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Dos historias de amores tardíos .2

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CAPITULO DOS

-Que cosa mas ridícula estamos viviendo en estos momentos gracias a nuestro padre!, dijo el primer hijo- No puedo creer que se esté comportando peor que lo que lo hacen mis hijos adolescentes y eso que me están dando bastante problemas!-

-Es verdad- dijo el segundo hijo- mis hijos también me están dando problemas como los tuyos pero es comprensible por la edad y no nos avergüenza. Pero lo de nuestro padre si que lo hace!. Yo no quiero ni pensar que van a decir nuestros amigos y colegas cuando se enteren de ésto y yo les de la espalda-

-No!- dijo enérgicamente el tercer hijo –tenemos que hacerlo desistir de esta tontería hoy mismo, antes que nadie se entere. Para eso estamos aquí, no es cierto?-

-Por supuesto! Nos hemos reunido con esa intención, pero, quien comenzará a enfocar el problema cuando nuestro padre venga de la cocina con el café y cómo lo haremos?

No hemos tenido tiempo de ponernos de acuerdo, por lo que será mejor que lo hagamos pronto pues no creo que tarde mucho en aparecer por esa puerta- dijo el primer hijo señalando la puerta que separaba el living donde estaban sentados, de la cocina.

-Yo diría que tienes que ser tú- dijo el tercer hijo al segundo- Siempre has tenido mas autoridad y has logrado de él cosas que ninguno de nosotros ha podido hacerlo-

-Yo no tengo problemas en ser el primero que encare la cuestión siempre y cuando tenga en forma permanente el apoyo incondicional de ustedes a todo lo que se me ocurra decir, aun cuando no estén de acuerdo.- dijo el segundo hijo.

-Por supuesto que lo tendrás!- dijeron casi a dúo los otros dos.

-Pues trataré de ser diplomático y preguntarle primero como está y demostrarle interés en saber como se siente, que les parece?- dije con aire de convencimiento el segundo hijo.

-Me parece bien, pero no olvides que tienes que ser enérgico- dijo el tercer hijo – si nos adivina sin fuerzas para oponernos a su idea nos va a costar mucho hacer que desista de ella-.

-Si – acotó con firmeza el primer hijo – Tienes que ser muy enérgico y no demostrar ninguna debilidad cuando hables.

Tienes que hacerle saber que los tres pensamos que es la peor tontería que se le ha podido ocurrir. Tienes que hacerle entender que hay una edad para cada cosa y que justamente la suya no es una edad para esto que esta pensando-.

-No se preocupen- dijo el segundo hijo con firmeza- No voy a demostrar ninguna debilidad. Estoy demasiado convencido de lo que tenemos que hacer y pretendo conseguirlo.

Los tres hijos seguían discutiendo el tema acaloradamente. Del otro lado de la puerta Daniel que ya había terminado de preparar el café escuchaba con profunda tristeza la conversación que estaban teniendo.

No podía creer que sus hijos pensaran así!.

Cuando años hacia que solamente una vez por semana y en forma alternativa venían a visitarlo para compartir una cena y que, apenas acabada se marchaban.

Siempre aducían un cansancio extremo, una semana de trabajo agotadora, necesidad de que los chicos terminen la tarea escolar, etc.

Siempre había un motivo para que la reunión fuera cada vez mas corta. Y si al que le correspondía venir esa semana no podía hacerlo cosa que ocurría con poco frecuencia pero ocurría, esa semana se quedaba completamente sólo, pues ninguno de los otros dos venían a suplantarlos aduciendo tener su agenda ya planificada con antelación.

Y sus nietos mayores? Alguna que otra vez pasaban unos minutos para ver como estaban. Tomaban un café, ingerían alguna merienda y se marchaban. Siempre tenían tanto que estudiar!

Y no es que fueran malos alumnos porque ninguno lo era, pero Daniel sabía perfectamente cuanto tiempo insume la mayoría de los estudiantes por día para preparar las lecciones del colegio secundario, por lo tanto tenía bien claro que eran las excusas similares a la de sus hijos, para no perder tiempo charlando con un viejo que nada podía aportarles con su charla. No sabían nada sobre los conjuntos musicales de moda, ni las divertidas series televisivas del momento. De que se podía hablar, entonces?

Con respecto a sus nietos menores que podía decir?

Sus nueras siempre criticaban su manera de actuar con ellos. Que los mimaba demasiado! Que los malcriaba! Que les enseñaba cosas inadecuadas para su edad! Siempre tenían una frase crítica con respecto a sus actos o sus palabras. Jamás una palabra de aliento o un gesto cariñoso.

Pero, que podía pretender de sus nueras si sus hijos no se lo daban?.

