponsabilidad total; puedes derrochar tiempo y energía con amplitud, ya que no tienes en qué invertirlos; puedes negar todas tus inquietudes, y ofrecerles a cambio un inmenso vacío cuando te hablen de sus ilusiones.

Puedes hacer todo esto y mucho más, lo que no sé es cuánto tiempo te durarán estas mentiras. No sé hasta cuándo sepultarás con tu engaño a las palabras que te acusan de farsante y embustero. No sé cuánto durará tu cinismo, tu no querer ver, el querer escaparte. Es tu responsabilidad. O tu irresponsabilidad.

Lo malo que tiene el no ponerse metas es que no se anda, o se anda desorientado, y al no tener metas, ni motivos, ni sentido, tampoco hay ilusiones, no hay empeño, no hay búsqueda, no hay respuestas.

Lo que hay es una vida vacía que se llena con pasatiempos, con vacuidades, con auto-reproches, con enfados, y con largos tiempos de letargo en el vivir.

Son vidas en las que lo único que se busca es el final del día, que se matan con una frase: “bueno, otro día que se ha pasado”, como si ese fuera el sentido de la vida, la aspiración suprema, el bien más deseado: conseguir culminar otro día, llegar al final de cualquier forma, o estar siempre pendiente de un cambio en la suerte, de un premio afortunado… toda esta pobreza de espíritu es la ausencia de metas.

Ser consciente de la muerte de cada uno de los momentos nos puede motivar a diseñar la meta. Tenemos derecho a exigirle a la vida algo más que su consumo innecesario. El conformismo, en este aspecto, es un pecado, y quizás el más grave.

Te propongo poner unas metas, aunque sean provisionales, y que te dirijas hacia ellas consciente de cada paso. Te propongo empezar a andar, para ir ya acercándote a esas metas.

Séneca decía: “No es deshonor no alcanzar una cosa, sino cesar de poner los medios”. Y tenía razón.

 

Visto de otro modo:

Todos necesitamos metas poderosas a largo plazo para ayudarnos a superar los obstáculos del corto plazo.

En sentido figurado, es inteligente tener unas metas lo suficientemente grandes como para no poder perderlas de vista mientras se va hacia ellas.

Conviene valorar también que uno se debe marcar unas metas cuya realización no exija el abandono de un Camino de honradez ética del que nunca se debe apartar. El fin, en este caso, no justifica los medios.

 

Más allá de las metas que te propusieron en tu guión de vida, podrías colocar unas nuevas metas más acordes con tus deseos actuales: los que vas conociendo poco a poco, una vez que te vas liberando del guión y empiezas a diseñar tu Plan de Vida.

Serían unas metas más trascendentes, que cumplan todos tus deseos, que sean innegablemente tuyas, diseñadas desde la libertad de condicionamientos y para satisfacción tuya y de tu vida.

Serían unas metas con muchísimas posibilidades de ser alcanzadas, y unas metas que tu consciencia reconocería como auténticas y propias, satisfactorias, puras, auténticas, hermosas.

Naciste con el derecho y la capacidad para alcanzarlas, y con la obligación y la responsabilidad de hacerlas realidad. No debes rechazar el placer y el reto de luchar por ti y por tu bien.

Cualquier paso dado en este sentido produce un placer precioso en tu Ser Interior, que se reconoce y se regocija.

Estas metas no han de ser fastuosas ni impresionantes. No todos podemos aspirar a descubrir la curación inmediata del cáncer o conseguir el Nobel de la Paz, pero sí podemos encontrar nuestras metas en lograr auténtica felicidad escuchando música, encontrando la armonía interna al escribir poesías, aunque no sean de premio, o sacando a la consciencia a pasear, o en abstraerse y penetrar en un amanecer, en gozar de una conversación placentera… debes desechar la idea de metas grandiosas, utópicas, inalcanzables, porque te producirá desazón no lograrlas, y porque las metas son personales, y por muy sencillas que sean aparentemente, para uno han de ser la máxima aspiración.

Además, el tener metas te provee de ilusiones para tu vida, y una vida sin metas es una vida carente de sentido.

