Inteligencia Emocional
Dentro del programa de seminarios de Desarrollo y Marketing Personal organizados por la Escuela Superior de Gestión Comercial y Marketing, ESIC (mayo de 2006), estuvimos reunidos entorno a la Inteligencia Emocional (IE). Fue de esos días que te queda una sensación especial cerca de la amígdala, como si el desarrollo de la clase hubiera superado tus expectativas. Y eso que me ha generado dudas acerca de mi comunicación bloguera. Me explico. Dice el profesor del seminario que IE no significa dar rienda suelta a nuestros sentimientos y “dejar al descubierto todas nuestras intimidades”. Entonces ¿hago bien en escribir estos y otros temas en este blog? Creo que la IE va en relación a la capacidad de expresar nuestros propios sentimientos del modo más adecuado y eficaz, posibilitando la colaboración en la consecución de un objetivo común y pienso que esa es la línea de esta bitácora (espero haber usado adecuadamente mis competencias personales y profesionales para llegar a esa deducción y no haberme engañado a mí mismo).
También se apunta que IE no significa sólo “ser amable”; hay momentos estratégicos en los que no se requiere precisamente la amabilidad, sino afrontar abiertamente una realidad incómoda que no puede eludirse por más tiempo. Asimismo, el grado de desarrollo de la IE “no está determinado genéticamente y tampoco se desarrolla exclusivamente en nuestra infancia”. La IE constituye un proceso de aprendizaje… madurez es la palabra con la que tradicionalmente se ha venido llamando.
Me compré el libro “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman en 1996, texto que lo he visto en la estantería de más de un alto directivo. Posteriormente agencié ”Práctica de la Inteligencia Emocional” del mismo autor – sugiero sólo el segundo -, pero he sido consciente ahora que ya en el año 1905 Alfred Bidet intentó medirla y en 1920 E. L. Thorndike hablaba de “inteligencia social” David Wechsler en 1943 hablaba de la "adaptabilidad social". En la década de los noventa, Howard Gardner debatía entorno a “inteligencias múltiples", Reuven Bar-On sobre “coeficiente emocional (CE)” y Meter Salovey y John Mayer en 1990 trataron por primera vez la “inteligencia emocional”. Digamos que Goleman democratizó o difundió el concepto. Hay un texto que me regalaron en 1997 “Estrategia Emocional para Ejecutivos”, de Robert K. Coope y Ayman Sawaf, que me gustó bastante.
El término inteligencia emocional se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos. Está basada en cinco elementos: la conciencia de uno mismo, la motivación, el autocontrol, la empatía y la capacidad de relación. En la actualidad el empresario, además de las competencias técnicas concretas de cada puesto, busca capacidad de escuchar y de comunicarse; adaptabilidad y respuesta creativa ante los contratiempos; control de sí mismo, confianza y motivación para trabajar; eficacia grupal, cooperación, habilidad para negociar; participación activa y potencial de liderazgo.
Nos enfrentamos con un entorno cada vez más turbulento, impredecible y agitado, con cambios muy rápidos y profundos, dentro de procesos de transformación vertiginosos que afectan a todos los ámbitos sociales, dentro de un ambiente altamente competitivo. Las interacciones que mantenemos en el trabajo son de la misma índole que cualquier otra relación de nuestra vida y, en consecuencia, en ellas también intervienen nuestras pasiones. Son pocas las empresas que se cuestionan hasta qué punto crean estrés, la tendencia es culpabilizar a la “víctima”. Sin embargo, a través de la IE, se insufla espíritu de logro, economía de colaboración y se construye con integridad. Cuanto más complejo sea un trabajo, mayor es la importancia de la IE
Manuel Velasco Carretero
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