Los tres eran profesionales y estaban muy ocupados para perder tiempo con un viejo que lo único que sabía hacer era protestar por las políticas económicas del país o contarles sobre sus achaques.

Si durante todo el año, él casi no existía para ninguno de ellos, porque hoy, que él tenía un nuevo proyecto de vida se preocupaban tanto por él?.

No sabía como tomar coraje para enfrentarlos. Había escuchado de sus hijos que estaban muy decididos a hacerlo cambiar de opinión, pero lo que ellos no sabían, es que él, estaba mucho mas decidido que ellos a no permitir que se la cambiaran.

Hacía demasiado tiempo que la soledad lo agobiaba como para permitir que sus hijos se entrometieran en su vida, cuando nunca antes lo habían hecho para acompañarlo, ahora que ésta podía estar llena.

Sus hijos podían estar muy seguros de sus opiniones pero él los superaba.

Tenía muy claro su situación actual y la felicidad que le proporcionaba como para dejarse abatir por el descontento de ellos, así que tomando con resolución la bandeja con las tazas de café se dirigió al living.

-Aquí esta el café- dijo con una sonrisa para que ellos no notaran que había escuchado todo lo que habían estado hablando de él.

-Hola papá- dijeron los tres a dúo – estábamos hablando de ti-.

-Ah si? Y que decíais?- dijo Daniel tratando de que se convencieran que no los había oído.

-Nos estábamos preguntando como nació esa tonta idea que nos has comunicado ayer- dijo el segundo hijo.

-Y porque os parece tonta?- Yo la considero muy normal- dijo el padre sonriendo mientras se hacía el sorprendido por la aseveración de su hijo.

-Que edad crees que tienes, papá?- le preguntó el segundo hijo.

-No lo creo- le respondió Daniel sonriente – Se positivamente que tengo cincuenta y ocho años, puedo mostraros mis documentos si tenéis alguna duda- dijo en tono socarrón.

-Muy gracioso papá- dijo con aire irritado el tercer hijo.- Nosotros sabemos muy bien la edad que tienes, el que parece haberlo olvidado eres tú-.

-Pues ya os he demostrado que estáis equivocado porque esa es mi edad, por lo tanto no le he olvidado- dijo en el mismo tono Daniel.

-Y entonces, puedes decirnos como se te ha ocurrido a esta edad, la idea de volverte a casar?- le dijo el tercer hijo mostrando en su tono el descontento que sentía.

-No entiendo que tiene que ver la edad con el casamiento- dijo Daniel haciéndose el sorprendido por el cuestionamiento de su hijo- el casamiento se ha inventado para que la gente viva en pareja y no sufra la soledad de su única compañía-

-Pero es que no te das cuenta que estás haciendo el ridículo?- le dijo el segundo hijo siempre poniendo énfasis en su voz para que su padre no tuviese ninguna duda de su descontento.

-No entiendo porque estoy haciendo el ridículo- dijo con aire inofensivo Daniel- He conocido a una mujer que al igual que yo esta sola y quiere compartir el resto de su vida conmigo. Por primera vez en estos últimos años, desde que murió vuestra madre, no me he sentido solo-.

-Tienes bastantes amigos como para sentirte solo, papá- dijo enojado el tercer hijo. –No nos vengas ahora con eso de la soledad! Acaso no vas a visitarlos con frecuencia y compartes con ello mucho tiempo mientras juegan a las cartas?-.

-Es cierto que voy a su casa cada vez que puedo en busca de esa compañía que ninguno de vosotros y vuestra familia me ofrece, pero apenas son unas horas por semanas, el resto del tiempo estoy completamente solo y ya estoy cansado de ver las mismas noticias por televisión-.

-Ah! Ahora los culpables somos nosotros que no te brindamos suficiente compañía- dijo el segundo hijo.

-Yo no dije que seaís los culpables de nada. Tampoco entiendo que haya ninguna culpa- dijo Daniel siempre manteniendo el aire de inocencia con que comenzó la conversación. -Simplemente os he dicho una gran verdad. La compañía que vosotros me brindáis es casi nula. Se han puesto a contar cuantas horas por mes me brindan cada uno de vosotros o de vuestra familia?- Supongo que no, porque nunca tenéis tiempo para nada y no lo vais a estar perdiendo para esta tontería, verdad?-

-No!- Dijo enojadísimo el tercer hijo – Si, es así!, ahora los culpables de esta locura somos nosotros! Que desfachatez!-

-Vuelvo a repetir que jamás he dicho que seáis culpables de nada, aunque pensándolo bien, cosa que no había hecho hasta ahora, si sois culpables de no brindarme suficiente atención, pero no habéis influido en nada en esta decisión que he tomado de casarme con Teresa-.

