Semana Nacional de Liturgia 02
La Iglesia vive la Eucaristía, desde sus orígenes. En ella encuentra la razón de su existencia, la fuente inagotable de su santidad, la fuerza de la unidad, y el vinculo de la comunión, el impulso de la vitalidad evangélica, y el principio de la acción evangelizadora, el manantial de la caridad, y pujanza de la promoción humana. Es además el anticipo de su gloria en el banquete eterno de las bodas del Cordero. Pero no es suficiente leer sabios libros que hablen y te expliquen lo que es la Eucaristía, tampoco valen grandes discursos a un alto nivel intelectual sobre el Misterio eucarístico. Lo importante es creer en Él, y vivir lo que se cree.
En la ciudad de Cafarnaúm muchos judíos escucharon las Palabras de Jesús, y dijeron que su lenguaje era duro, que la fe de Pedro al confesar: Tú tienes palabra de vida eterna. Los grandes doctores de la Eucaristía argumentan, explican e intentan que sus oyentes comprendan lo que es la Eucaristía, y sin embargo terminan afirmando que es Misterio, y un Misterio de fe. Se llega al Misterio por la fe, y esa fe nos hace comprender lo que es y lo que significa la Eucaristía. A la luz de la fe, en el Misterio de la muerte y resurrección de Cristo se conoce, se celebra y se vive la Eucaristía. Es necesario verificar si la ley de la oración corresponde a la ley de la fe, es decir preguntarse ¿En qué, y como vive el pueblo de Dios para que la Eucaristía pueda ser cada día mas fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia? Y que cada uno de los fieles mediante la liturgia, la espiritualidad, y la catequesis, en los ambientes culturales, sociales y políticos, viva su fe.
El Papa Juan Pablo II, nos ha dejado una testimonio eucarístico. Los últimos, los comentaremos brevemente. No solo nos ha dejado una herencia Eucarística, sino, también las líneas de actuación sobre todo este año de la Eucaristía, lo hemos visto celebrar la Eucaristía en las grandes concentraciones, no solo en la Plaza de San Pedro, sino, por todo el mundo. Se ha elogiado su capacidad comunicativa, esta capacidad no era artificial, se le veía sumido en oración durante toda la celebración, de una manera especial se percibía su actitud de contemplación en la celebración cotidiana en su capilla domestica. La proximidad permita captar esta situación de abstracción orante y odorante que impresionaba a los presentes. Impresionaba incluso los momentos de silencios largos y muy expresivos, sobre todo después de la proclamación del Evangelio. Eran silencios celebrativos que iban precedidos de silencio de antes de la celebración. Verle arrodillado en el silencio ante el altar, estaba sumido plenamente en una adoración profunda.
Juan Pablo II, no es un testimonio superficial, sino un ejemplo para todos los cristianos, sacerdotes y fieles, para que aprendamos a vivir la Eucaristía desde el gran Misterio que celebramos, pero a la vez, es un gran maestro que nos ha ido conduciendo a ese gran Misterio que él ha vivido tan intensamente, es un recuerdo del Papa Juan Pablo II, y un ejemplo a imitar en nuestras vidas.
La Eucaristía el Don más preciado.- En muchos documentos del Papa Juan Pablo II, presenta al Eucaristía como el Don más preciado que tiene y guarda la Iglesia, que es el mejor Don que Cristo ha dejado a su Iglesia. Podemos mencionar algunas de las frases del Papa: “La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual”, “Es el Don más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia”, “Es el Don por excelencia, porque es Don de Si mismo, de su presencia en su santa humanidad, y además de su obra de salvación”, “La Eucaristía es la culminación de todos los sacramentos”
La Iglesia siempre ha creído esta verdad con gozosa gratitud, una verdad que se remonta al mismo Cristo. ¿Qué más puede hacer Jesús por nosotros? Su vida una epifanía constante del amor del Padre a los hombres. La Eucaristía muestra el amor de Cristo que llega hasta el extremo de dar la vida por el hermano. El amor que le hace permanecer sacramentalmente. La eucaristía es el Don más preciado que le ha concedido a su Iglesia, es un Don, un regalo permanente para todas las generaciones, hasta que vuelva, no es un Don circunstancial, y no es para personas concretas, una raza, lengua o color, es un Don puesto sobre la mesa redonda del mundo, y toda la humanidad está invitada al banquete del amor.
Continua.
Andrés Arbulú Martínez
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