En memoria de mi mamá Marina
La imagen de la suegra metiche, está siempre presente en la mentalidad de casi todas las personas. En mi caso también fue así al principio de nuestro matrimonio, pero luego la cosa fue completamente diferente. Cinco años antes de que mi mamá Marina (mi suegra) nos dejara, para reunirse con nuestro Señor Jesucristo, nos volvimos como uña y carne, nuestra relación fue tan intima, que ella siempre decía que me había adoptado, pero sin herencia.
Nosotros nos casamos por religioso un 16 de Octubre de 1982. Adriana (mi esposa) siempre vivió al lado de sus padres; cuando nos casamos su papá ya había fallecido, y en la casa solamente quedaban: su mamá, un hermano mayor que ella, separado de su esposa, un hermano también mayor que ella soltero, y un hermano también mayor, que vivía en la casa con su esposa y sus dos hijas. Al casarnos su mamá le sugirió que nos quedáramos a vivir en la casa, ya que ella le decía a Adriana, que como si su nuera que no era su hija vivía en la casa, ella con más razón tenía derecho a vivir en ella.
Pienso que es normal que la suegra se comporte un poco huraña al principio con su yerno, porque una persona extraña en la casa, siempre va a motivar un pequeño malestar; esto es lógico de entender. Y más aun, si ese yerno era una persona que solamente trabajaba los fines de semana en una peña como músico, y el resto de la semana se la pasaba de “vago”, era normal que le resultara un poco chocante el asunto.
La relación con mis cuñados siempre fue chocante desde un principio (hasta la fecha) si para su mamá de Adriana era inaceptable mi forma de trabajo, para sus hermanos era más todavía. Nunca habían tratado con alguien que trabajara de esa manera (que en el fondo era un trabajo como cualquier otro). Siempre pude apreciar el ánimo que tenían de separar nuestra relación matrimonial; a tal punto que un día uno de ellos (el que vivía con su esposa en la casa) me dijo abiertamente que nuestra relación no duraría mucho, y empezó a contarme cosas negativas de Adriana; cosas que en realidad para mí no tenían importancia, pero que para él, seguramente, pensaría que me iban a afectar.
El hermano mayor de Adriana que era soltero; tenía un restaurante en el distrito de Pueblo Libre de nombre “Lamparín” y gozaba de una estabilidad económica ficticia, ya que su irresponsabilidad lo llevaba a no saber manejar su negocio de una manera segura, y cada vez que tenía problemas económicos para afrontar en el negocio, recurría a la ayuda de su mamá, porque su mamá tenía un buen ingreso económico, que le dejó su esposo como pensión; ya que su esposo había sido primer redactor del diario de los debates en el congreso. Y dicho hermano tenía el vicio de la ludopatía, (todo su dinero se lo gastaba en los casinos) la irresponsabilidad campeaba por doquier.
Recuerdo con mucha tristeza como un día en el que necesitábamos dinero para solucionar un pequeño problema, el se ofreció a prestarnos dinero, saco de su bolsillo un tremendo fajo de billetes y nos preguntó qué cuanto necesitábamos. Yo no acepté, porque nunca me ha gustado endeudarme con nadie, y menos con él; se molestó y me dijo que era un orgulloso de m….
El tremendo cambio en la relación con su mamá de Adriana, ocurrió en el año de 1990. Una tarde en la que regresábamos de visitar a mi mamá, la encontramos llorando en el comedor; Adriana le pregunto: “¿Qué pasa, porque lloras? Su respuesta me llenó de indignación y puede sentir claramente todo el cariño y aprecio que le tenía. Su respuesta entre sollozos fue: “me han robado plata de mi cajita fuerte” enseguida tratamos de consolarla entre los dos, y la cólera broto de mí ser; ya se sabía quién era esa persona que le había sustraído dinero de su cajita fuerte, en la cual también guardaba sus alhajas. Parece que el cariño y aprecio que yo sentí por ella en ese momento fue reciproco, a lo mejor pudo sentir mi aflicción al ver lo que le ocurría, y correspondió a ese aprecio. Esto lo digo, porque a los pocos días de este incidente, nos pidió y en especial a mí, que le guardara en nuestro cuarto su cajita con su dinero y alhajas, (con nuestro cuarto, si, que nadie se metía, era sagrado para todos)
Al enterarse sus hermanos de este acontecimiento, se molestaron tremendamente, incluso los que no vivían en la casa. Un día un hermano que no vivía en la casa, le fue a pedir dinero prestado a su mamá, y su indignación fue clara, al escuchar de la voz de su mamá, decir: “Andrés, tráigame la cajita fuerte por favor” enseguida su hijo le recrimino diciéndole: que como era posible que me diera a guardar su dinero y alhajas. Ella le respondió: “Yo confío mas en Andrés que en mis propios hijos”. Yo escuché todo eso, y es por ese motivo, que desde ese día (como dije al principio) nos volvimos “uña y carne” y nació en mi, de una manera natural llamarla “mamá Marina”
Entre mis pertenencias guardo con mucho cariño un polo, (que el pobre ya está todo desteñido por el paso de los años, pero que para mi tiene un valor incalculable). Es el polo que mi mamá Marina me regalara en un cumpleaños. El hermano de Adriana que le robo el dinero su mamá en una oportunidad, al ver este gesto para conmigo de parte de su mamá, mostró en su rostro, todo el resentimiento que sentía hacia mi persona.
Era el jueves 11 de Mayo de 1995 en la mañana, que teníamos que ir a visitar a mi mamá, y en el comedor nos despedimos de mi mamá Marina, y la vimos que se sentía un poco mal, decidimos quedarnos, pero ella nos dijo e insistió que nos fuéramos nomas, que ya le pasaría su malestar, con la pastilla de la presión. Cuando regresamos en la tarde nos dimos con la sorpresa de que se habían llevado a mi mamá Marina al hospital, porque le había dado un derrame cerebral.
Como es el destino, el sábado 13 de Mayo vísperas del día de la madre, mi mamá Marina seguía en el hospital, y yo desde la mañana de ese día, tenía que trabajar hasta la madrugada del día siguiente, en diferentes lugares. En la noche que llegué al último local donde tenía que trabajar, me dan la noticia: Mi mamá Marina me había dejado, para reunirse con el Señor, el dolor que sentí en ese momento fue intenso, y tenía que empezar a tocar y cantar en la peña que trabajaba “La Palizada”, pero como dice el refrán “La función debe continuar”. De regreso a la casa, iba recordando todos los buenos momentos que pasamos juntos, y también me imaginaba el cuadro que encontraría al llegar a la misma. Cuando entré me acerque a su lado, y estaba como dormidita, no soporte y empecé a llorar.
Como para que nunca nadie se olvide de ella, y en especial sus hijos y su hijo adoptivo (o sea yo) se enterró un día de la madre. Por todos los momentos gratos y tristes que pasamos con mi mamá Marina, siempre estarás y vivirás en mi corazón. “Descansa en paz mamá Marina”.
Andrés Arbulú Martínez
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