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Intolerancia.28

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Ruth había decidido alojarse en el departamento en el que vivieron Tati y Sebastián. Boris había ido a recoger las cosas de ambos y se las había traído a Tati. Ella no quiso volver a pisar el lugar donde había vivido junto a su amado.

Cuando llegó con todas las pertenencias, Tati estuvo toda la tarde llorando. Miraba y acariciaba efectos que habían pertenecido a su marido. Miró y remiró casi hasta el anochecer, las fotos donde ambos estaban juntos, besando su imagen reiteradamente.

Boris la dejó a solas. Le parecía que era mejor que si quería llorar, lo hiciese sin su presencia.

Esa noche no quería sentarse a la mesa, pero sus padres le sugirieron que era mejor que lo hiciera, y que si no quería hacerlo por ella, lo hiciera por su bebe. Fue una buena idea, porque ambos se esmeraron en hacer que ella olvidara la tristeza que la había embargado durante toda la tarde y lo lograron. Tati terminó la noche con algunas sonrisas, aunque se veía claramente que eran forzadas. Cuando decidió irse a dormir se sentía mejor y no le costó conciliar el sueño.

Al día siguiente la vieron mejor. Boris la invitó a desayunar en un barcito cercano. Salieron al mismo tiempo que Natasha partía para el hospital. Tati volvió a encontrar el padre que siempre había tenido y que creyó perder para siempre aquella tarde que le dio la cachetada. Esa tarde cuando le anunció  su casamiento civil.

Así fueron pasando los días hasta que comenzaron las clases de la universidad. En un principio Tati había pensado no concurrir durante ese año, pero después de dio cuenta que imponerse la obligación de cursar y estudiar las materias, podía ayudarla a no pensar.

Su embarazo evolucionaba sin dificultad. Ella estaba muy triste y muchas veces decía que había sido un gran error continuar con el mismo. Otras en cambio, veía en ese hijo por nacer la continuidad del amor que la había unido a Seba. No quería salir con nadie, excepto con sus amigas de siempre.

Natasha estaba muy preocupada por la salud mental de su hija. Lo había consultado con la psicoanalista del hospital, pero esta le había dicho que todas las reacciones que le contaba, eran normales. Le preguntó si su hija no estaría dispuesta a tomar algunas sesiones con ella, pero Natasha ya se lo había propuesto y había tenido un “rotundo no” por respuesta. Le dijo que no se preocupara, que el tiempo se encargaría de ir suavizando las cosas.

No se quedó tranquila con la consulta y la llamo a Gladys para pedirle consejo.

-Hola Natasha- dijo alegremente Gladys – cómo andan las cosas por allá? Cómo está tu hija? Cómo está el embarazo?-.

-Mas despacio mujer- le contestó Natasha, - que te pasa que quieres saber todo desde el principio y casi no me has dejado saludarte?-.

-No me pasa nada- le contestó su amiga - sólo quería preguntarte por las cosas importantes-.

-Te llamaba porque necesito tu consejo- le dijo Natasha con aire triste- no se como ayudar a mi hija. Hay días que ve las cosas que forman parte de su vida más o menos normal y está contenta con su embarazo y otros, que se arrepiente totalmente de haberlo continuado y se pone a llorar.

Dice que es una carga muy pesada para ella sola. Aunque la situación sea diferente en ciertos aspectos, a ambas nos ha tocado vivir un embarazo en soledad de pareja, con nuestras hijas. Cómo la acompañaste tú en esos momentos en que se sentía muy sola e insegura para continuar con el mismo? Qué le decías-? -Pues nada extraordinario- le respondió Gladys, - le hacía ver que la figura paterna que un chico necesita para crecer, la iba encontrar en su padre y en su hermano, que todos la íbamos a ayudar y que aunque en ese momento todo lo veía oscuro, la luz volvería a iluminar su vida.

Qué otra cosa puedes decirle a tu hija cuando se encuentra sola, frente a ese gran paso que es la maternidad y  que, además, es demasiado joven como para enfrentarse a ella. Tati tiene unos años más que los que tenía mi hija cuando se encontraba en esa situación, pero igual es muy joven. Muy joven para la época en la que les toca vivir, donde los chicos maduran muy tardíamente.

