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tarde para volver Capitulo 6

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Mabel era nieta de inmigrantes españoles. Sus abuelos, oriundos de una aldea de pescadores próxima a Laxe en su Galicia natal, fueron uno de los tantos que habían tenido que dejar una España desolada por la miseria y el régimen dictatorial.

Desembarcaron en Uruguay con su único hijo, Manuel, de 1 año de edad. Poco después de su llegada, su abuela había quedado embarazada nuevamente. El parto fue muy difícil. El bebé venía en posición de nalga. Ya les habían avisado a ambos padres que la situación era problemática y que había muchas posibilidades que las cosas terminaran mal.

La cabeza quedó atrapada en la pelvis y el bebé nació muerto. La madre tuvo una importante hemorragia que la tuvo al borde de la muerte también. Cuando por milagro se recuperó la pareja decidió no volver a intentar un nuevo embarazo.

Desde su asentamiento habían comenzado a trabajar en una panadería, primero como empleados, luego alquilando el local y al cabo de 15 años habían podido comprarlo y regentarlo autonómicamente.

Manuel había comenzado a muy temprana edad a ayudar a sus padres y terminó decidiendo que esa sería su profesión definitiva. No le importaba el tener que levantarse a las 2 de la mañana para prender el horno y comenzar a preparar la masa. Tampoco le importaba no tener días libres. Era una profesión independiente y con una renta aceptable para mantener una familia sin lujos pero también sin privaciones y con eso él sentía que tenía todo resuelto. No le gustaba viajar y nunca había pensado en tener vacaciones, consideraba que estar ocioso unos cuantos días era perder el tiempo en la vida y no le encontraba sentido para hacerlo.

Cuando los padres de Ester se mudaron en la misma cuadra que estaba instalada la panadería, ella comenzó a ir diariamente a comprar el pan. A Manuel le había gustado desde el primer momento, pero ella era muy tímida y no le daba oportunidad a invitarla a salir. Pasó casi dos años de estar viéndola diariamente hasta que un día tomó aliento y le preguntó si no le gustaría ir al cine que daban una película muy romántica. Estrenaban ‘Love Story’ que estaba causando furor en todo el mundo.

Ester aceptó con cierta reticencia. A Manuel sólo le importó que se hubiera animado a decirle que si.

La película causó un impacto emocional importante en Ester. Lloró durante el mayor tiempo de la proyección. Eso dio motivo a Manuel para tomarle la mano y acariciársela, demostrándole cierto sentimiento de querer consolarla. Hablaron mucho sobre el tema de la misma cuando salieron del cine y ella se volvió a sentir acongojada. Manuel aprovechó para pasarle el brazo sobre los hombros y apretarla con fuerza contra su cuerpo. Cuando se despidieron ella seguía gimoteando y él le dio un tímido beso en la mejilla.

Después de esta primera salida, las demás se continuaron sin interrupción todos los fines de semana por la tarde. Al igual que Manuel, Ester era una persona que no aspiraba grandes cosas en la vida. No soñaba con viajar ni conocer mundo y jamás se había ido de vacaciones. Toda su vida se había reducido a vivir en el mismo barrio, aunque con 6 cuadras de diferencia entre su primera casa y la segunda. Su mayor y tal vez único sueño, era encontrar el amor de su vida y vivir junto a él para siempre.

La vivienda de Manuel y sus padres estaba construida encima del local. Cuando Manuel y Ester se casaron, después de 2 años de noviazgo, hicieron una extensión de la misma y se quedaron a vivir junto a ellos.

Tuvieron tres hijos. Los dos primeros, varones, que desde muy jóvenes decidieron seguir con el negocio de sus padres y abuelos y, Mabel, que desde muy pequeña, mucho antes de llegar a la adolescencia, encontraba en la música de rock americana, principalmente en sus conjuntos favoritos, Gun’s and roses y Bon Jovi, un encanto especial por el idioma ingles, lo que le hizo desarrollar un sentimiento particular por esa lengua por lo que le pidió a sus padres que la mandaran a un instituto para aprenderlo y consiguió hablarlo y entenderlo a la perfección siendo aún muy jovencita.

