El fin del mundo
Se han puesto de moda las profesías de los Mayas, Nostradamus y San Malaquías, las predicciones de Gordon Michael Scallion y Edgar Cayce, las revelaciones de Gabarandal y de la Virgen de Fátima, las teorías sobre asteroides destructores y la alineación de planetas en una cruz cósmica, las premoniciones de una debacle mundial a causa del problema del milenio y, en fin, toda serie de especulaciones escabrosas sobre el fin del mundo. Buena parte de ellas ya han sido desvirtuadas por el simple paso del tiempo o la sencilla llegada de las terribles fechas, pero las demás permanecen en el ambiente sin poder todavía comprobar su veracidad, como aquella de Nostradamus en la cual señala exactamente ¡el año 1999, mes de septiembre! Entre más cerca estemos del año 2000, más nos aterrorizarán todas esas aves de mal agüero que se han dedicado a pronosticar la destrucción de la tierra y la humanidad o a recordarnos las profecías más oscuras de los últimos cinco siglos. Al parecer ha sido una tradición inveterada interpretar los años "redondos" como final de ciclos o épocas, pero en esta oportunidad las cosas se han "salido de madre", como dicen ahora, tal vez por esa extraordinaria capacidad actual de intercomunicarse. Bobo todo esto, si partimos del elemental hecho de que el próximo año ni siquiera será el inicio de un nuevo siglo, pues él comenzará sólo hasta el 2001. Y más tonta aun esta tendencia negativista cuando nos cercioramos, siempre a través de los medios masivos de información, del enorme avance de la ciencia y la tecnología en todos los campos concernientes a la ampliación de las expectativas de vida de los hombres. Entonces, esta especie de "ideología de la catástrofe" sólo tiene explicación en el arrepentimiento de un gran número de personas que ha caído en cuenta del horrible daño ocasionado a nuestra naturaleza en estas últimas décadas, de la desproporcionada violencia del hombre contra el hombre, del inexcusable desprecio hacia los preceptos cristianos, del bárbaro desconocimiento de todos los valores morales y de nuestra inconsciente falta de compromiso con el género humano. Aunque, "en cuanto se refiere a ese día o a esa hora, no lo sabe nadie, ni los ángeles en el Cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre", yo les podría apostar, N veces a uno, que el mundo no se va a acabar el 31 de diciembre próximo y que, por el contrario, muy seguramente, en el próximo milenio la humanidad encontrará la paz y verá una sociedad mucho más justa. El fin del mundo es, eso sí, para todos nosotros, el día de nuestra muerte. Nuestra muerte, única cosa que tenemos segura. Después de que ella nos ocurra no podremos corregir nada. Para ello, sí debemos estar preparados...
Por eso, "estén despiertos, ya que no saben cuándo regresará el dueño de la casa (Dios). Puede ser al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de repente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes , se los digo a todos : estén despiertos" (Evangelio de Marcos, 13, 35 - 37).
Carlos Mauricio Iriarte Barrios http://carlosmauricioiriarte.blogspot.com
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