Es normal que muchas veces piense que se equivocó en seguir adelante con ese embarazo. Recuerda que todas hemos tenido miedo cuando estábamos embarazadas y todas tuvimos la suerte de tener a toda nuestra familia y, principalmente a nuestra pareja, a nuestro lado-.

-Si que lo recuerdo- yo no tenía a mi familia junto a mi, pero Boris me apoyaba tanto que cada vez que me quedaba aterrada por el miedo a no saber que hacer cuando naciera el bebe, siempre encontraba la palabra justa o el chiste oportuno para sacarme de la situación-.

-Pues dile entonces que ahora haga lo mismo con su hija- le contestó Gladys. – Traten de que salga y se distraiga. Que vaya a ver espectáculos que les guste. Que alterne con la mayor cantidad de gente que pueda. La soledad es la que te hace pensar mucho y cuando piensas mucho, terminas pensando en  tonterías-.

-Eso es verdad-  dijo Natasha. –La soledad te hace pensar en tonterías-.

-También ponle de ejemplo a mi hija- le agregó Gladys. –En su momento creyó que jamás volvería a amar y entregarse a alguien como lo había hecho la primera vez y si la vieras ahora-  ¡no sabes que feliz es con su pareja! Sabes que están planeando casarse? Bueno, todavía no han puesto fecha, pero ya están hablando de matrimonio-.

-Cuánto me alegro por ella- le dijo Natasha. -Realmente sufrió mucho y se merece encontrar la felicidad. Espero que mi hija vuelva a encontrarla un día y te garantizo que entonces, no voy a oponerme a ninguna circunstancia que se pueda presentar. Lo aceptaré tal como es, aún si es jugador o poco trabajador o lo que sea. Si la vuelvo a ver a mi hija feliz como la ví junto a Sebastián, no pondré la más mínima de las objeciones a su unión. No sabes cuánto me arrepiento de haberle fallado el día de su boda. Aunque haya sido nada más que por civil. Fue el día de su boda-.

-No te atormentes más por lo que no puedes cambiar. No se puede volver atrás al pasado para corregir los errores cometidos. Lo que importa es cómo la estás apoyando ahora. O sea que lo que importa es el presente- le dijo con dulzura Natasha. - Ella ya comprendió y perdonó. Eso es lo que vale. Le estás brindando todo lo que necesita para apuntalar su vida nuevamente. Eso es lo que ella necesita en estos momentos-.

-Como está Ruth?- pregunto Gladys.  -Ella me contó que está muy contenta con el trabajo del hospital y que se alegra de haberse mudado a San Francisco, pero yo la noto extraña-.

-Está extraña- aclaró Natasha. -Se desvive por Tati y su embarazo. Todas las semanas le compra algo al bebe y a ella. Sigue haciendo la terapia que había iniciado en Israel. Igual se la nota como si se hubiera enrollado dentro de si misma para no permitir que nadie vea su sufrimiento. Por momentos parece que tiene mucho entusiasmo por hacer cosas y por momentos, la ves muy callada. A veces tengo miedo que tenga ideas de suicidio-.

-No digas eso- le dijo asustada Gladys, - porque te da esa impresión?-.

-No lo se- le contesto Natasha, - pero pedí hora con su psicoanalista y le conté mis miedos, así que ahora me siento mas tranquila. Se que ella va a trabajar con mayor precisión sobre ese punto-.

-Lo siento Natasha pero tengo que dejarte- le dijo Gladys al observar su reloj y ver que estaba retrasada- Tengo pacientes citados y ya estoy llegando tarde-.

Adiós y perdóname la cháchara- le dijo Natasha-.

-No lo he considerado una cháchara en ningún momento. Espero haberte sido de ayuda. Adiós-  Gladys colgó el auricular y se dirigió a la clínica.