Continuó con sus estudios del idioma hasta obtener el ‘first certificate’ , y después comenzó a concurrir a clases de conversación para desarrollarlo al máximo.

También desde un principio demostró, a la inversa que sus hermanos, que quería desentenderse del negocio familiar.

Cuando estaba en el tercer año de sus estudios secundarios se puso de novio con Ronaldo, un compañero de colegio que cursaba el quinto año.

Ronaldo era un jovencito muy extraño. Algunos días se deshacía en halagos y atenciones para Mabel y otros la ignoraba o la hacía sentir bastante mal delante de sus amigos.

Ella era una chica muy sensible que estaba siempre dispuesta a estar al lado de quien necesitara ayuda o tuviera problemas de cualquier índole. Descubrió muy pronto que su novio parecía tener algún problema psicológico e intentó convencerlo que consultara con su médico pero no lo logró durante muchos años. Ella sentía que él la necesitaba y que tenía que brindarle toda su ayuda para poder lograr que él encontrara el camino hacia esa consulta por lo que nunca se separó de su lado, ni aún en los momentos que la hacía sentir avergonzada delante de otras personas. Siempre estaba a su lado justificando todas sus actitudes.

Cuando por fin logró que tanto él como sus padres comprendieran la necesidad de la consulta médica, le diagnosticaron síndrome bipolar.

Al finalizar con sus estudios mercantiles comenzó a trabajar en un hotel del centro de Montevideo. Su padre que era el proveedor desde hacía más de 20 años, le había conseguido fácilmente el empleo puesto que la reputación ganada en todo ese lapso era excelente.

Hacía casi tres años que Mabel estaba trabajando en ese lugar. Siempre había sido considerada por sus superiores como la persona más atenta y amable que habían tenido. Ella siempre tenía una sonrisa y también siempre era capaz de encontrar las palabras adecuadas para solucionar cualquier problema y dejar al consumidor satisfecho.

Esa mañana, durante el check out, uno de los clientes, con un arrebato de ira y tirando la factura sobre el mostrador, le aclaró que ya había sido pagada a través de Internet, antes de su ingreso.

-Lo siento mucho- le dijo Mabel, intimidada por la inesperada reacción,-no figura ningún pago en su cuenta-.

-Pues lo hice- le contestó de mal humor, -fíjese bien-.

Mabel volvió a verificar los datos pero no aparecía ningún pago, por lo que amablemente le preguntó sino podía hacer el favor de conseguir el certificado del banco acreditándolo. -El banco está a dos cuadras de aquí-.

-Quiere Ud. Decirme que tengo que perder una hora de mi tiempo para realizar

un trámite que no me corresponde?- Le había dicho furioso el cliente.

En ese momento Mabel tuvo conciencia que se encontraba frente a una situación de la que nunca podría salir ganando. Si dejaba ir al cliente sin pagar y la factura estaba impaga, debería hacerse cargo posteriormente de la cuenta y si insistía con el recibo, ya estaba presintiendo que esta persona no se iba a ir del hotel sin dejar asentada una queja. No obstante tratando de encontrar la mejor sonrisa y poniendo la mayor dulzura posible en su voz le dijo; - Perdóneme, no es mi intención molestarle, pero es que no tengo ningún justificante del pago -.

El cliente se fue refunfuñando y murmurando cosas ininteligibles. Cuando volvió con el recibo del banco, le dijo que quería hablar con su supervisor para poner una queja por lo sucedido.

Poco después llamaron a Mabel de la oficina de su superior para comunicarle que tenía que disculparse frente al cliente. Fue inútil que tratara de explicar que ella había actuado correctamente, no sólo no le permitieron aclarar como se había desarrollado la situación, sino que la amonestaron con acritud. Nunca antes le había pasado algo parecido, por lo que pasó el resto de la jornada muy alterada.

