Semana Nacional de Liturgia 27
En el documento del ritual del año 73, nos dice que tiene que haber cantos eucarísticos, lecturas eucarísticas, preces eucarísticas, y lo silencios con u valor eucarístico. “A, es que nosotros hacemos una jornada vocacional y vamos a pedir vocaciones al Señor” esto hay que hacerlo, pero ¿Hay que hacerlo con la exposición del Santísimo? Porque entonces buscamos un canto vocacional, buscamos lecturas vocacionales, peticiones vocacionales, silencios, todo dirigido hace las vocaciones. Lo siento, no se puede. ¿Por qué? Si hemos de rezar por la paz, por las vocaciones, lo podemos hacer, y hay que hacerlo, pero no hace falta hacer la exposición del Santísimo.
Si hacemos la exposición, es para centrarnos en el gran Misterio de la Eucaristía, toda nuestra atención, nuestro corazón, nuestra mente, tiene que ser Eucaristía, Misterio. Entonces. ¿Qué debemos hacer cuando se hace la exposición del Santísimo?
Evidentemente tres palabras: Ammanesis, Emmanuel, y Maranata. Me voy a centrar más en “Emmanuel”: Dios con nosotros. Si nosotros hacemos la exposición del Santísimo, es porque hemos hecho la memoria que Cristo nos mando “Haced esto en mi memoria”, hemos celebrado la Eucaristía, si la celebración de la Eucaristía, no tendríamos la exposición, de ahí que lo primero de todo que es necesario cuando nos arrodillamos delante del Santísimo, hacer memoria de lo que hemos celebrado, la Misa, la Eucaristía, sin ella es imposible tener a Cristo presente en el sagrario, ni en ese momento de la exposición. Pero memoria que es agradecida, agradecer la celebración eucarística que ha precedido, sea hoy, sea de ayer, sea de hace una semana, o de un mes. Pero siempre ha precedido una celebración eucarística, y el Señor se ha quedado con nosotros.
La Iglesia guarda a Cristo hasta que El vuelva, y veremos esto en el sentido escatológico en el Maranatha. Hay Parroquias que antes de la celebración de la Eucaristía de la tarde, pues exponen el Santísimo durante una hora, dos horas, o media hora, etc. Y es curioso en la exposición del Santísimo hay muchas velas, muchas luces, se ha hecho la reserva y va a empezar la Misa ¿Qué sucede? El sacristán o quien sea, comienza a apagar velas, apagan luces, porque va a empezar la Misa. Esto es un anti signo, es antipedagógico. Entonces ¿Qué es más importante?, ¿La exposición, o la Misa?
Comencemos por discernir: Si hay una exposición antes de la Eucaristía, dejar todas las velas y luces encendidas, y si hay más luces encenderlas para la Misa, porque la Misa es más importante que la exposición. No caigamos en lo contrario, hemos de saber compaginar las cosas, la Eucaristía y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa.
El Ritual del culto a la Eucaristía fuera de la Misa afirma: mientras la Eucaristía se conserva en las Iglesias, es verdaderamente el Emmanuel “Dios con nosotros”, pues día y noche está en medio de nosotros, habita con nosotros, lleno de gracia y de verdad. Cristo resucitado y glorioso, sentado a la derecha del Padre, está realmente presente en el Sacramento, su presencia permanente en las especies sacramentales, es una prolongación de su presencia en la Eucaristía.
En la Eucaristía aparece Cristo actualmente y su presencia es una presencia que tiene una presencia que se da, y una presencia que permanece, es además una presencia creadora de comunión y fundadora de la Iglesia, porque Cristo se encuentra con los hombres y mujeres y los hace su cuerpo, por la comunión sacramental, digamos que la presencia real de Cristo, no es contemplada como un hecho estético, sino como un hecho dinámico, de auto donación y orientada hacia la comunión.
La Iglesia sin embargo guarda la Sagrada presencia con el máximo respeto, su cuerpo se ha dado, permanece y pertenece a la Iglesia. La Iglesia es la esposa que guarda consigo el Sagrado Cuerpo del Señor, para dárselo a los fieles que emprenden el camino del encuentro definitivo y para aquellos que no han podido participar con la comunidad a la fracción del pan. Mientras guarda con gran veneración el Cuerpo del Señor, la Iglesia invita a los fieles a entrar en comunión con El, no de una forma sacramental, sino también de una forma espiritual y mística.
Continua.
Andrés Arbulú Martínez
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