La sonrisa del alma
La sonrisa del alma
Cuando intentaba reconocer el interior de mi ser, a pesar de que lo he venido poseyendo desde que nací, sólo en estos últimos años, de manera paradójica, me vuelco sobre los caminos que me conducen a mi interior. ¿Cuál es la razón? Pues muy sencilla. Todos tenemos un pensamiento que va evolucionando con el tiempo y la experiencia vivida, así también ciertas vivencias van esculpiendo nuestro peculiar modo de ver la vida, de encararla y aceptarla. No digo que es fácil, ni mucho menos inmediata. Toma su tiempo. Y en paralelo, las circunstancias que nos tocan vivir se vuelven a veces gratas y a veces no tanto así. Pero todo ello que llamamos experiencia queda registrado en nuestro interior y no siempre nos orientan de la mejor manera, surgen muchas veces los temores, las dudas, incertidumbres,… pero así también nos asaltan las ideas positivas, lo bueno y lo mejor de aquello vivido antes, y esto sí que es muy bueno y agradable. Está en uno mismo fortalecer aquello que es bueno y positivo en nosotros y recoger de los demás aquellas enseñanzas que nos empujan a ser mejores.
Nuestra vida está organizada de variadas formas y lo que sentimos también es distinto para cada quien, pero aún así no creo equivocarme al expresar que todo lo que experimentamos directamente influye en nuestras vidas presentes y futuras. Una caricia, una palabra de aliento, un abrazo cálido,…; una palabra ofensiva, un golpe duro, una actitud lesiva,… Todo imprime en el alma de cada quien lo bueno y lo malo. Ahora, cómo saber “escoger” lo bueno de lo malo. Ahí está lo interesante, lo fácilmente complicado. Pero mucho tiene que ver los principios y escala de valores que tenemos, y la misma que ha ido modificándose igualmente con el tiempo.
Decir que todo es igual, que todo ya no existe como antes, es mentir. Cuando niño aprendí que el castigo físico no es lo que corrige actitudes, sino el diálogo constante, la compañía en el aprendizaje, la búsqueda por entrelazar sentimientos de amor entre padres e hijos. La vida ha ido moldeando mi vida, mis sentimientos, mis ilusiones, mis proyectos, … en fin. Ahora, no es un tiempo más fácil sino por el contrario más exigente y hasta cruel. Muchas situaciones contrastantes se deslizan por la vereda de la vida y para algunos determinan una huida frente a esos caprichos del existir, para otros son retos que afrontar y superar.
Si hay algo de lo que me tengo que felicitar, es el haber reconocido dentro de la existencia la tendencia y apertura a la verdad, a la sensibilidad, al derecho de ser felices sin cuestionamientos. No un libertinaje sino una libertad sincera y trasparente. La oportunidad de saber reconocer qué es amar y valorarlo. Atesorar amistades, aunque pocas muy selectas. A reconocer que no puedo ir más allá de mis limitaciones. A reconocer que la tristeza, la pena, el llanto, el dolor, no son sino expresiones de amor y de felicidad, aunque parezca absurdo.
Si todo ello existe dentro de un ser, como yo, pues puede existir una sonrisa dibujada en nuestro corazón; y este corazón debe ser lo más delicado para ser sensible, pero lo suficientemente fuerte para defender lo amado y luchar por la felicidad.
Aprenderlo no es tan rápido, lleva su tiempo. Ponerlo en práctica demora cuanto deseas ponerlo en práctica.
En el interior de nuestro ser brilla la esencia de nuestro existir: el amor. Déjalo expresarse a través de todas las formas que el conoce. Y entonces disfrutarás del arte de vivir: amar!
Darío Enrique
Registro automático