Al retirarse decidió volver por un camino que no era el que hacía habitualmente. Tenía deseos de caminar y le pareció que dar un rodeo antes de llegar a su casa la tranquilizaría un poco. El maltrato que había recibido esa mañana por sus superiores la tenía todavía alterada y no quería que sus padres o su novio la vieran en esas condiciones.

Quiso pasear por el parque.- El aire fresco me ayudará a calmarme- pensó.

Caminaba lentamente y aspiraba con intensidad el aroma de las flores, tratando de poner un paréntesis en lo que le había sucedido, cuando sintió que algo en su garganta le impedía el ingreso del aire a sus pulmones.

Marta, su amiga de toda la vida! Su novio desde hacía 6 años! Estaban allí, abrazados y besándose apasionadamente.

Desconcertada y sin saber que hacer, se escondió detrás de un árbol para que no la vieran.

Estuvo observándolos durante unos minutos, como si necesitara asegurarse que eran ellos, aunque sabía perfectamente que no tenía que corroborar nada.

Parpadeaba repetidamente, como intentando en esa milésima de segundo que duraban sus ojos cerrados, borrar la situación que estaba frente a si misma.

Decidió que en ese momento no podía enfrentarse a la situación que tenía frente a sí.

Retrocedió lentamente, volviendo sobre sus pasos.

Ellos estaban tan ensimismados el uno con el otro, que no notaron su presencia.

-No veo la hora que este día se termine! Ha sido el peor día de mi vida -Se dijo a si misma.

No sabía a donde ir. No quería que nadie la viera en ese estado de desconcierto y mucho menos deseaba darle explicaciones a nadie. -A nadie! - se repitió.

Cuando llegó a su casa, saludó a su madre y le dijo que no se sentía bien. Que tenía un terrible dolor de cabeza y quería ir a acostarse.

Que si su novio la llamaba por teléfono, le dijera que no se sentía bien al volver del trabajo, que se había ido directamente a la cama, y se había quedado dormida. Le pidió por favor que no viniera a despertarla.

No tenía deseos de cenar. Se duchó y se acostó.

Pasó toda la noche desvelada.

Muchas veces había visto en películas o series, escenarios similares y siempre había considerado que no era una situación muy creíble. Según sus sentimientos, una amiga jamás sería capaz de hacer algo semejante. Mabel, era muy inocente.

Después de mucho cavilar, pensó que no quería escucharlos a ninguno de los dos. No quería escuchar sus razones. No quería conocer los motivos que los había llevado a esa situación. Y por supuesto, muchísimo, pero muchísimo menos quería que le fueran a pedir perdón.

No se puede herir tan profundamente a alguien y tratar de solucionar el dolor causado con una simple palabra o con un gesto de arrepentimiento.

Sentía que no tenía fuerzas para enfrentarse a ellos.

Decidió que lo mejor que podía hacer era alejarse de todo aquello. No quería volver a verlos nunca más.

Recordó entonces, que a diferencia de sus padres, siempre había querido saber como era el mundo fuera de aquel que había sido el de toda su vida. Sin pensarlo demasiado, esa misma noche prácticamente tomó la decisión.

Poseía además la ciudadanía española, gracias a sus abuelos paternos.

Suponía que con su first certificate, sus estudios comerciales y su experiencia como recepcionista podría conseguir trabajo en España.

Cuando a la mañana siguiente faltó al trabajo, la madre se asustó.

Mabel no faltaba nunca al trabajo, como tampoco faltaba a clase cuando estudiaba. Iba de todas formas, aunque se sintiera indispuesta.

Sólo una verdadera enfermedad que la postrara en la cama, obligándola, aún contra su voluntad, a permanecer en ella, la hacía faltar.

No se había querido levantar. Sentía que era mejor aislarse en su habitación. No quería hablar del tema, ni siquiera con su madre.

Necesitaba tiempo y soledad para seguir pensando con claridad.

