¡Un Paciente al Médico Anestesiólogo!
Debo haber estado en manos de los amigos Anestesiólogos unas 10 veces en situaciones críticas y unas 10 veces en procedimientos de mediana complejidad, guardo gratos recuerdos y afectuoso agradecimiento hacia ellos y tal vez temo haber sido hasta ingrato.
Un correo del Anestesiólogo Luis Malpartida Del Carpio, me ha motivado a escribir estas líneas.
A los seis años fui operado de fimosis y amígdalas, claro era muy niño en dichas operaciones, pero conservo un fresco y especial recuerdo, por aquel amigo que me anestesió en 1962, cuyo nombre desgraciadamente no he guardado, lo hizo cantando el Son cubano Toribio Carambola, “A don Toribio Carambola se le ha antojado de ir, a darse un viaje a la Luna, en un moderno proyectil…” y bajo esa melodía me quedé dormido, al despertar ya no tenía amígdalas, ni Fimosis.
Cuando cursaba mi segundo año de Residencia en Ginecología y Obstetricia en el Hospital Regional Docente de Trujillo, una Hernia Inguinal me sorprendió, así que mis amigos Anestesiólogos los Drs. Jorge Ruiz Vigo y Edith Revilla Cabrera, me pusieron una magistral Anestesia raquídea seguida de una sedación, al despertar ya no tenía la Hernia.
A mis 35 años de edad, un fatal accidente, me llevó de nuevo a Sala de Operaciones y ahí estuvieron prestos y solidarios, los Anestesiólogos del Almanzor Aguinaga de Chiclayo: María Celestino, Ángel Rodríguez Castro, Figueroa, Manuel Delgado, Campitos, entubando, ex tubando, manejando la emergencia extrema, la agonía del shock hipovolémico, los Paros Cardíacos, entrando dos, tres y hasta cuatro veces a Sala, en el afán de salvarme la Vida y junto a Dios, a los Cirujanos y las enfermeras … ¡lo consiguieron
Es que, la Cirugía no sólo es mérito de los Cirujanos, en el equipo están también Los Anestesiólogos que nos reciben con una sonrisa en la puerta del Quirófano, cuando llegamos llenos de temores, miedos y ansiedades, los que nos dan gestos que infunden confianza y una vez anestesiado y sin conciencia, se sientan a tu lado a velar tu Coma farmacológico, cuidando tus signos vitales, tu saturación de oxígeno, tus volúmenes, tu analgesia, sus manos acarician tu cabellera, limpian tus lágrimas, voltean tu cabeza cuando toses, bloquean tus vómitos, te dan oxigeno cuando te falta, profundizan la anestesia cuando la cirugía así lo exige, relajan tu abdomen cuando los cirujanos gritan, manejan infusiones, Sangre y líquidos, ellos permiten y garantizan el éxito de las Cirugías, cuentan el chiste en el momento oportuno, escuchan tus confesiones inducidas por los hipnóticos y callan para siempre, son los que se quedan contigo, cuando ya todos se han ido, los que te despiertan cuando ya los apósitos cubren tus heridas, los que te dejan en tu cama sin dolor cuando los anestésicos se metabolizan.
Años después fui nuevamente emboscado y entré a Quirófanos, fui sometido a Biopsias hepáticas, Radio ablación, Ligadura de Várices Esofágicas IV de Piquet y ¡Un Trasplante de Hígado! y pude conocer a muchos Médicos Anestesiólogos, los más representativos de esta etapa son Eusebio Palomino, Jorge Menacho, Soraya Oyanguren, Médicos Anestesiólogos del Trasplante Hepático al que fui sometido, aún recuerdo aquella madrugada cuando ya parecía el final, Eusebio me recibió en la puerta de SOP con una sonrisa, puso su mano en mi hombro y me sentí su amigo y eso me dio bastante confianza, hasta ahora recuerdo de Soraya “Le voy a poner una alita y ese es todo el dolor que sentirá: lo prometo” y así fue, apenas una hincada en el dorso de la mano derecha y eso fue todo a pesar que era…¡ un Trasplante Hepático!, luego Jorge me dijo “le pondré una mascarilla, respire profundo y lento, se irá durmiendo poco a poco” y así fue, respiraba hondo y me iba muriendo poco a poco hasta que me sumergí en la inconsciencia mirando el reloj de SOP que marcaba las 3 y 20 de la madrugada de un 15 de Octubre del 2008 en el Hospital Guillermo Almenara de Es salud, fue una Anestesia General Inhalatoria como yo la había soñado, como los Pacientes lo soñamos, mas que anestesiólogos parecían mis hermanos, mis amigos, mas que médicos parecían heraldos descendidos del Cielo.
Horas después estaba en mi cama de la UCI y en la puerta estaba un Médico vestido de verde y cubierto con un guardapolvo blanco, me miraba fijamente, ¿Quién será?- decía yo-, luego se acercó , puso su mano en mi hombro y me preguntó ¿Cómo estás?, ¡Bien gracias!- le dije-, pero ¿quien eres? Le pregunté, soy el Dr. Palomino tu anestesiólogo, me dijo… lo abrace y le agradecí con toda mi alma…Eusebio lo sabe, debe recordarlo.
Los Anestesiólogos son los héroes Anónimos de las Cirugías, ocultos detrás del arco, de máscaras y gafas, inhalando gases, sentados en la cabecera, vigilantes y alertas al lado de pacientes moribundos, son apellidos anónimos que luego los pacientes ni recuerdan, son rostros invisibles que luego los pacientes ni reconocen, son espíritus que los familiares ignoran y cuando se marchan por los pasadizo del Hospital dejando a su paciente despierto y sin dolor, lo hacen muchas veces en silencio, cargando en su emblemático maletín ampollas, anestésicos, alitas y sondas, en medio de la ingratitud de pacientes y familiares y a veces hasta de los mismos Cirujanos.
Rindo este modesto y vivo homenaje a los Médicos Anestesiólogos del Perú , lleno de emoción y con las heridas aún, en carne viva, por que estas palabras no son literarias, sino el real testimonio de un paciente cuya dramática existencia y Vida ha sido peleada y ganada en diferentes Quirófanos del Perú, con la invalorable ayuda de los Anestesiólogos, héroes anónimos de las cirugías, rostros invisibles, caras sin nombre, a quienes la Medicina, la Sociedad y la Historia les debe un justo reconocimiento por el invalorable rol que cumplen antes, dentro y después de los Quirófanos.
Miguel Palacios Celi
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