En comunicación con la vida del Universo
Muchas partes del mundo sufren actualmente el aumento de la temperatura, los incendios, el calor, lo que nos recuerda especialmente en los meses del verano, cuan sensible es el equilibrio natural y la repercusión de las actuaciones humanas en nuestro entorno.
Pero el estrés, la vida ajetreada en las ciudades y las dificultades parecen habernos transportado lejos de nuestra verdadera existencia. La naturaleza, los animales, los elementos son entonces explotados sin sentimiento alguno. Insensiblemente comemos la carne de animales que han vivido su corta vida en establos crueles, echamos pesticidas y semillas manipuladas a los campos para sacar el mayor beneficio, vaciamos los mares de peces y cazamos en los campos cruelmente, llenamos la atmósfera de antenas de comunicación y todos contribuimos a ello porque nos dejamos llevar por la influencia de los medios de comunicación. Casi pareciera que el hombre haya dejado de existir como ser capaz de pensar por sí mismo. ¿No es acaso esto el resultado del egoísmo y de la insensibilidad de nuestro corazón para con nuestro entorno? ¿Quién es pues el causante de lo que actualmente nos afecta?
Quien incluye en su vida a las personas y a los reinos de la naturaleza, está en comunicación con la vida del Universo, entonces la vida, en su multiplicidad, se lo agradecerá regalándose en plenitud, y obsequiará a todos los que vayan al manantial de la vida. Quien respeta la vida, también conoce el Hogar eterno y ya en la Tierra está viviendo en medio del paraíso, pues le sirven los reinos de la naturaleza y los elementos le obedecen.
Los cuatro elementos, fuego, agua, tierra y aire forman el sistema de respiración de la Tierra. Si este ritmo regular es perturbado una y otra vez por el ser humano, con el correr del tiempo todo el organismo terrestre será alterado y tanto los campos magnéticos de la Tierra como las corrientes magnéticas serán influenciados. Cada cambio dentro de la Tierra y sobre ella produce por su parte un cambio en el ser humano, en los animales y plantas y transforma incluso la irradiación de los minerales.
Quien interviene en las leyes cósmicas y las altera, crea irremediablemente disonancias en todos los planos de vida de la Tierra y en la Tierra misma y debido a que cada pensamiento, cada palabra y cada acto es energía y como ninguna energía se pierde, tanto la positiva como la negativa recae entonces sobre el causante, o sea sobre el hombre y sobre su alma.
Vida Universal
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Teresa Antequera Cerverón
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