-Y se puede saber donde la conociste?- dijo burlonamente el segundo hijo. –En alguna casa de citas?-

-No, la conocí en el Bingo- dijo riéndose Daniel.

-No, si ya decía yo! Una jugadora!- dijo el tercer hijo. –Una vividora que se ha acercado a ti para desplumarte y dejarte librado a tu soledad una vez que lo haya hecho-.

-Que tonterías estas diciendo, hijo?- dijo Daniel muy enojado al ver que su hijo sacaba conclusiones infundadas sobre la mujer que iba a ser su esposa les gustase a ellos o no.- Tanto ella como yo era la primera vez que íbamos a un Bingo. A mi me habían convencido mis amigos, quienes tampoco habían ido nunca, de ir todos juntos una vez para ver de que se trataba ese juego que apasiona a tanta gente y dicho sea de paso, ninguno logro descubrirlo porque todos nos aburrimos soberanamente esperando que dijeran un número para apresurarnos a anotarlo en nuestro cartón y descubrir que cuando estábamos a un paso de lograr llenarlo alguien se nos adelantaba y gritaba “Bingo” con lo que se daba por terminada la jugada para volver a empezar unos instantes después con lo mismo-.

-Papá, ya sabíamos que nunca habías ido a un bingo- dijo el primer hijo – No nos estábamos refiriendo a ti sino a ella cuando dijimos que era una jugadora empedernida-.

-Pero ya os he dicho que a ella le había pasado lo mismo que a mi- replico Daniel bastante molesto con la actitud de sus hijos- Una amiga le había pedido que la acompañara y aunque no fue con mucha voluntad había aceptado hacerlo. Ella sólo jugo dos veces. Luego se limitó a mirar como jugaba su amiga.

Por eso, al verla, le sonreí y le pregunte si a ella también le había parecido aburrido el juego a lo que me respondió con mucha energía “Aburridísimo”-.

-Lo ha hecho solo para engatusarte- respondió el tercer hijo- Habrá notado tu cara de aburrimiento y habrá pensado que eras una presa fácil para sus intenciones-.

-Y cuáles serian esas intenciones?- pregunto burlonamente Daniel.

-Lo que ya te hemos dicho- dijo enojadísimo el segundo hijo- Sacarte hasta el último centavo y después dejarte-.

-No le va a costar mucho sacarme hasta el último centavo- dijo riendo Daniel- Lo único que tengo es esta casa y un ingreso bastante limitado con mi trabajo. Si es cierto lo que pensáis de ella, no podemos decir que tenga muchas ambiciones.

No os preocupes, no voy a vender la casa. Les quedara como herencia. Se los prometo-.

-No queremos ninguna herencia- dijo el primer hijo- Sólo queremos que no nos haga pasar por el bochorno de tener que comunicarle a todos nuestros conocidos que quieres casarte. Por Dios, papá!Si los jóvenes de ahora no quieren casarse. Prefieren la convivencia, el “no compromiso”, como es posible que a tu edad estés pensando en hacerlo?.

-A lo mejor por eso. Porque no soy joven- dijo soltando una carcajada Daniel- Probablemente porque pertenezco a otra generación. La generación del compromiso.-

-No seas ridículo papá,- dijo el segundo hijo- Tienes que entender que la idea no tiene ningún sentido. Ninguno de nosotros estamos en desacuerdo que tú tengas tus asuntos personales. Jamás te hemos preguntado al respecto-.

-Jamás me han preguntado nada de mi vida, porque no les ha interesado nunca- dijo en forma tajante Daniel. Desde que murió vuestra madre se han ido alejando un poco cada día de mis pensamientos, de mis sentimientos y mi vida.

Ahora, porque se encuentran ante una idea que les parece absurda, de pronto, han encontrado el tiempo para que estemos todos reunidos debatiendo sobre el tema. Saben cuanto tiempo hace que no nos reunimos los cuatro solos?. No, es muy probable que no lo sepan, también yo lo he olvidado. Tanto tiempo ha transcurrido!

-Sabes muy bien que los tres trabajamos todo el día. No es fácil en esta época ser profesional. Son muchas exigencias las que te imponen para poder mantenerte al día con los descubrimientos, los adelantos y la tecnología. No nos queda a ninguno mucho tiempo disponible- dijo el primer hijo.

-Lo se, me lo habéis dicho infinidad de veces, por eso estoy tan asombrado de que hoy hayáis encontrado el tiempo para reuniros- replicó Daniel con aire de suficiencia.

-Hemos debido hacer un alto en nuestras actividades, cosa que nos acarreará a los tres algunos problemas, pero el asunto a tratar era demasiado importante- dijo el segundo hijo.

