Misionología 04
Continuación de la transcripción de la grabación magnetofónica de la clase:
“Entonces es interesante esa teología de la divinización. En la teología ortodoxa, porque incluso fundamenta toda la liturgia ortodoxa; precisamente intenta mostrar, o vivir ese misterio de divinización, que en Cristo los hombres estamos llamados a entrar en comunión con la divinidad. Es por eso que toda la liturgia de 2 horas y todos los cantos y todo el rito de la Eucaristía en el ambiente cristiano ortodoxo, tiene todo ese significado de divinización. Nosotros en la teología occidental latina, hemos acentuado un Jesucristo Salvador. El Dios que nos salva. Toda la teología de la liberación ha acentuado este Cristo liberador.
Cada una de estas afirmaciones no son excluyentes, son completamente las acentuaciones cristológicas. Entonces se complementan entre si. Pero no perder de vista entonces que la cristología tiene una finalidad. El Hijo de Dios se encarna con una finalidad específica, que la humanidad pueda reconciliarse con la divinidad. Con el Padre. Que la humanidad pueda ser liberada de ese pecado que impide la comunicación con Dios.
EL Hijo ha tenido una misión específica. La misión de salvar a la humanidad ¿De dónde nace esa misión?, ¿Es una iniciativa del Hijo? Comenzamos hablando de un texto del documento del Concilio Vaticano II, (Adgentes) Esta afirmación en realidad resume todos los fundamentos teológicos trinitarios, y eclesioólgicos de la Iglesia.
¿En qué consiste? Es el Padre, quien ha tomado la iniciativa de enviar al Hijo para reconciliar al mundo consigo mismo. Y a esta iniciativa del Padre, se suma, y se une obedientemente El Hijo. Una relación filial, una filiación divina, esa relación de comunión de obediencia que el Hijo le ofrece al Padre. Pero no solo la misión del Hijo, sino también la misión del Espíritu Santo en Pentecostés, para dar inicio a la Iglesia.
Entonces el Padre nos dona su amor al mundo. El dona su amor al mundo, pero lo dona en el Hijo “Tanto amó Dios al mundo, que ha enviado a su Hijo único” para que este mundo pueda conocer el amor del Padre.
La misión del Espíritu Santo no es otra que esa, estar al servicio de la misión del Hijo, a favor de la humanidad. No es que El Espíritu Santo tenga otra misión distinta.
El Magisterio Pontificio dice que Jesucristo es el misionero del Padre por excelencia. El primer misionero. El Enviado del Padre. La importancia de que dos Personas Divinas hayan sido enviadas, está no solamente en que ellas realizan esta misión, es decir esta salvación a favor de toda la humanidad; no solamente de una manera instrumental, sino que ellos también se unen a esta iniciativa del Padre. De allí que la Trinidad misma, sea toda el fundamento de la misión misma de la Iglesia. Porque vamos a ver como la misión de la Iglesia no es otra que la de prolongar en la historia, el hacer posible en toda la humanidad, que esa pascua de Jesucristo se siga realizando. Se extienda a toda la humanidad. La misión no es hacer comedores parroquiales, hacer escuelas; estas son importante, si. Pero la misión de la Iglesia consiste en celebrar ese misterio pascual. Lo celebramos mediante los sacramentos, y al mismo tiempo anunciar al mundo, ese proyecto de salvación.
Aquí estamos en realidad en la matriz de toda la teología, aquí encontramos el tratado de Dios Uno, y Trino. Aquí encontramos toda la antropología teología. Encontramos todo lo que es la cristología, la neumatología, todo lo que es la revelación de Dios, todo lo que es la eclesiología, los sacramentos, etc., etc.
Es interesante para toda la práctica misionera de nosotros mismos. Y si no hay comunión en nosotros mismos, en la Iglesia, no podemos realizar la misión, la comunión es importante para la misión.
La acción del Espíritu Santo en Pentecostés, que primero libera del temor al cual estaban sometidos los Apóstoles, e inmediatamente impulsa a los Apóstoles a que estos realicen el anuncio. Primer anuncio de la salvación, y el primero es Pedro.
El Espíritu Santo ha sido enviado también para estar al servicio de la misión de Jesús Cristo, para actuar en aquellos que lo anuncian, también en los destinatarios del anuncio, se les ha llamado incluso las semillas del verbo. Están presente incluso en estos pueblos, que sin haber conocido a Jesucristo, es Espíritu de Dios está allí, preparándolos a recibir este anuncio, despertando sentimientos religiosos.
Si nos damos cuenta la cosa es bien simple y bien sencilla, al mismo tiempo muy profunda y muy rica de espiritualidad, incluso la misión de la Iglesia consiste en peregrinar en la historia, en una tensión permanente de gracia y pecado, entre universalidad y particularidad, entre esa fidelidad a Cristo o indiferencia a Cristo ¿Hasta cuándo? Hasta el final escatológico de la historia.
Este misterio pascual es universal, es único. ¿Por qué insistir en este punto? El año pasado salió la “Dominus Jesus” criticada por algunos sectores de la teología, no considerando el contexto en que estamos viviendo. Hoy día de tolerancia religiosa y dialogo interreligioso, etc. Etc. Pero el Magisterio en este punto tiene que ser claro, porque sabemos nosotros de que hay teólogos, por ejemplo, teólogos americanos católicos que piensan que hoy día ya no hablamos de lo importante que es promover el Reino que Cristo proclamó, y uno de los valores de este Reino es el amor y la paz y justicia. Y que estos valores tienen que hacerse vida en los pueblos. No hablamos solo en el caso de los cristianos en Cristo y no de Buda, tampoco de Crisma. Unamos todas las religiones para buscar estos valores del reino que son universales. Son compartidos por todos la paz mundial, la justicia social, la fraternidad universal, y que esta es una manera de hacer misión. Y ellos entienden por misión precisamente esto”
Andrés Arbulú Martínez
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