Misionologia 40
Continuación de las grabaciones magnetofónicas de las clases de Misionología
El Espíritu Santo, pues a tomado en sus manos la obra salvadora de Cristo, y no descansará hasta que quede completa al final de los tiempos.
El Espíritu Santo de Dios en acción – Hasta ahora hemos explicado acá de una manera muy simple, pero se ve que tenemos en a Santa Iglesia una doctrina muy solida, y muy profunda y no tenemos que mendigar nada especial. Algunas veces en demasiadas palabras. Con algunos que otros principios y convicciones, nuestra vida tendría mucho sentido y contenido. Ustedes seguro que están de acuerdo que se escribe demasiado, de repente se harían un servicio a la humanidad muy grande, si todos los teólogos callaran por un tiempo. Porque todos se presentan siempre como los últimos interpretes de lo que ya esta más interpretado que la misma interpretación.
El Espíritu de Dios es acción, tiene estas frases: precede, acompaña, motiva, y sigue la misión. Así que nunca un misionero se siente solo. Cuando llegas a un lugar aunque no se haya oído hablar nunca de Jesucristo, ya está el Espíritu de Jesús. Cuando empieces tú a trabajar movido por la palabra de Cristo, ya está allí el Espíritu a tu lado, haciendo lo siguiente: dándote la palabra eficaz y moviendo al oyente a entenderla, entonces la predicación es un acto del Espíritu, y la conversión es un acto del Espíritu.
La acción del misionero es bien humilde. Es ser instrumento. Nosotros tenemos que ser ojos, manos, pies, cuerpo del Espíritu. El misionero, hay momentos que se va a dar por desalentado, porque después de mucho hablar. Lo que el ama, se va a dar cuenta de que los oyentes no manifiestan el interés. Al contrario puede ser que se cierren. No te desalientes. Como dice Jesús: “No tengas miedo” el mayor peligro o riesgo de la fe, no es la duda, sino el miedo. La duda puede llevarte a investigar a preguntar, pero el miedo te paraliza. El mido te acobarda, te desanima. Generalmente la duda en los santos han significado progresos, pero los miedos han significado decepciones, y esto también ocurre en l vida religiosa, y en los matrimonios. No es tanto la duda de si el otro realmente te amo, sino el miedo de amarlo sin correspondencia. O e arriesgarse a esta vida. O la vida religiosa, no es tanto la duda de si tienes o no vocación, porque eso no estás absolutamente seguro nunca.
Dios no puede dirigirse a nosotros con el esplendor de su gloria, mientras vivimos en la tierra, sino que se dirige a nosotros siempre con cierta oscuridad. Es decir la fe es luz en las tinieblas. Y realmente el que tiene fe camino con sentido. Pero sigue siendo tiemblas en la luz. O sea que todavía no es claro. Y esto ni la Virgen María lo veía. Tampoco ella comprendía en el tiempo de la Gracia, que es tiempo de Kairos, no exijan ustedes evidencias, porque eso pertenece al tiempo de la Gloria.
No estamos en el tiempo de la Gloria, no exijan evidencias a Dios. Por lo tanto en la vida religiosa pasa todo lo dicho. Jesús dice “El que ha puesto su manos en el arado, y mira para atrás, no es digno del reino” Si nos ponemos a leer con esta mentalidad el Nuevo Testamento, les llamará la atención la cantidad de veces que dice Jesús: No tengan miedo. “No tengan miedo pequeño rebaño”, “No tengan miedo, yo he vencido el mundo” y todo el sermón de Jesús en la ultima cena, sobre todo en San Juan desde el capitulo trece al diecisiete, se repite una y otra vez: Confíen, crean en Dios, crean también en mi, en la casa de mi Padre hay muchas moradas. Pero yo no les voy a decepcionar. No tengan miedo. El miedo es lo más paralizante y El Espíritu de Jesús es Justo, lo contrario del miedo. Por eso San Pablo decía: Recen por mí, para que le Espíritu me conceda la – Parresia – que en griego significa – El coraje de hablar – De presentarme tal cual soy, y ¿Qué dijo Jesús a los discípulos? Que ¿Cuál era el motivo por el cual les iba a dar su Espíritu?, para que tuvieran fuerza. En los Hechos de los Apóstoles 1-8. Dice: “No se marchen de la ciudad, esperen allí hasta que reciban la fuerza” o sea el poder de lo alto.
Andrés Arbulú Martínez
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