Semana Nacional de Liturgia 20
¿Qué significa la palabra animar? La palabra animar en la lengua castellana, encierra varios significados, a saber: dar vida o expresión, comunicar aliento, entusiasmo, dar movimiento, calor, infundir vigor a un ser viviente, eso es lo que nos dice el diccionario de la real academia.
La animación litúrgica consiste en dar vida y expresión a las celebraciones, es hacer participar a todos los que forman la asamblea, en crear un ambiente de oración, silencio y respeto y conseguir que los fieles reunidos ofrezcan a Dios un culto en espíritu y en verdad. La animación litúrgica debe suscitar la participación interna y externa en la asamblea, ya sea una asamblea pequeña o numerosa. No importa el número de los participantes, cada persona que está en la asamblea es importante, habitual o circunstancial, homogénea o diferenciada.
La animación no consiste en infundir un alma a la asamblea, pues ya la posee por el bautismo, sino en hacer que aflore y se manifieste. La labor de los animadores consiste en poner en movimiento el alma de la asamblea, para que ponga en juego toda su capacidad de participación, y la ayude a entrar en la dinámica del Misterio celebrativo. No hay que olvidar que el alma de toda animación litúrgica es siempre El Espíritu Santo presente y operante.
La constitución del equipo de animación litúrgica.- La animación de las celebraciones litúrgicas no puede recaer exclusivamente en los sacerdotes, ni en una persona sola, por muy capas que esta sea, exige un equipo de personas que voluntariamente prestan un servicio a favor de la comunidad, preparando, animando, revisando las celebraciones, en perfecta sintonía con el Párroco.
Actualmente no existe un normativa oficial que determine como constituirlo o formar un equipo de animación litúrgica en una comunidad cristiana. Los equipos existen, los que existen ahora, han surgido de las necesidades y posibilidades concretas de cada comunidad. Cada grupo tiene su historia, tejida con sus alegrías y sufrimientos, con sus éxitos y fracasos, algunas veces se han constituido a partir de la iniciativa del sacerdote, otras por las sugerencias de uno fieles impulsados por su aprecio a la liturgia y por su deseo de mejorar las celebraciones en la comunidad.
La experiencia demuestra que la creación de un equipo litúrgico encuentra más dificultades en comparación con otras actividades de la comunidad, como la catequesis, las obras sociales, etc.
Estas llevan ya una larga historia en la comunidad cristiana y siempre hay personas interesadas por estas tareas. En cambio el equipo litúrgico tiene poca historia, unos cuantos años, y todavía no existe una conciencia clara de su finalidad y función. El equipo litúrgico no puede desanimarse, ni por el vacio experimental a su alrededor, no por el poco éxito de sus esfuerzos, ni por el poco apoyo que quizás encuentra en la misma comunidad cristiana. Llegará un día en que la comunidad católica reconocerá su labro perseverante y su entrega generosa.
La mayoría de los equipos se ha ido organizando poco a poco a partir de unas pocas personas a las que se han agregado otras con el tiempo, unos han progresado en número de miembros, en tareas encomendadas, en formación cristiana y litúrgica, en el cumplimiento de sus objetivos, comenzaron y continuaron activos o ilusionados, no falta por el contrario grupos que comenzaron con ilusión y generosidad, y sin embargo en el correr de unos pocos años, se han reducido el número de miembros, y en la actualidad subsisten sin interés ni eficacia, han desaparecido.
También se debe aceptar que en algunas parroquias o Iglesias, todavía no existe el equipo litúrgico, puede ser por dejadez de un espíritu pastoral, por no haber encontrado personas que formen el grupo, o por las aptitudes del responsable de la comunidad. El equipo de ser constituido fácilmente, lo importante es su continuidad y perseverancia, tiene un proceso largo y paciente de formación y de composición, de organización y funcionamiento que es preciso respetar.
Cuando se haya constituido un nuevo equipo de animación, se aconseja según las circunstancias que no comience inmediatamente su actividad, sino que dedique un tiempo a conocerse, a reflexionar juntos, antes de darse a conocer públicamente en las asambleas litúrgicas.
Continua.
Andrés Arbulú Martínez
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