Testimonios de pastoral cuarta parte
Los que dirigíamos el coro de las doce del día éramos tres: Carlos, Juan Carlos y yo. Tuvimos una reunión después de esto, y quisieron tomar una actitud negativa. Quisieron prohibir a los integrantes del coro, participar en la misa de Navidad junto con los demás, y les dije que esto no sería lo correcto, ya que en “nuestro coro” había personas que seguían a Franco de alguna manera, y por el bien de la Iglesia eso no se debería hacer.
Aquella noche vísperas de Navidad, asistí a la Misa con mi esposa y mi mamá, como un feligrés más. No quiero menospreciar, ni quitar el mérito al coro que se escuchó aquella noche, porque no sería justo. El coro se escuchó bien, a pesar de lo dicho sobre el comportamiento negativo de Franco Farfán, como se lo dije esa noche en la reunión: “yo no dudo de tus habilidades musicales”.
Después de todo esto a Franco no lo volví a ver por la parroquia, y según algunos comentarios que luego escuche, dicen que se retiró porque sentía mucha presión, pero creo que el mismo se la fabricó. El mismo con su mal comportamiento en la parroquia, fue alimentando el rechazo no a él como persona, sino a sus actos negativos, que nadie en su sano juicio eclesial, podría aceptar. No quiso escuchar a nadie.
Nuevamente el Sr. Franco Farfán dejó la Parroquia, y se llevó a más de la mitad del coro. Las personas se quedaron sin director musical y sin poder seguir cantándole al Señor, y de alguna manera apoyaban su aptitud, ya que no se dejaron dirigir por nadie más.
A fines del año 2003, tuve la inquietud de querer formar en nuestra parroquia un único coro, para que de esta manera se terminaran los conflictos de tipo personal entre los coros. Así que después de las celebraciones de Navidad, le hago saber al Párroco esta inquietud.
El Padre Luís después de meditar esta inquietud, le da forma y decide crear un único ministerio de canto, y para esto decide nombrar un representante general. El padre decide nombrarme para dicho cargo, pero tal vez sin darse cuenta que todavía había un sector que sentía rechazo hacia mi persona, (pero esa no era mi intención al proponerle mi inquietud, porque dentro de los coros en ese entonces, había personas rescatables que podían llevar ese cargo con mucha dedicación, y sobre todo jóvenes. El Padre Luís ya lo había decidido así, y así lo hizo saber. No pude rechazar la invitación ya que pienso, y se con certeza que a través de él, es El mismo Jesús quien me llamaba para este servicio.
Llegó Semana Santa, y se trataba de unir a todos los coros para dicha festividad, tuve un rechazo absoluto, y solo participó el coro al que yo pertenecía.
Más tarde se acordó en Consejo Pastoral con nuestro Párroco a la cabeza, confeccionar un reglamento general para todos los coros, a fin de unificarlos, y el encargo fue para mí. Teniendo en cuenta la realidad y la problemática existente en los coros tuve que emplear un criterio muy estricto. Este reglamento duro y severo, reflejaba los conflictos que quería desterrar. Pienso que si la realidad hubiera sido otra, el reglamento tendría que haber sido distinto.
El reglamento fue presentado en el “Equipo de coordinación Parroquial”, (ECP), y se decidió que lo vieran los coros y que ellos lo revisaran y corrigieran. En este punto quiero detenerme un momento para manifestar mi punto de vista.
No estuve de acuerdo y discrepé de esta decisión, ya que creo que la coyuntura y la problemática coral en esta Parroquia es persistente, y no se podía poner en manos de personas que entran constantemente en conflictos personales, la revisión de algo que a luces les perjudicaba en su actuar personal. Pienso más bien, y aunque parezca autoritario o tirano, que las reglas de juego se tienen que dar, desgraciadamente la realidad lo sugería así. Creo también que las personas que están acostumbradas a la disciplina y el orden, no tenía porque haberles afectado este reglamento.
El Padre Juan Mari, en ausencia del Padre Luís, que tuvo que viajar a su patria, estuvo a cargo de los quehaceres del Párroco, y es así que convocó a una reunión a todos los representantes de los coros, (dos representantes por coro), para ver el reglamento, y la problemática coral en general. La reunión se realizó de una manera cordial y animada, y sirvió para darnos cuenta de los motivos principales de la desunión en los coros.
Pude apreciar por un lado, en la opinión de uno de los grupos, cuál era el motivo del rechazo hacia mi persona. La inexperiencia por el “poco tiempo”, que llevaba participando en la parroquia, no me permitía ver la problemática y realidad de los coros, ya que cada coro tenía sus propios problemas y realidades.
