El Traductor Imparcial : La Leyenda de 'Los Setenta'
No existe documento más antiguo sobre los traductores del Antiguo Testamento que la famosa Carta de Aristeas a Filócrates.
Aristeas fué un judío de la diáspora alejandrina en el siglo II a. C. La comunidad judía en Alejandría se creó como consecuencia de la conquista griega de Jerusalén. El rey Ptolomeo los sometió a cautividad, pero su hijo, el segundo rey de Egipto bajo dominio griego, Ptolomeo Filadelfo, los liberó, y en su afán de estar a bien con los pueblos de su imperio, les concedió privilegios. Esto hizo que un fuerte antisemitismo se adueñara de la población alejandrina. La comunidad judía hablaba griego y estaba altamente helenizada pero también mantenía un fuerte deseo de mantener su individualidad cultural.
En este contexto debe situarse la Carta de Aristeas, pues claramente se trata de un intento de propaganda de la cultura hebrea dentro de la cultura helena y un himno al buen entendimiento entre griegos y hebreos. También se trata, aunque lateralmente, de legitimar la traducción al griego de la “Ley Hebraica” (los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, el Pentateuco) que la comunidad utilizaba en su culto.
La Carta narra como el rey Ptolomeo solicita del Sumo Sacerdote de Jerusalén, Eleazar, seis traductores del hebreo al griego por cada una de las doce tribus para la traducción en Alejandría. Aristeas confiere a este hecho un carácter inspirado: la traducción se realiza en setenta y dos días (justo el número de traductores) y refiere las celebraciones anuales de la traducción en la isla de Faros como expresión de fe.
Si bien en la Carta la leyenda está poco desarrollada en cuanto a elementos maravillosos, en los tiempos posteriores se le van añadiendo, sobre todo en el ámbito cristiano. Epifanio (310-403) añadió a la leyenda que los traductores se encerraron por parejas en treinta y seis celdas separadas y que según el designio del Espíritu Santo, obtuvieron treinta y seis versiones idénticas. Esto también aparece el prefacio a la Biblia árabe.
Esta leyenda nacida en ámbito hebraico, fue pronto adoptada por los primeros cristianos. Pero para ser aceptada era imprescindible que se adaptara a la ideología divina de la “Salvación”. Y así se hizo sobre todo en el ámbito cristiano ortodoxo mientras que paradójicamente, los judíos progresivamente en el tiempo abominaron de ella por ser cada vez más sacralizada. La tradición judía posterior a Flavio Josefa se muestra cada vez más contraria. El Talmud de Babilonia y el de Palestina afirman que los traductores alteraron trece pasajes.
Hay serias dudas de la fiabilidad de la traducción. Ya San Jerónimo se muestra crítico sobre todo en cuanto al análisis filológico. Aristeas no era un erudito de la metodología de la traducción y emplea el término “e Jrmeneuvw” que jamás significó “traducir de un lenguaje a otro” sino más bien, “interpretar, explicar , elucidar”.
Por otro lado, no se les llama traductores sino más bien profetas o hierofantes del pensamiento de Moisés.
Así vemos que hay bastantes problemas sobre el origen de “los setenta” y algunos especialistas como Thackeray y Kahle ven un carácter eminentemente litúrgico análogo a lo que dió lugar a los Targumin aramaicos.
En conclusión, resulta que el Pentateuco es la parte fundamental en el corpus del Antiguo Testamento. Y el Antiguo Testamento es aceptado como “libro di verità” de las tres grandes religiones monoteístas (cristianismo, judaísmo e islamismo).
Es decir, las tres religiones convergen en el Antiguo testamento y la parte fundamental, el Pentateuco, tiene su origen en una traducción al griego altamente sospechosa, legitimada con una leyenda , que como hemos visto sirve a intereses concretos (de la comunidad hebraica alejandrina) en un punto perdido del tiempo como es la Alejandría ptolemaica del siglo II a. de C. ¿No da esto mínimamente qué pensar?
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P. Abril Aguirre
está bien enfocado .
me parece muy bueno y humano, preciso y sabio
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