Era el día en que Tati tenía que hacerse la ecografía de control. Esa vez querían estar todos a su lado puesto que le dirían el sexo del bebe. Natasha y Ruth lo estaban esperando ansiosas  juntas, en el hospital, sabían que Tati y Boris llegarían de un momento a otro. Todos estaban anhelantes por conocer el sexo.

Se dirigieron al consultorio donde el médico los estaba esperando. Todos entraron juntos.

El médico se rió al ver tanta compañía.

-Parece que están muy interesados en saber el sexo del bebé- dijo el médico sonriente. - Es el primer bebé, verdad? Todas las parejas vienen ansiosas por conocer el sexo y lo curioso es que, sea el sexo que sea, todos lo festejan con la misma alegría. Son muy pocos los que se decepcionan cuando es el primer bebé-

El médico comenzó con la ecografía y al cabo de unos cuantos minutos, les comunicó que era un varón.

Todos se alegraron con la noticia. Probablemente se hubiera alegrado de la misma manera, si el médico  les decía que era mujer. Probablemente, pero no lo sabían.

Natasha que por casualidad estaba mirando a Ruth, notó en ella un rictus extraño. No supo definir si se había alegrado o no con el sexo de su nieto.

De todas maneras no le pareció relevante y decidió no preguntarle nada. Supuso que si estaba triste porque era un varón, a lo mejor no quería hacer ningún comentario y si por lo contrario, se había alegrado, en algún momento lo haría espontáneamente.

Se fueron los cuatro juntos a casa de Natasha y Boris. Los turnos de Natasha y Ruth estaban casi por finalizar y decidieron tomarse ese tiempo, anticipándose a su salida regular, para regresar todos juntos.

Ruth seguía sin mostrar ningún signo de alegría o decepción por lo que Natasha supuso, que no estaba muy contenta con que su nieto fuese varón.

A partir de ese día Ruth se volvió un poco más callada. No obstante venía regularmente a visitar a Tati cargada de regalos. Era inútil que Tati le explicara que dejara de comprar cosas. Ella seguía haciéndolo.

-Has considerado ya el nombre que vas a ponerle a tu hijo?- le preguntó en una de sus visitas Ruth.

-Si- le contestó sonriente Tati. - Aunque a mis padres en un principio no les pareció buena idea, ahora están completamente de acuerdo. Supongo que tú también lo estarás. Se llamará igual que su padre. Pienso que es un homenaje hacia él y una forma dulce de seguir pronunciando su nombre. Hasta ahora me ha dolido hacerlo. De hecho habrás notado que no lo mencioné.  Por eso mis padres se opusieron en un principio. Se que con el tiempo eso cambiará. -.

-Gracias Tati-  le dijo Ruth al tiempo que le besaba la frente. - No sabes cuanto deseaba que le pusieras ese nombre. No quise comentártelo en ningún momento porque no era mi intención influenciarte-.

-No me hubieras influenciado con ese o con ningún otro nombre- le dijo Tati sonriendo. – Soy muy terca y jamás hubiera aceptado que otra persona decidiera el nombre de mi hijo. Lamento no haber tocado nunca

ese tema con Sebastián. Desconozco si a él le hubiese gustado o no que le pusiéramos su nombre, pero es que no estaba en nuestros planes tener hijos por muchos tiempo-.

-Lo se- respondió Ruth con profunda tristeza en la voz, - pero como verás, es inútil los planes que los seres humanos hagamos cuando la vida es la que ha decidido por nosotros. Siempre será ella la que gane.

Ambas mujeres se abrazaron y comenzaron a llorar.

Cuando se aproximó la fecha de parto, toda la casa comenzó con un movimiento irregular. En el mismo instante que Tati hacía el más mínimo gesto de dolor, Natasha y Boris corrían a tocar la prominente pancita para corroborar que no fuera una contracción que indicara el comienzo del parto.

Natasha estaba muy atareada con los preparativos de un congreso de Cardiología, de la que era su organizadora principal. Ella era la encargada entre otras cosas, de supervisar las mesas de debates y debía asegurarse la concurrencia de todos los participantes, además de la organización principal. No obstante en cuanto podía, volvía corriendo a su casa para estar al lado de Tati. Quería ser ella la que la llevara al hospital cuando comenzaran las contracciones.