Aunque ya había tomado la decisión de marcharse, tenía que pensar como poner al día su documentación. Quería ir al consulado para enterarse de todo lo que necesitaba. También quería informarse sobre cuál podría ser el destino más favorable para conseguir trabajo.

No tenía mucho conocimiento sobre España. Tampoco tenía ningún conocido que la pusiera al tanto o que la ayudara al llegar allá. Sus abuelos no habían mantenido correspondencia con los familiares que quedaron en España. Sólo al principio habían intercambiado alguna carta, pero con el paso de los años, se fueron espaciando hasta desaparecer. Manuel jamás tuvo contacto con nadie. Ni siquiera tenía referencias de alguna antigua dirección.

Cuando tomó conciencia de todo esto, se asustó. Tal vez, no era tan buena idea, después de todo. Qué iba a hacer, sola en España? Y sino conseguía trabajo?

No disponía de mucho dinero, por lo que tenía que medir bien todos sus pasos.

Decidió que valía la pena arriesgarse. -Siempre existe la posibilidad de volver- se había dicho a si misma.

Después de volver a pasar una noche casi en vela, puesto que había logrado dormir apenas un par de horas, se levantó muy temprano para ir a hacer sus trámites.

Cuando llegó se encontró con una multitud de gente. Jamás se le había ocurrido imaginar que hubiera tanta gente pensando emigrar. Eso le dio una cierta sensación de seguridad. -Si tanta gente quiere intentarlo- pensó –no debe ser tan mala idea-.

Conversó con todas las personas que pudo, logrando de esta manera, ponerse al tanto de muchas cosas que desconocía.

Casi todas estaban muy bien informadas, por lo que recibió con avidez todo lo que le explicaban. Fue una mañana muy provechosa.

Cuando regresó a su casa, se dijo que era hora de hablar con sus padres. Ya no podía dilatar más la conversación.

Supuso que iba a ser difícil y lo fue.

Primero les contó lo que le había pasado ese día que quedaría grabado en sus recuerdos para siempre. Sus padres estaban alelados. Hacía tantos años que conocían a Ronaldo y a Marta, que no podían creer lo que Mabel les estaba contando.

Después de unos minutos Mabel respiró profundamente y les contó a sus padres de la decisión de irse del país.

Los padres estuvieron en completo desacuerdo con la decisión de Mabel.

Ninguno de los dos, consideraban que, por un desengaño amoroso, su hija se fuera de su lado.

No tenían ningún familiar en España. Ningún conocido. Qué iba a hacer su hija allí? Todavía era muy joven. Recién había cumplido 21 años, hacía una semana.

Pero tuvieron que tomar conciencia que su hija ya era mayor de edad, y no podían detenerla por la fuerza. Que era una personita muy resuelta y cuando decidía algo no cambiaba de opinión fácilmente.

Tardó tres meses en terminar todos los preparativos que le permitieron partir rumbo a Madrid.

Durante ese tiempo se negó rotundamente a recibir a su ex novio y a su amiga. Tampoco los atendió nunca por teléfono.

Su madre tenía orden estricta de comunicarles a ambos, que ella no deseaba intercambiar palabras con ninguno de los dos.

Al cabo de un tiempo dejaron de intentarlo. Antes de partir les dejó una carta donde les decía que el dolor que le habían causado ambos había sido terrible, y la decepción aún mayor, pero que no obstante los perdonaba. No quería llevarse consigo el rencor, prefería sentir que, aunque le hubiese costado mucho, había logrado encontrar el perdón en su corazón. Pero les dejaba bien aclarado que no quería tener ningún contacto con ellos en el futuro. Sobre todo quería que Marta tuviese bien claro que ya no podía volver a ser su amiga jamás, bajo ninguna circunstancia. Le había perdido la confianza y el respeto y eran dos cosas imposibles de recuperar. Le aclaraba que podía comprender que Ronaldo hubiera caído en sus brazos en un momento de depresión o abatimiento, pero no podía comprender su actitud. Les deseaba, no obstante, que encontraran paz y felicidad en sus vidas futuras.

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