El Estado: ¿Cuál es la razón de su mala marcha?
No faltan los analistas apocalípticos para quienes el Estado, una de las instituciones más antiguas y sólidas del mundo, está a punto de desaparecer, bien sea porque ya no tiene funciones que cumplir en un sistema gobernado por las fuerzas del mercado; bien porque para algunos se volvió ineficiente o porque, según los más críticos, siempre ha creado más problemas de los que soluciona.
En una reciente tertulia de buenos amigos fueron desfilando los temas de siempre. El fútbol, la mala situación, la inestabilidad política, la carestía, la infidelidad conyugal de los vecinos...y para qué seguimos contando si hasta podemos cometer una infidencia.
Y ocurrió de pronto lo que tenía que ocurrir: alguien trajo a colación el tema de la justificación del Estado. Algunos, obviamente mostraron su sorpresa. Se trata de gente hastiada de los políticos corruptos de los escándalos, de los altos impuestos y del desangre de los recursos de todos, pero nunca habían pensado en la posibilidad de que los cuestionados no deberían ser los malos administradores sino el Estado mismo.
Al final el profeta de las desgracias no pudo imponer su opinión pero puso a todos a pensar sobre las razones por las cuales se cuestiona tanto al Estado hasta el punto de que algunos dudan de la necesidad de que siga existiendo esta forma de organización humana.
"Yo sé dónde comenzó a enfermarse el Estado" dijo Benito Rafael, un muchacho que en su sexto semestre de Administración de empresas, piensa como filósofo, nos dijo, al estilo de Murphy: "El Estado fracasó en las ventanillas"
-¿En las ventanillas? Se preguntó John Jairo, el muchacho que dirigía nuestro grupo de teatro mientras ponía cara de no haber pensado nunca en esa posibilidad.
-Sí, en las ventanillas, expresó de nuevo Benito, asumiendo el aire de un maestro cuando va a dar la más importante explicación de su vida. En las ventanillas oficiales en donde siempre nos han dicho cosas como "Venga después"; "ahora no podemos atenderlo" , "la persona que puede resolver su caso está de permiso y volverá la semana entrante" Sí, las ventanillas se volvieron motivo de abuso contra el ciudadano inerme e indefenso. Donde debían solucionarle sus problemas ni siquiera lo atendían. Si en las ventanillas nadie nos atiende es innecesario que existan. Y de esta manera se le está dando la razón a quienes quieren desmontar al Estado.
Pues yo no estoy de acuerdo con usted. Dijo Roberto, un comerciante de buenos resultados con alma de bohemio. Yo creo que el Estado se dañó (él no dijo "dañó" sino una palabra con jota que le gusta a algunas personas para estos casos) en las urnas.
-¿En las urnas? preguntó con sorpresa Yosmile, una jovencita de 18 años que empleaba sus días libres en pasar las actas de la recién creada Casa de la Cultura. ¿Se refiere usted a los ataúdes?
-No, princesa. Me refiero a las urnas que se utilizan en las elecciones. El Estado se dañó desde el momento en que los políticos comenzaron a volverse politiqueros y le faltaron el respeto a la nobleza y a la estatura extraordinaria de la política. Realmente las urnas no tienen toda la culpa, pero en las elecciones comienza todo: la gente vota por personas que no merecen su respaldo, su amor su cariño. Escogen siempre a los mismos y luego se quejan de que éstos salgan con las mismas. Escogen a los malos y luego se quejan de la maldad; le venden sus votos a quienes tienen la desfachatez de comprar conciencias y luego se quejan de la corrupción. En las urnas ha comenzado la debacle, de eso no me cabe ninguna duda.
-Pues yo no estoy de acuerdo con ninguno de ustedes, dijo Yosmile con su voz tierna pero firme de su corta edad. Yo creo que todos, y todos somos todos, incluido el estado, comenzamos a perder el año fue en los sardineles.
-¿En los sardineles? Gritaron todos en coro y con cara de no haber entendido nada.
-Tienes que explicarte muchacha. ¿Cómo así que todo comenzó en el tibio y acogedor concreto de nuestros elevados y útiles sardineles? De no ser por ellos, por ejemplo, esta tertulia no se estaría haciendo. Aquí estamos todos muy cómodos tratando de componer el mundo y encontrarle cura a las enfermedades del Estado.
-Doctor Tiller, dijo Yosmile, fijando su mirada en quien le había hablado antes: los sardineles tienen la culpa porque nos pasamos los minutos, las horas, los días y hasta los años sentados y sentadas cómodamente en ellos a la espera de que los problemas se acaben solamente con nuestra prosa. Nos pasamos un tiempo valioso aquí, mientras el mundo sigue girando. Desde que estamos discutiendo muchos niños se han muerto de hambre y otros de enfermedades que se hubieran podido prevenir. Mientras discutiendo inútilmente se roban la plata de los pobres y entonces habrá más pobre y nuevas justificaciones para aumentar el presupuesto con el cual se erradicará la pobreza. ¿Ustedes no han entendido ese juego? Claro, cómo lo vamos a entender, si nos pasamos el día y parte de la noche en este viejo sardinel al que ya se le están cayendo las costras de tanto usarlo.
- Creo que la niña tiene razón manifestó Enrique, un vendedor de seguros quien tenía la caballerosa costumbre de llamar niña" a toda mujer menor de cuarenta años. Este sardinel tiene la culpa de todos.
De esta manera terminaron la tertulia. Decidieron divulgar a los cuatro vientos su nueva postura filosófica y política y quisieron comenzar con los funcionarios de la alcaldía. Pero cuando llegaron encontraron las puertas cerradas y un letrero que decía: "Hoy no atendemos al público. No insista, vuelva el lunes"
Por: Alejandro Rutto Martinez
Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso escritor y periodista ítalo-colombiano quien además ejerce la docencia en varias universidades. Es autor de cuatro libros sobre ética y liderazgo y figura en tres antologías de autores colombianos. Contáctelo al cel. 300 8055526 o al correo alejandrorutto@gmail.com. Lea sus escritos en MAICAO AL DÍA, página en la cual usted encontrará escritos, crónicas y piezas hermosas de la literatura colombiana.
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