 

 

 

Atención:

Uno Mismo, en su realidad íntegra, en su consciencia realista y absoluta, es quien ha de estar muy pendiente durante el esbozo de esas metas.

Yo, realmente, ¿qué es lo que quiero?

Esta es la gran cuestión que ha de presidir el proceso de diseño, y es quien, con su atribución y su pureza, ha de dar el visto bueno a los proyectos e ideas que se presenten.

 

Ten cuidado: de no confundir la auténtica meta con la falsa meta.

Las metas falsas proporcionan una sensación placentera engañosa, pero no proporcionan felicidad duradera. Ver la televisión te distrae, pero… ¿te da una felicidad plena? Las drogas… ¿dan una sensación eufórica efímera o una felicidad plena?  La riqueza… ¿produce placeres temporales o la felicidad plena?

Incluso la espiritualidad, entendida como un entretenimiento con aspiraciones de trascendencia, como un acto de cara a la galería, o para intentar engañar a la meta verdadera, es una meta falsa.

Si no te produce una felicidad que la sientas en lo más puro y profundo de ti, o una satisfacción que conlleve implícita una sonrisa de tu alma, o estimule un estado de paz y armonía en tu corazón, es una meta falsa. Es una mentira, un intento de auto-engaño, un vacío disfrazado.

 

Obstáculos:

Se van a presentar y forman parte del Camino que lleva a la meta.

Que esto no te cree inconvenientes: sólo tienes que reconocerlos y resolverlos a medida que se te presenten. No querer reconocerlos no evita su realidad. Si se pueden prever y tener ya un remedio a mano, mejor; pero va a ser complicado tenerlos todos pronosticados.

Calma, paciencia, y a resolverlos.Nunca ignorarlos.

 

 

Desde un punto de vista más espiritual:

Tenemos metas más o menos claras a corto o medio plazo, metas accesibles y cotidianas, metas desconocidas, metas imposibles o utópicas, pero… ¿tenemos metas trascendentales?, ¿Tenemos metas espirituales?, ¿Nos preocupan, o nos ocupan, Dios, El Cielo, El Más Allá, la Religión, el Alma, o nuestro Ser Interior?

Una vida puede entenderse como muy vacía si las únicas metas que pretendemos, o que nos interesan, son exclusivamente económicas o de bienestar material.

Lo espiritual, lo Superior, lo Divino, nunca nos va a abandonar; llamarán nuestra atención con más o menos intensidad, o con mayor o menor periodicidad, pero no cejarán en su empeño, porque es una necesidad casi tan vital como respirar.

Podemos disimular esa inquietud con la distracción por las metas financieras conseguidas, con la aparente felicidad del poder o el status social, con fiestas y regalos, pero no se acallarán porque saben que no es eso lo que satisface plenamente a la Persona, y porque saben que la trascendencia es más importante que lo inmediato, y que la satisfacción que produce un paso adelante en el Camino de la Espiritualidad no es equiparable a ninguna otra cosa: es más duradero, más sólido, más íntimamente satisfactorio.

Descarta, por ejemplo, “encontrarme con Dios cara a cara” si en lo que piensas es en el hombre barbudo con poderes fantásticos e ilimitados que puede hacer una magia para ti que te cause asombro. Descarta “ascender a los Cielos para comprobar que todo eso que dicen es verdad”. Descarta “tener el poder de hacer aparatosos milagros”.

Sé realista y piensa en lo posible.

Puedes ver a Dios en cualquier pajarillo o amanecer. Dios se te puede presentar en la oración, o en un escalofrío, de un modo innegable. Puedes ascender al Cielo dentro de ti. Puedes hacer milagros cuando quieras.

Estar en paz es espiritual. Ser honesto es espiritual. Ayudar al prójimo es espiritual. Rezar o tener pensamientos sanos es espiritual.

La espiritualidad no está sólo en las Iglesias y la Religión. Es mucho más cotidiana. O, si aún no lo sientes así, has de hacer que se encuentre en lo cotidiano. Has de hablar de ello y sentirlo en lo cotidiano. Has de compartirlo con naturalidad para que los demás lo sientan del mismo modo. Has de hacer de ello un modo o modelo de vida.

Sólo si tú así lo quieres, por supuesto.

 

 

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