Esa noche cuando Tati la llamó diciéndole que no se sentía bien, Natasha corrió a su cuarto. Comenzó a controlar la duración y frecuencia de las contracciones. Cuando corroboró que se presentaban cada tres a cinco minutos, decidieron que era el momento de ir al hospital.

Cuando llegaron, Tati presentaba sólo un centímetro de dilatación. El control era cada dos horas aproximadamente. La dilatación progresaba muy lentamente. Al cabo de doce horas y no habiendo logrado más que cuatro centímetros de dilatación, le propusieron hacer una cesárea. Tati les preguntó si se podía esperar un poco más. Prefería tener un parto natural. Le dijeron que mientras el bebé no presentara signos de sufrimientos, podían seguir esperando, pero no pasó muchos tiempo hasta que en el control encontraron que los latidos estaban alterados y la llevaron en forma inmediata al quirófano.

El bebé nació bien. No había signos de sufrimiento fetal y respiró inmediatamente, presentando un Apgar de nueve a diez. Inmediatamente se lo pusieron sobre el pecho a Tati. Cuando ella sintió ese calor y esa sensación pegajosa de la piel provocada por el unto sebáceo, no pudo dejar de llorar y  llorar desconsoladamente.

Cuánto hubiera deseado compartir este momento con Sebastián! Pero él no estaba y no estaría nunca. La alegría de la maternidad se vio empañada por la tristeza de su ausencia. No podía dejar de llorar. Decidieron inyectarle un sedante suave.

Pasaron tres días hasta que le dieron el alta. Ambos, madre e hijo estaban perfectamente bien. La lactancia había comenzado a normalizarse. Tati era feliz dando de mamar a su hijo.

Otra vez decidieron volver todos juntos a festejar la llegada del bebé a la nueva casa. Natasha había colgado una banda que cruzaba el living, donde decía BIENVENIDO SEBASTIAN. Estaba llena de corazoncitos. Había preparado una botella de champagne y unos bocadillos salados.

Todos brindaron y bebieron. Tati sólo bebió un mínimo sorbo después de brindar, como un signo de acompañamiento a los demás. Estaba dando su leche al bebé. Ruth se retiró muy tarde de la casa.

Cuando se había cumplido una semana del nacimiento del bebé y Tati debía ir al hospital a controlar la herida de la cesárea, Boris le preguntó a Ruth si podía hacerse una escapada en el horario de hospital, para cuidar al bebé mientras él se encargaba de llevar a su hija.

Natasha estaba muy atareada con el congreso y no podía suspender sus actividades.

-Por supuesto- contestó Ruth orgullosa. -Para eso estamos las abuelas. Para cubrir todas estas necesidades. Cuándo quieres que vaya-?

-Te parece bien a las dos de la tarde?-le preguntó Boris. -Eso me daría tiempo a llegar a horario a la cita con el médico-.

-Me parece bien- replicó Ruth mostrando una gran alegría.  – Ya mismo estoy haciendo los arreglos necesarios para que me reemplacen-.

-Serán sólo dos horas o tal vez menos- le contestó Boris,  – tú mejor que nadie sabes bien que cuando uno va a una consulta, nunca puede predecirse con exactitud a que hora volverá, pero no creo que nos insuma más tiempo-.

-No te preocupes por eso- le dijo Ruth, - dejaré cubierta mi ausencia por el día de hoy.

Apenas cortó la comunicación Ruth corrió a abrir su bolso. Hacía mucho tiempo que estaba planeando todo. Estaba segura de haber cubierto todos los detalles, pero quería asegurarse que no le faltara nada.

Sacó una hoja de papel y se dirigió a su escritorio. Escribió el mensaje tal como lo tenía pensado. La dobló en dos y la volvió a guardar en su bolso de mano.

Fue a hablar con sus compañeros para explicarles la situación y decirles que se tomaría el resto de la tarde libre. Que no iba a volver.

