Don Flaco segunda parte
Antes de proseguir con esta segunda parte de la entrevista que mantuviera con “Don Flaco” quiero decir (aunque a él no le gusta que se lo digan), pero para mí “Don Flaco” es un señor de señores. No es una persona cualquiera. A él no le gusta que le digan señor, porque dice: “El Señor está en los cielos”, pero el término “señor” que se emplea en este caso, es para manifestar e identificar a un hombre que lleva una vida decorosa y sobria, una persona que merece mucho respeto, por su calidad integra de ser humano en todo el sentido de la palabra. No quiero entrar en más detalles, porque en realidad no le he consultado, si puedo tocarlos en estas entrevistas, pero “Don Flaco” vive una vida tranquila en su casa, con su familia y punto.
Me sigue contando sus experiencias de trabajo en los Estados Unidos. Me cuenta como su jefa alemana, en la editorial que él trabajaba en Nueva York, le propone hacer un negocio. La naturaleza y dimensiones de esta editora eran impresionantes. Eran cinco editoras, cinco imprentas, pero un solo depósito para las cinco. Un solo deposito de materia prima y productos terminados. En ese lugar trabajaba “Don Flaco” en ese lugar tenía a su cargo 200 personas. El negocio que la dueña del negocio le propuso fue el siguiente: “Don Flaco” tenía que administrar un café rodante de propiedad de la misma dueña. Los trabajadores tenían 15 minutos de descanso para tomar un pequeño refrigerio. En este café rodante los precios eran mucho más baratos que en otro sitio; pero si en otro sitio los trabajadores se tomaban 15 minutos de descanso, al consumir en este café económico solamente empleaban 10. Después de 2 o tres días, en el que “Don Flaco” tenía que hacer el arqueo de caja para ver cómo iba el negocio, la dueña del mismo le dice: “con este dinero, compra todo para seguir con el negocio”, pero “Don Flaco” se percató de que no había ganancias, entonces le preguntó a la dueña: “¿Cómo vamos a seguir, si no se está ganando prácticamente nada?” Ella le dijo: “Sí, pero ese tiempo extra que les sobra a los empleados por consumir en nuestro café y no ir a otro, para mí significa un tiempo extra de productividad en el trabajo”
Sigue la entrevista y como era de esperar y era lo que se quería, el tema de conversación cambia, y “Don Flaco” me empieza a hablar del diario “La Prensa”
“Beltrán perdió “La Prensa” por señor, porque era un caballero, y la familia que le rodeaba en el directorio era gente increíble. Por ejemplo yo he sido amigo personal de dos sobrinos de él. Uno era “El Gordo” que trabajaba en “La Prensa” en publicidad, que tenía un valor fantástico para nosotros en el grupo. Y el otro era primo de los Wiese; tremendo muchacho, buena gente” la entrevista es interrumpida brevemente por la llegada de una amiga de “Don Flaco” y nos la presenta diciendo: “Esta señorita acaba de salir del manicomio” me quedo un poco sorprendido y continua: “Es psicóloga” (risas). Le pregunto: ¿Por qué “La Prensa” no ha subsistido hasta nuestros días?
“Por cuestiones políticas, y ya el señor Beltrán estaba muy viejito” Me habla un poco del “Flaco Castro” uno del grupo, que era médico, y me sigue diciendo:
“En el distrito de Jesús María, frente al estudio del doctor Sánchez, había un barcito italiano, y todos los sábados no reuníamos” La esposa de “Don Flaco” que comparte por momentos con nosotros esta entrevista dice de una manera graciosa: “ah con razón venias tarde” (risas) continua diciendo “Don Flaco”:
“Sí, a mi me gustaba el trago. Porque este de “La Prensa” “el gordo” tomaba mucho y su primo que trabajaba con los Wiese, también. El era Barranquino. Tuvo un problema en su vida ese muchacho, que yo siempre lo he admirado. Lo llamaron del trabajo, y era su tío don Pedro Beltrán, para hacerle una consulta, y su tío le dijo: “Lo único que te digo, es que pienses en Dios y actúes como hombre; tres meses de vida si no le cortamos las piernas a tu madre, y de dos a tres años si se las cortamos ¿Qué dices? Salió, y regresó con una “chata”. Antiguamente vendían unas botellas chatitas de pisco Vargas para llevar en el bolsillo. Entró con su chata en la mano y dijo: “Córtenle las piernas a mi madre” ¡Tres años!; todo le hacía a su madre. ¡Todo!, comida, bañarla, limpiarla, atenderla, cambiarle ropa, y así trabajaba, pero terminaba en la noche borracho. Y nos íbamos a operas, a zarzuelas, a conciertos, y con su chata de pisco; él tenía que terminar la noche borrachito, era gordo, y durante el día lo veías normal. A mí me dicen córtale las piernas a tu madre, y me las corto yo. Es verdad, yo no hubiera sabido que hacer. Nuestro grupo era un grupo raro, pero muy humano, porque nos entendíamos entre los seis amigos; y los más pobres del grupo eran Castro y yo, que estaba estudiando medicina y trabajaba en el Banco de Crédito; en cambio los otros no. Todo esto fue en la década del cuarenta al cincuenta, y hemos sido amigos hasta el último. El tiempo y los viajes nos separaron, y de ese grupo creo que el único que vive soy yo; porque yo era uno de los menores en ese tiempo. Uno de ellos era el eterno ministro de salud en la época de Odria, y uno de los pocos asimilados que llegó a General de División. ¿Por qué? no sé. Y todos éramos distintos, los Wiesse, por ejemplo, eran bajitos, delgaditos, finitos. Arrieta Osma, era un tremendo hombrón. El gordo era bajo, después el flaco Castro. No nos interesaba la situación económica, ni quién eres tú, ni nada, éramos amigos. “La Crónica” era de “El Comercio”, pero eran otros periodistas, eran señores periodistas. Sabes, nosotros culturalmente no hemos avanzado nada, la televisión no sirve para nada, es basura, la radio peor. No hay teatros, no hay operas, zarzuelas, obras de teatro clásicas representativas, si a un muchacho no le gustaba leer iba a una obra de teatro, veía allí una novela que ya conocía y casi la vivía. El “cinema” como te digo, son porquerías. Las películas son porquerías. Lima es una ciudad de casi diez millones de habitantes, no es la Lima de antes. ¿Dónde está toda esa gente culta? Los animadores de televisión son basura de basura, putrefacción. Bueno ya no te sigo contando mas”
Si bien es cierto que los avances tecnológicos de nuestra era, son algo que solo lo podíamos presagiar en películas de ciencia ficción, los seres humanos no hemos sabido mantener los valores fundamentales del ser persona, de la mano con estos adelantos científicos. Es por eso que podemos escuchar a personas como “Don Flaco” que nos dicen y recuerdan que nuestra civilización sin querer va camino a la autodestrucción. Pero no imaginemos desastres naturales; ¡no! Es la autodestrucción del ser humano valorado en su propia existencia.
Andrés Arbulú Martínez
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