Ceguera adolecente
Esa noche Antonio recibió, el peor sufrimiento de su joven vida; estaba confirmando lo que sus amigos le habían dicho. La mujer que tanto amaba, y que lo estaba volviendo loco, era una prostituta; nunca escuchó a sus compañeros de la música, nunca escucho cuando le decían: “Pucha Antonio, esa mujer se está acostando con todo el grupo musical, ¿Cómo puedes haberte enamorado de ella?, pero Antonio estaba cegado, por esa obsesión que sentía. Era algo realmente penetrante en su corazón.
Antonio tocaba la guitarra eléctrica en un conjunto tropical del barrio de Piñonate en el distrito de San Martin de Porres, y el dueño del grupo, acostumbraba a organizar bailes en el barrio, para todos los que desearan participar de dicho bailes. Se vendían entradas y abundante licor. Esto se desarrollaría allá por los años 70, Antonio tendría unos 17 años. Y nunca había sentido esa admiración de la gente; para él era muy emocionante ver como la gente bailaba y se divertía con su interpretación en la guitarra, que lógicamente era la interpretación del grupo en total, el que hacia delirar y bailar a la gente que asistía a esos bailes.
Cierta noche en uno de esos desenfrenados bailes, advirtió que una de las asistentes lo mira con mucha atención y no dejaba de mirarlo. Al final del baile, la muchacha se le acercó y entablo conversación con él. Verdaderamente era muy simpática, tenía unos ojazos increíbles, y una tez blanca como el cielo. Antonio se quedó prendado de esa belleza inusual para él. Salieron juntos del local y caminando por la calle, Antonio, la tomó de la mano, ella le correspondió, y se besaron sin más trámite. Para Antonio un muchacho de 17 años, esto era algo que nunca le había pasado, y sobre todo con una muchacha tan atractiva. Antonio se preguntaba ¿Qué está pasando? Cuanta suerte.
Es lógico saber que la inexperiencia de Antonio, lo llevó a sentir lo que llegó a sentir, de una manera demencial. Después del beso ella, le sugirió que fueran a un lugar en donde pudieran estar a solas y más tranquilos; ella misma le sugirió el hostal para dar rienda suelta a sus pasiones sexuales. Como repito la inexperiencia de Antonio, lo condujo a no darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Esa noche después de lo que tenía que pasar, al despedirse, Antonio le pidió insistentemente que le diera la dirección de su domicilio para visitarla. Ella no quería darle esta información, pero a tanta insistencia de Antonio, accedió a darle su dirección. Vivía en la casa de su hermana, que era casada, y que vivía con su esposo y sus dos hijitas.
Al día siguiente en la tarde la fue a buscar, (ya estaba fregado, la confusión y enamoramiento se apodero de él, pero de una manera tremenda) Cristina era el nombre de la muchacha. Al llegar a su domicilio, toco la puerta, y salió su hermana. Al verlo su hermana le preguntó “¿A quien busca?” – “a Cristina, ¿se encuentra?” su hermana le respondió un poco molesta “No, no está, ¿Quién eres tú?” Antonio se asustó mucho, y le dijo “solamente soy un amigo, pero si no está, me retiro, gracias y disculpe”. La esperó afuera por una esquina, para tratar de verla cuando llegara a la casa en donde vivía, pero nunca llegó. El cansancio, lo hizo regresar a Antonio a su casa.
Dos, tres, cuatro días, trató de esperarla, y verla, entrar o salir de la casa en donde vivía Cristina, pero nunca la vio llegar ni salir. No quería volver a preguntar por ella, porque se había quedado muy asustado con la actitud de su hermana.
Llegó el día que tenía que reunirse nuevamente con los muchachos del grupo musical para el ensayo de la presentación, del baile de fin de semana. Al terminar el ensayo, sorpresa para él, Cristina estaba afuera esperándolo. Todos los integrantes del grupo musical, lo vieron irse con Cristina. El estaba muy emocionado, que lo vieran hacer esto. Para él, a su edad era algo muy especial, y lo hacía sentirse muy importante y afortunado. La alegría volvió a su alma.
Desde ese día, los encuentros eran con más frecuencia. Cristina le llegó a presentar a su hermana, a su cuñado, y sus sobrinitas; pero habían días cuando la iba a buscar, en los que no la encontraba.
