Las demás paces
Todo el mundo habla de la Paz entre el estado y los subversivos como si ese fuera el tema más importante del país. Como si para que hubiera paz sólo bastara un acuerdo político o una concertación entre el gobierno y los alzados en armas. Como si silenciar los fusiles por un rato, corto o largo, nos trajera las soluciones a la iniquidad, a la desigualdad y a la falta de oportunidades. Como si la paz fuera solamente dejar de dispararse entre guerrilla y ejército. No, la paz es mucho más. Mejor dicho la paz no es una sino muchas o es una pero compuesta por muchas. Debemos hacer, en primerísimo lugar, lo humanamente posible por establecer esa anhelada paz en los hogares. Entre esposo y esposa, entre padre e hijo, entre hermano y hermano. Suena cursi en los días actuales, pero la paz sólo vendrá a los hogares cuando aprendamos a decirnos cosas hermosas, cuando se le vuelva a regalar una rosa a la madre en su día, cuando los niños se dejen de mezquinar sus juguetes, cuando el marido recuerde esa "pendejada" de las serenatas y, en fin, cuando volvamos a disfrutar de las cosas pequeñas, de los recuerdos hermosos, de las insignificancias capaces de llenar los pequeños baulitos de añoranzas. La paz reinará en los hogares cuando no figuren en las estadísticas los delitos de incesto, de abuso sexual del menor, de maltrato a los miembros del grupo familiar, de asesinatos y secuestros a causa de las herencias, de explotación despiadada de los hijos, de hurto entre hermanos, etc, etc. O, por lo menos, podremos hablar de paz en los hogares cuando se haya derogado, por desuetud, la Ley sobre la violencia intrafamiliar.
Otra paz sin la cual no sobreviviremos es la del hombre y la naturaleza. La tregua con la tierra y sus recursos debe ser ya, pues, sin parar el asesinato atroz de nuestros recursos naturales, de nuestros bosques, de nuestras aguas, de nuestra fauna, de nuestra flora, de nuestra biodiversidad, es muy poco lo proyectable hacia el futuro de la humanidad. Colombia está arrasada. Nuestras montañas ya no sólo arden en agosto como hace tiempo, sino en todos los doce meses del año. Nuestra selva y nuestros bosques tropicales, son masacrados con brutalidad y ante los ojos de todas nuestras autoridades. Claro, la solución es muy compleja. Claro, la respuesta no debe ser sólo tomar medidas represivas y policivas. La solución debe empezar por educar a nuestros niños y adultos en esa cultura de convivencia pacífica con la naturaleza. La solución debe continuar con la modificación de la estructura de la propiedad la cual hoy nos muestra un mapa triste en donde los pobres están en la montaña y los ricos, con grandes latifundios, en los valles de los ríos Cauca y Magdalena, y en la costa atlántica. Claro, la solución debe pasar por el mejoramiento del sector rural. Todo eso lo entendemos, pero... ¿Por qué, mientras todo ello se da, no vamos programando una tregua nacional contra el crimen ecológico?
Después deberemos seguir con la construcción de la paz entre patrono y trabajador. Y la habremos logrado cuando no haya más despidos a causa de la organización sindical del obrero, cuando no se demanden a los patronos por haber birlado las prestaciones del trabajador, cuando no haya trabajadores que se deban despedir porque se le pilló, in fraganti, robando a su patrón, cuando no haya más mayordomos involucrados en los secuestros de los dueños de la finca, cuando el empleado defienda como suyos los intereses del patrón y, en fin, cuando empleador y empleado rompan su relación única de capataz a siervo y establezcan la relación de socios.
Habrá de lograrse, también, la paz entre los partidos y movimientos políticos, empezando por bajarle toda la agresividad al lenguaje y terminando por transformar el espíritu del político profesional o, sencillamente, por elegir otros positivos y constructivos. Debemos fortificar nuestros partidos para que las apetencias personales no puedan dividirlos, quitarles de su ideario el odio y la inquina personal, devolverles las propuestas y cercenarles el clientelismo, dotarlos de mecanismos facilitadores de la unión, sin la cual no se derrotará la injusticia social y la violencia en todas las versiones.
Deberá seguir la obtención de la paz en el vecindario, en el barrio, en tráfico vehicular, en la Universidad, en el colegio, en el club social y, para resumir, en todo lo demás. Y si ya hemos alcanzado todas esas "paces", pero no estamos en paz consigo mismo, volveremos al inicio, como en la tortura de Sísifo.
Carlos Mauricio Iriarte Barrios http://carlosmauricioiriarte.blogspot.com
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