Esta constante de personalizar el ministerio encargado, se da en todas las pastorales, y esta apreciación no es lógica, ya que los problemas se vuelven personales y no pastorales. La meta y el fin al que apuntan todos los coros es la misma. Puede haber diversidad de personalidades, pero tenemos que estar consientes que esto no debe anular nuestra labor pastoral, no se necesita tener 20 o 2 años de labor pastoral para darse cuenta de esto.
Al final de la reunión se acordó que no debería haber un reglamento general, más bien el Padre Juan Mari, quien también estuvo de acuerdo con este punto, propuso confeccionar un “ideario”, donde se mencionaría como debía ser un coro parroquial, pero sin imponer nada. También se acordó reuniones mensuales para seguir tratando este asunto.
Un punto importante en esta reunión, fue el que dio pie a mi decisión de apartarme del coro al que pertenecía. La idea marcada en los representantes de los coros, de que los problemas personales son colectivos.
Para explicarlo mejor con el ejemplo concreto: La persona que representaba al coro que yo pertenecía, estaba disgustada con el representante de otro coro, entonces por ende yo y los demás integrantes del coro teníamos que estarlos también.
Después de todo esto tuve que pedirle disculpas al padre Luís por no haber podido llevar a cabo lo que me había confiado, ser el representante general de todos los coros y poder crear un reglamento general para acabar con todos los problemas y conflictos.
El padre Luís no se si para no hacerme sentir mal o porque verdaderamente necesitaba que siguiera apoyándolo en la parroquia decidió nombrarme miembro del Consejo Pastoral.
El Consejo Pastoral “CP”, siguió trabajando en lo relacionado al reglamento de los coros, y por fin se dio un decálogo que tenía más o menos las ideas que había yo manifestado en mi reglamento general; pero igual se manifestó el rechazo y la oposición de parte de todos los integrantes de los coros, y más grave, con cartas dirigidas al consejo y al padre Luis, insultando, y maltratando a todos. La decisión en consejo fue tajante: suspender de su servicio a todos los agresores.
Esta vez se suspendió al Sr. Franco (había regresado), por tiempo indeterminado y también al director del coro del grupo de oración carismático. Franco se fue nuevamente con todo su coro, pero no sucedió lo mismo con el coro carismático, que también participaba en la misa de las nueve de la mañana, ya que la misma renovación carismática suspendió a dicho director por haber ofendido al Párroco.
El coro del grupo de oración carismático, que anima las misas de las nueve de la mañana, se quedó sin director musical, y el Padre Luís me pidió que dirigiera dicho coro. Los integrantes del coro, como es normal al comienzo me recibieron con un poco de recelo, pero después me fui ganando su confianza y estimación, gracias a Dios.
Mi aceptación a dirigir el coro a pedido del Padre, solamente era para eso, y más no pertenecer al grupo de oración, pero el Señor tiene sus planes, y después de medio año, pasamos mi señora y yo a pertenecer al grupo de oración.
Cierto día vino a visitarnos Lucha una prima de mi esposa, y justo ese día teníamos que ir a rezar un rosario en el templo de la parroquia, luego cantar en la misa de seis de la tarde con el coro del grupo de oración, y después asistir a la reunión del grupo de oración.
Lucha, prima mía también por el cariño y aprecio que le tengo, nos acompañó a todas estas actividades. Lucha se quedó muy contenta al final. De regreso a pie por las calles de Santa Beatriz y Lince, veníamos comentando. Para esto ese día en el grupo de oración dio una charla una hermana de la renovación carismática acerca de los carismas del grupo de oración, nuestra prima me preguntó que me pareció esta charla. Su pregunta se orientaba más o menos por querer saber la opinión de alguien que ella sabía, tenia estudios en teología. (Modestia aparte).
No quiero con este comentario traer abajo todo el trabajo pastoral del grupo de oración carismático, pero en lo que pude apreciar aquella noche en la charla dada por una hermana de este grupo, tuve la sensación de ver solo centrado el tema en el aspecto espiritual, dejando de lado un poco el aspecto racional.
El estudio teológico nos lo dice bien claro: la fe va de la mano de la razón, y no podemos centrarnos solo en uno de estos puntos, ya que la sola fe nos lleva al fideísmo, y la sola razón nos lleva al racionalismo. Bien lo dice el Papa Juan Pablo II en su encíclica FIDES ET RATIO (fe y razón) con estas palabras:
“La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”.
Entonces la reflexión efectiva de mi parte fue por la pregunta de mi prima, ¿por qué, entonces asistes a este grupo, sino estás de acuerdo en esa parte?......
El Señor me dirá más adelante que es lo que hago en este grupo.
Continua.
Andrés Arbulú Martínez
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