Cierta tarde, en la que no pudo encontrarla, su hermana hablo con él y le preguntó: “Oye Antonio, yo veo que vienes a buscar a mi hermana, y siempre salen juntos, veo que estas bien enamorado de ella, te veo bien entusiasmado con ella, pero tengo que decirte algo que de repente lo puedes tomar a mal; yo he podido observar, que tu eres un muchacho bueno y no sería justo que te hicieran sufrir, engañándote de una manera cruel” Antonio se comenzó a preocupar por lo que su hermana de Cristina le quería contar, y su hermana le dijo lo siguiente: “ hace mucho tiempo que ya, yo sobre Cristina no tengo control, a pesar que soy su hermana mayor, y está viviendo en mi casa; ella hace lo que le da la gana, sale, entra, no me dice a donde va; y vienen a buscarla gente de mal vivir; vienen a buscarla homosexuales, y mujeres de dudosa reputación” Antonio escuchaba todo esto con mucha atención y con un poco de escepticismo, y la hermana de Cristina seguía diciéndole: “Antonio, lamentablemente te tengo que decir esto, a mi ya mis vecinos me han contado que la han visto a Cristina frecuentando lugares donde se ejerce la prostitución clandestina, y me han contado que ella participa de esta práctica; te cuento esto porque como te repito, veo que eres un muchacho sano, y no creo que merezcas que te engañen de esa manera, yo, ya no puedo hacer nada por ella, mucho he luchado para poder cambiar esto que ocurre, pero ya no puedo más; lo que si se, es que ella siempre tendrá un plato de comida en esta casa y una cama donde dormir” Antonio salió del lugar sin decir nada, y pensando que todo lo que había escuchado era falso, que era el fiel reflejo de alguien que estaba calumniando a su hermana. Estaba completamente cegado con la obsesión que sentía.
Su angustia fue tremenda, cuando un día reunido con los integrantes del grupo musical al cual pertenecía, uno de ellos le dijo, que Cristina, se acostaba con todos los del grupo musical y los de otros grupos también. Pero él seguía ciego y sordo; no quería escuchar ni aceptar nada negativo que le pudieran decir sobre Cristina.
Una noche que no soportó más todo esto que le contaban, decidió esperarla en la noche fuera de la casa en que vivía ella, y ver hacia donde se dirigía. Eran como las doce de la noche, la vio salir de la casa, se escondió y de lejos la comenzó a seguir. Desde el barrio de Piñonate, fue hasta el distrito del Rímac a pie, (en realidad no es muy distante la distancia) Cristina entró por un portón que estaba en toda una esquina en una zona bastante peligrosa de dicho distrito. Antonio se acercó al portón y desde afuera pudo escuchar mucha bulla, de personas que gritaban, se reían y hablan grosería y media. Se alejó un poco como para esperar el momento en que saliera, para preguntarle que hacía en ese lugar, y pudo observar, que entraban y salían hombres a cada momento. Antonio empezaba a sospechar que todo lo que le habían dicho era cierto, y no quería aceptar lo que le clavaria un puñal en el pecho, se resistía a la realidad, para no sufrir.
Cristina salió a la puerta, como para despedirse de un hombre que salía del lugar; se despidió de él con un beso en la boca, estaba vestida de diferente manera. Antonio no lo podía creer, se acercó velozmente para recriminarle a ella, lo que estaba viendo, delante del sujeto que estaba con ella, la tomo del brazo, y le dijo: “Cristina, vámonos de este lugar inmediatamente, para que me expliques que es lo que está pasando” forcejearon un momento, y del lugar salió un hombre con una apariencia bastante delincuencial, que le preguntó a Cristina: “¿Qué pasa, quien es este imbécil que viene a gritar acá en la puerta? El tipo sacó un arma blanca e iba a arremeter contra Antonio; Cristina tuvo que intervenir y le dijo “¡No!, no te preocupes, que ya se va, yo arreglo esto de inmediato”. La muchacha le pidió a Antonio que se fuera y que no la volviera a buscar más. Antonio, suplicó, rogó, prometió que la sacaría de ese lugar, que quería vivir con ella para que cambiara su forma de vida, en medio de su locura le ofrecía un hogar, un matrimonio seguro para toda la vida, para vivir juntos. Antonio estaba completamente segado, su juventud e inexperiencia lo llevaban a creer todo lo que decía en ese momento. Era tal su ceguera que no podía darse cuenta del peligro al cual estaba expuesto. “¡Cristina!, ¡ya entra!” se escuchó de adentro.
Antonio, nunca más volvió a ver a Cristina, pero el dolor fue muy fuerte, esto no se le paso así nomas a Antonio, duró bastante tiempo, pero como dicen: “El tiempo es el mejor remedio” pero si, este pasaje de su adolescencia quedo bien marcado en su vida.
Andrés Arbulú Martínez
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