No hay mal que por bien no venga
En el año 2006 trabajaba en un restaurante ubicado en la Avenida Arenales, cuadra 14 con el cruce del Seguro Social del empleado. En ese lugar tocaba teclado electrónico y cantaba todos los días de la semana en la noche, (menos domingos) y los viernes y sábados acompañaba a dos cantantes.
En el mes de Agosto más o menos, el dueño de dicho local decidió, que solamente trabajaría los días viernes y sábado, y ya no todos los días, disque por motivos económicos (en realidad no me parecía así, porque se notaba mas afluencia de público, pero en fin sus motivos tendría) Yo soy de las personas que no me gusta reclamar nada; más bien me gusta estar en un constante superarme, profesionalmente hablando, y también como persona.
Para esto desde el año 1995, con mi esposa habíamos formado un dúo musical, y trabajábamos en contratos de vez en cuando. El dúo musical para los contratos se desenvolvía de la siguiente manera: “yo en el teclado cantando, y mi esposa haciéndome segunda voz y coros” todo esto lo realizábamos con el equipo de sonido que nos habíamos comprado. El dúo musical llevaba por nombre “LOS DUEÑOS DEL SWING” a iniciativa de mi esposa.
Se daba el caso que algunas veces, nuestros contratos se cruzaban con el trabajo que tenía en el restaurante, en algún viernes o sábado; pero no había problema, porque el dueño comprendiendo que estos contratos (que como repito, y él lo comprendía; se cruzaban rara vez con el trabajo del restaurante) nos representaban un mayor ingreso económico, y me daba permiso. En verdad, mi trabajo en dicho restaurante, era interpretar música de fondo (ambiental) con un volumen bajo, para que los comensales pudieran conversar, y lo mismo era si estaba yo, o no.
Se acerba el fin de año y a comienzos del mes de Noviembre, me sale un contrato para fin de año, con una cantidad de dinero bien razonable. El problema era que el 31 de Diciembre de ese año caía sábado, y eso implicaba que era día de trabajo en el restaurante. Cuando me llamaron para el contrato de fin de año, no podía decir que me esperaran para consultar si podía o no, la respuesta tenía que ser de inmediato, y acepte y firme el contrato. Esto ocurrió un miércoles de la primera semana de Noviembre.
El viernes que llegué a trabajar al restaurante, le comunique enseguida al dueño del local, que yo ya había firmado contrato para el 31 de Diciembre y que no iba a poder tocar ese día en el restaurante, y para ver como solucionábamos el problema (que en realidad no era problema, porque en dicho local, nunca se estilaba recibir el año nuevo con música en vivo, porque eso también significaría más gasto para el dueño) pero contra todo pronóstico el dueño le local no acepto darme permiso.
A la semana siguiente le volví a repetirle el acontecimiento al dueño del local, y me dijo que yo tenía que solucionar el problema; o sea, yo tenía que buscar un reemplazo para ese día. Busque y busque y por más que buscaba entre mis colegas, nadie quería ir a trabajar ese día y por ese precio una noche vísperas del año nuevo.
Faltaban dos semanas para fin de año, y el dueño me preguntó si había solucionado el problema; le dije la verdad: nadie quería por ese precio trabajar un 31 de diciembre en su local. El tono del dueño ya se volvió amenazante; implícitamente me dio a entender que si yo no trabaja ese día en su local me despedía del mismo. Llegó el viernes 30 de Diciembre, trabajé en el local, me pagaron mi día, (el pago era día trabajado, día pagado) y al día siguiente me fui a mi contrato. No podía dejar de ir porque tenía un contrato firmado. Nuestro contrato fue en el club Lambayeque, y modestia a parte el público que asistió a dicha fiesta de año nuevo, se quedo muy a gusto con nuestra participación. Digo esto, porque recibimos halagos y felicitaciones de los mismos.
El día miércoles de la siguiente semana, ya eran los primeros días del año 2007, y llamé por teléfono al restaurante donde trabaja, para saber si seguiría trabajando, ya que el dueño prácticamente me había amenazado. Hable con el administrador y le pregunté qué le consultara al dueño si seguía trabajando; esperé un rato, luego el administrador me dijo que el dueño le había comunicado que me iban a avisar. Hasta la fecha me están avisando.
Pasó esa semana y nunca volví a trabajar en ese lugar. A penas me entere que no trabajaría mas en ese lugar, comencé a hacer llamadas a todos mis colegas para que sepan que ya no estaba trabajando estable; porque hay un detalle también para resaltar: Mis colegas musicales que lean esto, saben que cuando trabajamos en algún lugar estable, ya nadie puede contar con nosotros para trabajos particulares, en otras palabras “se olvidan de nosotros”. Es por eso que empecé a llamar para que supieran esto a todos mis contactos.
Los refranes son ciertos al 100 %, como el que reza “No hay mal que por bien no venga” a decir verdad desde ese día nos fue muy bien; con nuestro trabajo, pudimos comprarnos hasta dos computadoras, pude implementar un taller de grabaciones musicales y trabajar más a fondo en la música. Pude aprender más sobre el manejo de la computadora en relación a la música. Nunca guardé rencor al dueño del local que me despidió, pienso que es su negocio y él sabe lo que hace con él. El asunto está en nosotros; en saber superarnos, aprender más cosas y salir adelante.
Andrés Arbulú Martínez
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