Aguas que amargan la vida

“Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Éxodo 15:23,24

Habían vivido tiempos de gloria, alegría y gozo los hijos de Israel, Dios los había rescatado en forma sobrenatural de una terrible esclavitud de varias generaciones en Egipto, con sus propios ojos vieron como el Mar Rojo se abrió en dos abriendo un camino por donde cruzaron en seco, aún no los cerraban cuando fueron testigos de como el mar se cerraba cayendo sobre sus enemigos, Faraón y su gran ejército sucumbían bajo las aguas del mar, estaban maravillados, n o cabían de admiración a la bondad y amor de Dios, y cómo su Palabra profética se cumplía delante de sus ojos. Ese día temieron al Señor y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo. Danzaron, cantaron y celebraron la victoria del Señor.

Después de esa experiencia se levantaron y marcharon llenos de fe y esperanza cantando: “Lo oirán los pueblos, y temblarán. Se apoderará dolor en la tierra de los filisteos. Entonces los caudillos de Edom se turbarán; A los valientes de Moab les sobrecogerá temblor; se acobardarán todos los moradores de Canaán. A la grandeza de tu brazo”

¡Marchemos en fe! Se sentían valientes y llenos de ánimo para marchar y emprender la conquista de la Tierra Prometida, la tierra de la promesa, la tierra de bendición.

¡Si Dios es por nosotros! ¿Quién contra nosotros?

¿Te has sentido así después de una gran victoria y favor sobre tu vida?

¿No es similar al entusiasmo de los novios en una noche maravillosa de bodas?

¿No es similar a la alegría de ver nacer a tu primer hijo?

¿No es similar al entusiasmo de los padres al llevar a su hijo a su primer día de escuela?

¿Cómo saber si esta confianza nace de una fe verdadera y no es solo un emocionalismo pasajero?

¿Cómo saber si mi alegría será un verdadero fundamento que me permitirá edificar con seguridad?

¿Cómo saber si mis comienzos tendrán la fuerza para llevarme hasta el final del camino?

La única manera de comprobarlo, es rindiendo una prueba que confirme lo que hemos aprendido y es de verdad parte de nuestra vida.

Así Dios (el Maestro) nos guiaría a una experiencia donde tendremos que aplicar esa fe que cantábamos, esa alegría que expresábamos. El paso de esa prueba confirmará el fundamento de nuestro entusiasmo, sin lugar a dudas.

La nube (La cobertura de amor de Dios) y Moisés los guiarán hacia el desierto donde no hallarán agua para beber.

Caminarán tres días por el desierto sin hallar agua, y nuestra historia nos revelará que en solo tres días se borrarán de sus rostros su sonrisa, volverán a la angustia, y murmurarán contra Moisés, diciendo: ¿Qué hemos de beber? Esta actitud frente a la vida y a sus circunstancias los había mantenido esclavos por varias generaciones, y Dios quiere de ellos liberar, para que sean un pueblo completamente libre, no solo físicamente.

Si algo es propio de nuestra naturaleza humana es la inclinación a murmurar, a quejarnos, a criticar, a difamar y a desacreditar a otros, es parte del pecado que nos centra en nosotros mismos, y cuando nuestros personales interés están en juego, los celos, la envidia, el compararnos con los demás, la auto protección, el temor a morir, a enfermarnos, a sufrir, producirá un sin número de emociones que determinarán esta inevitable reacción.

Murmurar también significa en su raíz, obstinación, detener, parar. Sin dudas el dejarnos dominar por ella, estancará y detendrá nuestro crecimiento y desarrollo espiritual como persona.

Es lo que les ocurrió a los hijos de Israel, se quedaron paralizados y bloqueados, y solo atinaron a quejarse y a murmurar, olvidando de un solo golpe todo lo que el amor de Dios les había mostrado y enseñado.

La historia de este pueblo nos revela que la verdadera razón de que no conquistarán la Tierra prometida y murieran en el desierto fue su incredulidad, manifestada a través de sus quejas y murmuraciones. Once veces Dios repetiría la prueba en distintas circunstancias con el propósito de confirmarlos, aprobarlos en su fe e introducirlos a la tierra de promisión.

¡Cuidado!

Es que la prueba siempre trae consigo la tentación. La prueba viene de Dios para confirmar nuestra fe y decisión, y la tentación viene de Satanás para hacernos desobedecer y llevarnos a la muerte. Dios los probó en el desierto.

Dios probó la fe y la obediencia de Jesús en el desierto, y declaró de él: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”. Es la declaración que Dios anhela expresar de ti y de mí.

Satanás aprovechó la misma oportunidad para tentarlo, confundirlo y desviarlo de su obediencia. Jesús lo reprendió y se abrazó al amor y a la confianza depositada en su Padre.

Está escrito: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida”

“No temáis; porque para probaros vino Dios y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis”

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”

¿Qué esperaba Dios como reacción de los hijos de Israel frente a las aguas amargas?

“Moisés clamó a Dios, y Dios le mostró un árbol; y lo echó sobre las aguas amargas, y las aguas se endulzaron”

¡Gloria al Señor! ¿Te imaginas si todo ese pueblo hubiese levantado un clamor de fe en medio del desierto? ¿Si se hubiesen abrazado al testimonio de amor que Dios les había demostrado hasta ese día?

Dios quería que su pueblo aprendiera a confiar y a depender de él, que ante cualquier adversidad en el camino, la salida no era la queja o la murmuración, porque ello paraliza y detiene el crecimiento espiritual. Ellos debían clamar a Dios confiados en que Dios les daría una salida, porque Dios ha limitado su obrar en respuesta a la fe y a la oración de sus hijos.

La respuesta de Dios siempre será la aplicación de la cruz (un árbol) a toda experiencia amarga de la vida, no importando la causa que la haya originado, y como ese árbol que estaba preparado de antemano para endulzar esas aguas, así también Dios preparó a su Hijo, desde antes de la fundación del mundo, para traer consuelo, salvación, medicina, para quitar toda angustia y endulzar las amarguras que por causa del pecado sufrimos sobre esta tierra.

Deja la murmuración, abandona la queja como actitud de tu alma que paraliza tu desarrollo y crecimiento como persona diseñada a la imagen de Dios, si estás sediento y en falta de agua, o si las aguas te son amargas, no busques culpables, clama a Dios, invócale con fe pues Dios tiene una salida en Cristo. Dios intervendrá y endulzará tus aguas y te guiará al igual que a los hijos de Israel a Elim, donde la abundancia de la provisión de Dios te dará descanso.

“Y llegaron a Elim, donde habían doce fuentes de agua, y setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas” Éxodo 15:27

Allí los condujo Dios, las aguas amargas nunca fueron el fin, como no lo son aquellas situaciones que amargan tu alma, eran solo un paso, una prueba, un proceso para crecer, madurar y aprender a confiar en el gran amor de Dios.

Así lo hará Dios también en tu matrimonio que ves desmoronarse, con tu familia quebrantada y con cada uno de tus hijos. Será una experiencia que fortalecerá tu vida, ensanchará tu corazón para Dios y los demás, será una prueba aprobada que te enseñará a caminar en fe y ha conquistar la Tierra que Dios te ha prometido.