-No puedo entender como es posible si no les importa lo que hago, en que uso mi tiempo, como me entretengo o aburro, si me hace falta algo, o cualquier otra cosa referente a mi, de pronto el hecho de haberles anunciado que voy a casarme, me hace tan interesante a vuestras vistas- le dijo Daniel siempre manteniendo un aire socarrón puesto que de verdad no lograba entender a sus hijos.

Durante años se habían desentendido de el y de pronto ante el anuncio de su casamiento, era el único tema de preocupación familiar. Tan preocupante era la situación que hasta habían encontrado todo este tiempo disponible para compartirlo con él.

-Hijos- dijo Daniel con aire triunfante- Es inútil todo lo que hagáis para hacerme cambiar de opinión pues no lo lograréis.

Si tanta vergüenza os produce que vuestras amistades se enteren, pues no se lo comuniquen. Yo no voy a sacar un anuncio en el diario anunciando mi casamiento. Basta con que no lo comenten con nadie. No creo que nadie vaya a preguntarles por mí si vosotros no sacáis el tema-.

-Y que le diremos a nuestros hijos?- le preguntó el segundo hijo- También se lo ocultaremos a ellos?-.

-Los hijos y nietos de Teresa están contentísimos con la noticia. Ninguno se ha hecho ningún cuestionamiento hasta el presente. Ninguno lo ve como un acto que avergüence- replico Daniel –No entiendo porque vuestros hijos no pueden verlo de la misma manera. Si vosotros les dais la noticia con naturalidad y no como me lo estáis manifestando a mi, no creo que se cuestionen el hecho en lo absoluto-

-Estas equivocado, papá- le dijo airadamente el segundo hijo.- Ellos no van a aceptar una abuela suplente-

Tus hijos- dijo Daniel dirigiéndose al tercer hijo- no conocieron a su abuela por lo tanto no la van a sentir como suplente y los vuestros eran demasiado pequeños y casi no la recuerdan.

De todas maneras no tienen ninguna obligación de considerar a Teresa como abuela. Ella ya tiene sus propios nietos.

Y recapacitemos un poco, hijos. Vuelvo a hacerles una pregunta que ya les hice ¿Cuántas horas mensuales vamos a compartir con cada uno de vosotros? No creo que tengan mucho tiempo para conocerla.

Y si conmigo casi no habláis, cual seria el problema si no lo hacéis con ella, si tanto les molesta.

Es que acaso no podéis pensar un instante en mi? En el cambio que va a tener mi vida? No os daís cuenta que lo que nos une a ella y a mi no es el deseo de tener relaciones sexuales, aunque las tenemos y nos producen bastante placer a ambos, sino compartir las largas horas de nuestras vidas que desde hace un tiempo están plagadas de soledad, recuerdos y ausencias queridas-.

-Por otro lado- continuó Daniel, si actualmente las parejas se separan y vuelven a unirse con otras personas y los hijos terminan aceptando esa situación que si los atañe en forma personal y en su vivencia diaria, porque es tan diferente en mi caso?

-No cambies de tema ni lo intentes llevar en otra dirección. No debes haber querido tanto a nuestra madre, si ya le has buscado sustituta!- dijo despreciativamente el tercer hijo.

-Hace 8 años que vuestra madre murió. No creéis que es bastante tiempo para elaborar el duelo y querer comenzar una nueva vida?- dijo bastante enojado Daniel.-Y contrariamente a lo que suponéis, he querido muchísimo a vuestra madre. Tal vez mucho más que lo que cualquiera de vosotros queréis a vuestras respectivas esposas. Y jamás dejare de quererla. Ella llenó todos los años de mi juventud y adultez hasta su muerte y aun después de ella. Con ella formé esta familia que hoy me tiene abandonado.

Pero ella hace ocho años que no está en este mundo. Se dan cuenta! Ocho años.

Multiplíquenlo por trescientos sesenta y cinco días y sabrán cuánta soledad he vivido. No voy a renunciar por ningún motivo a esta oportunidad que me da la vida de llenar esas horas vacías. Aunque esto me signifique no volver a veros.

Si tan intransigentes sois como para no comprender y no queréis volver a verme. Pues lo aceptaré. Será vuestra decisión y no la mía. Pero les reitero. No renunciare a Teresa. Estáis invitados junto a vuestras familias a la reunión íntima que haremos después del registro civil. No voy a obligaros a venir. También seréis vosotros los que decidan. Yo solo me limitaré a aceptar vuestra decisión sin replicar ni hacer el más mínimo de los comentarios.

Con estas últimas palabras Daniel recogió las tazas y los platos y se dirigió a la cocina dejando a sus hijos estupefactos.

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