Céline, el hombre que enamoraba bailarinas en el café de la Paix
Como sucede con los links de la web –ahora sé un poco de eso-, acontece con la literatura. Cuando se lista a los escritores sobre los cuales tuvo influencias Luis Ferdinand Céline, casi siempre se menciona en primer lugar a Bukowski. Es, tal vez, su influencia más evidente, pero si se debe a algo más este primer lugar en la fila es al continuado reconocimiento del maldito poeta norteamericano. Él apunta constantemente a Céline, en un perfecto ejemplo –los matemáticos lo saben- de una cadena de Markov. Este convenio, sin embargo, es inexacto. En realidad toda una cultura, que ya estaba preparada para eso, le debe algo al escritor de Viaje al final de la noche.
Una cadena de Markov es aquella en que, si se conoce la historia de un sistema de eventos, es previsible el próximo. Así, luego de Céline en Francia era de esperar un Bukowski o un Allen Ginsberg al otro lado del Atlántico, fue lo que ocurrió. Pero hubo más. Prestigiosos y circunspectos intelectuales, como Claude Levis-Strauss, Malraux y André Maurois alabaron su “desenfadada” primera novela… Onetti escribió un entrañable ensayo sobre Viaje… Sin embargo, luego de leerla uno se sigue preguntando por qué, cómo es posible, si lo que hay de cierto en ella es incompleta filosofía del escepticismo, lenguaje, y un protagonista, contrario a todo y a todos, que se mueve como un loco entre un grupo de monigotes arquetípicos, salvados no en sus actos ni en el diálogo, sino en los razonamientos del narrador. Ni siquiera las minuciosas descripciones de los escenarios donde se produce la acción, tan parcializadas a veces, que solo se aceptan en el uso de la primera persona ¿Dónde está esa genialidad que tantos ven y produjo toda una manera de escribir? A mi modo de ver, Céline no habría tenido éxito si no se empeña en algo que con él, y luego, se hizo poético… la desesperanza y la miseria, descrita con “desenfado” Lenguaje, precisamente, o como dicen en los casinos: la casa gana… Ahí está lo que convierte a Céline en un buen escritor, y a la vez en la negación exitosa de otros sistemas narrativos, lejos de quienes asumen con simpleza que sus novelas, y en especial Viaje…, son autobiográficas. Su peripecia real es solo el esqueleto para los usos del lenguaje que logró apropiarse. De castillo a castillo quizá sea más autobiográfica y no le llega a los pies a su primer trabajo.
Viaje al final de la noche la historia bien delimitada en sus tres partes principales por donde transita Ferdinand Bardamou: la Primera Guerra Mundial, las colonias francesas en África, Nueva York con su insuperable descripción. Escrita en un lenguaje espectacular y a la vez lleno de filosofía entre dos aguas, no superado por sus herederos… Es una de las novelas más cautivadoras que se han escrito. Tal vez sea eso lo que cuenta. Malraux dijo que para conocer al autor había que leerla. No por eso tiene que confundirse con una biografía de Céline, pero si lo es, en todo caso, empalma con lo que podríamos llamar el gusto de Varely, quien dijo preferir las historias de los literatos en lugar de la literatura. Céline contra todos: antibelicista, antisemita, en pro de Hitler, peleó hasta el fin de su vida contra las acusaciones… mujeriego, sentimental, flaco, desgarbado, cazador de bailarinas en el Café de la Paix
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