Penoso pero cierto
El día miércoles 28 de Abril de este año, fuimos a visitar a mi mamá, mi esposa y yo, en la mañana de ese día. Nosotros vivimos en el distrito de Lince, y mi mamá vive en la casa de mi hermano mayor en el distrito de los Olivos, en la urbanización “Pro Lima”. Esto está ubicado más o menos en el kilometro 22 de la carretera “Panamericana Norte”. La distancia es un poco larga para llegar hasta ese lugar. Hay diferentes líneas de ómnibus, y microbuses que llegan hasta ese lugar. Pero lo que narraré a continuación, es como para descartar el uso de determinada línea de transporte, (teniendo en cuenta que casi todas estas líneas de transporte incurren en las mismas faltas)
¿Qué puede estar pasando por la mente de este chofer? ¿En que puede estar pensando, mientras conduce el vehículo? ¿Estará consciente de que está llevando a personas? ¿Sabrá, qué es el respeto individual por cada una de ellas? ¿Comprenderá lo que significa la inercia? Si nos ponemos a observar un poco, podemos darnos cuenta que estas personas (la mayoría) en ese momento se encierran en su mundo interior y en sus propias apreciaciones de la vida como tal. Para ellos cada persona que sube a ese vehículo, tiene que pasar a formar parte de su mundo interior. Pareciera que para ellos todo el que sube, no es considerada como una persona; es como un bulto, como una imagen que no tiene sentido racional “animalitos”
Al poner el radio a todo volumen (como a él le gusta) nos da a entender que necesariamente a todos nos tiene que gustar esto. A esto le agregamos el ruido estrepitoso que produce la maquina del vehículo, por su mal funcionamiento, y su poco cuidado en el mantenimiento mecánico. Agregamos también la velocidad en el manejo y las maniobras temerarias, sin el más mínimo sentido de la prudencia al manejar un vehículo motorizado.
En un momento de esta travesía, el cobrador se acerca al chofer e intenta decirle algo, pero como el volumen del radio está demasiado alto, el chofer tiene que bajarlo para poder escucharlo. Luego que hablan, vuelve a subir el volumen. El chofer mira al cobrador por el espejo retrovisor y se sonríe con él, como dando a entender, que sabe la idiotez que está cometiendo.
El chofer tiene un aspecto delincuencial. Una cara borrada, y una mirada de pocos amigos. Como para que nadie se atreva a decirle nada. (Pobre idiota) El cobrador tiene otro tanto. ¿Esta es la gente, que daría pena al quedarse sin trabajo; si retiran todas las líneas de servicio con la llegada del “lentopolitano”? A mí no me daría pena. Que se dediquen a cualquier cosa que no tenga que ver con la vida de los demás.
Si sirve de algo, la línea en mención es la que cubre la ruta desde “Villa el Salvador”, hasta “Puente Piedra” de número “41” y el número de la unidad es: 10-78 (VG4589) Son unos ómnibus amarillos.
Con mi esposa hemos decidido, nunca más subir a estos ómnibus. Preferiremos tomar dos líneas para llegar a nuestro destino, y en un futuro próximo usar el “Lentopolitano” Y poder ver algún día a estos dos personajes (chofer y cobrador) cargando bolsas de cemento, que es lo que deberían estar haciendo, (sin desmerecer dicho trabajo, porque es trabajo al fin), pero de esta manera no estarían arriesgando la vida de los pasajeros, que a la larga son los que pagan sus irresponsabilidades, porque en un eventual accidente, a ellos no les pasaria nada.
Andrés Arbulú Martínez
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