Lazos de mujer
No todas las mujeres llegan a ser mujeres, como también, no todos los hombres llegan a ser hombres. Aunque no por ello se deja de apreciar ese anhelo de conseguirlo y más al observar ese ir y venir y dar vueltas y más vueltas de todos aquellos que aun siguen dentro de los atractivos caminos que van escondiendo la salida del laberinto.
De ahí, que el sentirse mujer, no es tan solo una cuestión de “normativa” del ministerio de turno, por aquello que le digan a uno que corre el riesgo de quedar embarazado, ni tampoco es una cuestión de cirugía o de distorsionar el significado de la palabra familia, para que unos o unas se parezcan más a unas o unos, pero sin dejar de ser unos y unas. Es decir, lo de crear “imagen” sigue sin poder pasar por el coladero, aunque a simple vista algunos o algunas se les vayan los ojos.
Quizás por eso, un amigo mío me recuerda lo que significa eso de la “imagen”: “los creó… a imagen suya” , “y los creo macho y hembra” y por si no lo he entendido bien, me vuelve a insistir, pero esta vez con palabras más poéticas: “Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello” y “y vendrán a ser los dos una sola carne”…
Con estos recuerdos, quizás no debería permitir que una normativa me quiera hacer sentir que soy como una mujer. Y es que ser ¡mujer!, ¡mujer! y no como otras… Como dice mi amigo… No es que me vaya a resultar difícil sino imposible. ¿Será porque soy hombre?.
Aunque dentro del laberinto se sigue manteniendo la esperanza, pues reina la relatividad, y se puede escuchar: que eso del poder de procreación “parirás con dolor” ahora se ponen a dormir y que los hijos salgan como churros… O eso de “buscarás con ardor…” ahora ya no hay quien nos domine… Una vez se obtiene la independencia económica, uno o una puede seguir buscándose la vida.
Pero… “Le duela a quien le duela” y por mucho que no se quiera aceptar y por mucha ley o normativa que se quiera imponer… Lo de ir en contra de la naturaleza propia de la mujer y del hombre... No tiene futuro (fuera del laberinto). De ahí, que veamos que una de las cosas innatas de la mujer, es decir, ese echar lazos o ese buscar con ardor, se traduzca dentro del laberinto, en un repetido romper los efímeros lazos al primer quiebro.
Nota aclaratoria:
“Dominar”: para los que están dentro es el dominio del poder, para los que están fuera es el dominio del amor.
“Lazos de mujer”: para los que están dentro se rompen en cualquier momento, para los que están fuera son resistentes, por no decir, eternos.
Jaume Canals
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