El Juicio
El estado febril que me tenía postrado en la cama, producto del invierno, me hacía pasar, del estado de vigilia a un estado de somnolencia, según bajara o subiera la fiebre.- Sueños incoherentes, desconectados de la realidad, se sucedían sin pausa, dejando apenas un vago recuerdo en mi maltratado cerebro.-
Una y otra vez los párpados se me cerraban por más esfuerzo que hiciera en mantenerlos abiertos, hasta que de pronto, una serenidad poco conocida se apoderó de todo mi ser, y al abrir nuevamente los ojos, sentí que mi cuerpo ya no tenía peso, y estaba, como suspendido en el aire, mirándome a mi mismo tendido en la cama, como si durmiera plácidamente.-
Permanecí en ese estado, con la extrañeza que despertaba en mí el momento, hasta que me sentí jalado hacia arriba por una extraña fuerza, a la cual no podía oponerme.- Sin temor alguno, y a una velocidad vertiginosa, entré en una especie de túnel, en el qué, pese a ser luminoso, se destacaba en el fondo, una mucho más brillante claridad, pero la cual, con su resplandor no agredía para nada mis sentidos.-
Al llegar el final de ese rápido viaje, la luminosidad se transformó en un horizonte claro, pero sin sol, y yo sentí que caminaba por un mullido colchón verde, aunque no de césped.- Así, de repente, me vi rodeado de gente que yo no conocía, que solos, o en grupos, caminaban hacia un edificio al cual entraban pausadamente.-
También yo encaminé mis pasos hacia allí, y al llegar a su entrada, un anciano, de aspecto bonachón, que parecía ser del lugar dialogaba brevemente con todos, y decidí averiguar que me estaba sucediendo.-
_Anciano, ¿podría decirme que es este edificio?.-
_El tribunal, me respondió sin levantar la vista.-
_¿Qué tribunal?........, insistí........
_El que juzga los actos humanos, fue la respuesta........
Ahora sí que estaba totalmente confundido, ¿es que acaso así era la muerte?,....... _No, respondió el anciano, como si hubiera leído mis pensamientos........... _¿Entonces?, volví a preguntar al anciano..........
_Eso lo decidirá el Tribunal, y esas fueron las últimas palabras que me dijo, antes de incorporarse y entrar al edificio.-
Permanecí ordenando mis ideas, y luego de unos instantes, y al notar que solo yo estaba fuera, sabiendo que no estaba muerto, entré en aquel extraño lugar.- Era un espacioso ambiente, en cuyo fondo se destacaba una especie de escritorio, rodeado de personas vestidas todas de igual manera, y cual sería mi sorpresa al ver sentado en el escritorio el anciano de la puerta.-
Una especie de secretario nombraba a las personas presentes, y una a una se acercaban al escritorio, pero al no poder oír lo que allí sucedía poco a poco me fui acercando para escuchar mejor, esperando yo también mi turno.-
_Fulano de tal, decía el supuesto secretario, y agregaba, abogado............., y a coro los que rodeaban al anciano decían, al infierno, por sus culpas ¡al infierno!.- _Mengano de cual, nuevamente decía el secretario, agregando, político.............., y otra vez el coro, ¡al infierno!.-
Y así se fue repitiendo la escena una y otra vez, desfilando por allí, sacerdotes, médicos, y toda clase de personas, hasta que de repente me sentí empujado hacia delante al escuchar mi nombre, y alcancé a oír, ¡escritor!..........,
Perdí el sentido del tiempo, y sin saber cuál había sido mi sentencia otra vez me vi en el túnel del comienzo, pero esta vez de regreso.-
Unos fuertes empujones me consiguieron despertar, y sentándome en la cama, comencé a recorrer con la vista el lugar, pero no había ni rastro del paraje donde había estado..................nada de la dorada luz, nada del anciano de severo gesto y ojos serenos, nada de aquel juicio al que había sido sometido...............
En pocos días la fiebre había desaparecido, y retornaba a mi rutina habitual de buscar personajes para mis cuentos, asumiendo las personalidades de todos aquellos que recordaba, habían sido juzgados en el tribunal de mi enfermedad, con sus aciertos y sus errores, con sus acciones y culpas, pero lo que sí tenía muy claro en mi corazón era que yo había recibido la más dura de las sentencias, ¡estaba condenado a vivir!.........
Autor: Victor Iglesias Gois
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