A la hora prevista partió del hospital dirigiéndose a la casa de sus amigos. Llegó quince minutos antes de la dos de la tarde.

-Hola Ruth- le dijo Boris al abrir la puerta.  – Entra. Que puntualidad!-.

-Cómo está Sebastian?- dijo Ruth alborozada.  –Perdona, hola, cómo estás?. Dónde está el niño-?

-Tati acaba de darle de mamar- le respondió Boris, - supongo que lo estará cambiando para dejártelo todo listo y que no tengas nada que hacer-.

-Qué tonterías dices Boris- replicó Ruth. – Sabes que me encanta ocuparme del niño. Que no es ningún esfuerzo. Cuando lo tengo en mis brazos no puedo evitar ver a mi hijo cuando era pequeño. Es que creo que se parece tanto! Ya se que vosotros no veis ese parecido. Pero a mi me recuerda tanto a él-!

-Es muy pequeño para encontrarle parecidos- replicó Boris, – por lo menos así lo veo yo-.

En esos momentos aparecía Tati en el living. – Hola Ruth- la saludó con un beso, – gracias por cubrirnos-.

-Soy su abuela, verdad?- dijo Ruth con una sonrisa, - es mi obligación cubrir las necesidades de mi nieto-.

-Nosotros tenemos que irnos- le dijo Tati mientras se ponía el abrigo. - Recién le he dado de comer y lo he cambiado. Se ha quedado profundamente dormido. No creo que se despierte en nuestra ausencia-.

-No os preocupéis por nada- dijo Ruth. – Ved tranquilos a tu control. Veo que te sientes muy bien así que no creo que te encuentren ningún problema-.

-Me siento perfectamente- le contestó Tati, – sólo me tiran un poco los puntos al caminar o al sentarme-.

-Es normal en cualquier intervención quirúrgica- le contestó Ruth.

Apenas se habían retirado padre e hija, Ruth se dispuso a efectuar su cometido.

Cuánto tiempo llevaba planeando todo esto? No lo recordaba. Pero había llegado el momento de poner manos a la obra.

El bebé se había quedado profundamente dormido. Hacía tiempo que había dejado de llorar. Todo estaba limpio y en orden. Ruth desplegó el mensaje que había escrito en su escritorio y lo puso sobre la mesa del living. Lo cubrió con un pisapapeles para que no se volara. Sólo le restaba esperar la llegada de Tati y Boris. Se sentó en el sillón con la sensación de que todo estaba como debía estar.

Cuando oyó que el ascensor se paraba en ese piso y se abría  la puerta, se levantó rápidamente y se dirigió a la ventana. Abrió ambas hojas y se subió al vano. Respiró profundamente y se arrojó al vacío.

Hola Ruth- dijo Boris al abrir la puerta – ya estamos de vuelta. Pero…. Porque diablos has dejado la ventana abierta. Puede ser dañina para el bebé. Ruth……-dijo gritando mientras se dirigía a la ventana para cerrarla. –Ruth dónde estás?-

Apenas hubo cerrado la ventana escuchó la voz llorosa de su hija que le extendía una carta, – papá, lee esto por favor-.

Hoy he cumplido con algo que era muy importante para mí. Se lo debía a mi hijo

y a mi misma.

Aunque no haya podido ser en el octavo día como  marca la tradición

he circuncidado a mi nieto. El decidirá cuando sea grande que quiere

ser,  pero yo le he ayudado a estar preparado si opta por ser judío.

También he dicho la oración. Supongo que Dios ha estado de acuerdo.

Ya no puedo seguir en esta vida. Hice todo lo posible, pero estoy

exhausta.  Creo que Él va a entenderlo.

Espero que puedan comprenderme. Era mi deber y lo he cumplido.

Sino logran comprenderlo deseo de corazón, que me perdonen. No estoy

arrepentida de lo que he hecho.

Los quiero mucho a todos

Ruth

Sigo esperando comentarios.     verna.ana0@gmail.com

La dirección de mail en la novela anterior estaba equivocada

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