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En memoria de mi abuelo

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Cuando una persona lleva metida la música en su cuerpo, ya no hay nadie, quien se la saque.

Mi abuelo materno, fue director de la banda de la Guardia Republicana del Perú, y el instrumento que ejecutaba era el clarinete. Excelente músico, con un amplio conocimiento en todo lo que se refiere a orquestación y composición musical. En aquella  época en la que no había el avance tecnológico de nuestros días, tenía que escribir a puño y letra todos los pentagramas para cada uno de los músicos de la  banda.

Mi abuelo siempre trató de enseñarnos en nuestra niñez (a mi hermano mayor y a mí) la ejecución del clarinete, pero yo no entraba en ese asunto. Mi hermano mayor a duras penas trataba de  aprender algo, pero luego, nunca fue lo suyo. En lo particular, sí me gustaba la música, pero yo no entraba en eso de estar soplando un instrumento. Y en verdad nunca fui amante de ejecutar ningún instrumento de viento.

Es impresionante como un olor o un aroma, nos puede llevar en el tiempo  atrás, y volver a recordar algunos pasajes de nuestra niñez. Tendría yo 10 u 11 años, cuando el abuelo me enseñaba teoría musical en su escritorio. Ese olor de la cartulina pentagramada, y ese olor de la tinta, (en aquella época se escribía la música con la pluma fuente que se remojaba en el frasquito de tinta), volvieron a mi mente, y me reflejaron esa escena, en este pasaje que les quiero narrar.

Era el año de 1994  yo trabaja en un chifa, tocando con una orquesta. En la orquesta trabaja con migo un saxofonista que era también miembro de la banda  Guardia Republicana del Perú, (de nombre Víctor Cumpa). Le conté que mi abuelo fue director de dicha banda hacía mucho tiempo atrás. Le pregunté si había la posibilidad de ir a la institución y ver si podía acceder a la música de mi abuelo (partituras).  Me contestó que sí.

Cuando llegué a la institución, pregunté por Víctor, y al encontrarme con él, nos saludamos y me invito a hacer un recorrido por los pasillos de la Institución. Había cuadros antiguos de la institución colgados en las paredes del pasillo, y en varios de ellos pude ver las fotos del abuelo, junto a la banda que dirigía en aquella época.

Luego fuimos a la oficina del director de la banda de ese momento, (de nombre Víctor Cuadros) me lo presentó, y le manifesté mi inquietud. Me escuchaba con mucha atención, pero sin mirarme, luego en un momento ordenó a uno de sus subalternos, ir al archivo, y buscar si había alguna partitura de mi abuelo. Mientras tanto yo seguía con mi monologo, porque él solo me respondía con un “aja” o un “mmm”. Al cabo de un rato regresó el subalterno, con un fajo de cartulinas pentagramadas y escritas, (serian unas 15 o 16), con mucha emoción las comencé a revisar, y efectivamente, eran las partituras de puño y letra de mi abuelo. Eran marchas completas para la procesión del Señor de los Milagros, compuestas por el mismo. Lo impresionante del asunto fue que al percibir el olor y el aroma de la cartulina y la tinta, (pese a su sequedad) se rebeló en mi, como en una película, todo ese pasaje de mi infancia.  Se me rebelo la presencia de mi abuelo sentado en su escritorio y dándome las primeras clases de teoría musical.

Terminé de revisar y leer todas las partituras y comencé a empaquetarlas nuevamente para devolverlas, y entonces ocurrió algo insólito. Víctor Cuadros, director de la banda de ese momento, me dijo: “Son tuyas llévatelas”,  ¿Cómo? Le pregunté.  “Si, son tuyas, llévatelas, antes que me arrepienta”.  Las tomé, y salí del recinto militar, como llevando parte de mi vida entre mis brazos.  Cuando salía por el patio de honor, escuche una voz que me gritó “músico” al voltear vi que era Víctor Cuadros, que me dijo: “Vamos, te llevo en mi carro”. (Ya se retiraba) y desde ese día, nació una nueva amistad para mí.

Al cabo de algunos días, luego, se las mostré a mi mamá, quien también quedo muy emocionada al ver partituras de su papá de puño y letra.

Es verdad el dicho de que “La música se lleva en la sangre” y es verdad que es hereditaria, porque lo siento de corazón. Este pequeño apunte, es pues, en memoria de quien diera tanto de su vida a la música. Es en memoria de mi abuelo: José Martínez Romero, considerado y reconocido como uno de los mejores directores de nuestra banda Republicana del Perú. Para ti abuelo de tu nieto Andrés.

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Andrés Arbulú Martínez

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