Miniserie Eva
Ya es un poco más de dos años que llevamos participando mi esposa y yo en diferentes miniseries de nuestro medio televisivo, y cada vez que lo hacemos, es porque se produce una llamada telefónica a nuestros teléfonos, tanto celulares como al fijo, de la persona encargada del casting para una determinada producción. Para esto las fichas con nuestros datos personales ya están registradas en los archivos de varias productores de miniseries televisivas de nuestro medio.
Es de mañana y recibo la llamada de Carlita – encargada del casting para la miniserie “Eva” que me dice lo siguiente: - “Andrés, mañana te necesito para que hagas de músico en una secuencia de la miniserie, y como en tu ficha me cuentas que eres músico, pensé en ti para ese trabajo ¿Te interesa?” Acepté, y después de acordar lo referente a la remuneración económica, me indicó la dirección del lugar de encuentro y nos pusimos de acuerdo.
Toda productora tiene una Base de operaciones, en donde se encuentran todas las personas encargadas de la producción de las miniseries, y de ese lugar parten a las distintas locaciones en donde se desarrollan las grabaciones de la producción. En algunos casos en la base, también hay set de grabación.
Llego a la Base que está ubicada en la Av. Arequipa en la parte del distrito de Miraflores. Una casona antigua de dos plantas. El portero me pregunta quién soy, me hace ingresar y luego me indica que tengo que ir al segundo piso para encontrarme con Carlita. Subo al segundo piso por una escalera muy ancha y grande, y llego a un pasillo que tiene muchas puertas que dan a diferentes oficinas, la de Carlita está al fondo, la saludo, me hace firmar un cuaderno de asistencia y me dice que espere abajo en una sala destinada a ese oficio.
Para variar yo siempre soy el primero en llegar. Modestia aparte me gusta llegar temprano. Esperando ya sentado en un acogedor confortable de imitación cuero, llega un jovencito moreno que se sienta a mi lado y me saluda sin subir al segundo piso – no me entero quien es, hasta después - no cruzamos palabra alguna. Seguidamente llega un moreno un poco mayor – pero no más que yo – ingresa unas congas – una por una – tres en cantidad. Explico un poco que son congas: - Instrumentos musicales de percusión, cada una de forma cilíndrica ovalada con un cuero en una de sus bocas, sujetado por un aro de metal enganchado con templadores para ajustar a voluntad la presión de los cueros. En este caso tres, de nombres: tumba, quinto y conga. En grado de afinación el quinto es agudo, le sigue la tumba que es medio, y la conga que es grave.
El moreno que llega con sus congas bien forradas en unas fundas acolchadas - también de imitación cuero - las deja en el salón de espera y sube al segundo piso para conversar con Carlita. Seguidamente llega un joven como de unos 30 años con dos guitarras – una acústica y otra eléctrica – nos saluda y sube al segundo piso con sus instrumentos. Este guitarrista se conoce con el moreno de las congas y se quedan arriba conversando. Luego llega otro músico, esta vez es un bajista que llega con su bajo electrónico. Sube al segundo piso y se queda conversando con los dos que están arriba. Se conocen los tres. Después llega un tecladista con su teclado, que al igual que los demás, todos se conocen.
El segundo piso de este inmueble tiene una especie de baranda en un tramo de su pasillo, por la cual se puede observar hacia abajo el primer piso y justo en la sala de espera. Desde el primer piso y en la sala de espera aparece de una oficina una chica de producción quien pregunta por Carlita. Carlita aparece y esta chica le dice si las congas pueden ir un una movilidad a la locación de la grabación y los músicos irse en otra movilidad diferente. Esto implicaba que el conguero se tendría que separar de sus instrumentos por unos instantes. A lo que el conguero dice con un tono acriollado y haciendo gala de su léxico jerguero: - “Naca la pirinaca, mis congas van conmigo a todas partes”
Llega la hora de partir a la locación para la grabación, nos invitan a subir a una minivan a todos los músicos. Recién en ese momento me entero que el jovencito que llegó después que yo, también era uno de los supuestos músicos. Supuestos, porque en realidad el trabajo consistía en hacer fono mímica instrumental sobre una grabación de un tema de la verdadera Eva. Incluso en esa secuencia la “actriz” que interpreta a Eva, hace fono mímica. El moreno de las congas se queda para esperar irse con sus congas en otra movilidad.
La minivan emprende su traslado con nosotros a bordo, hacia la locación de filmación. Permanecemos sin hablar en el camino: el chofer, el jovencito moreno y yo. Los demás conversan muy animosos entre ellos, ya que se conocen y hablan de sus aventuras musicales. Nos ignoran por completo. Pero lo que ellos ignoran es el tiempo que demandará esta aventura televisiva. Ellos son músicos pero no tienen experiencia en estos menesteres. Es de mañana y esta experiencia durará hasta altas horas de la noche.
Un auditorio de una institución conocida es la locación para grabar esta secuencia de la miniserie. Llegamos, y luego de pasar el control de ingreso por el personal de vigilancia del lugar, nos internamos en el auditorio. Los encargados de producción nos invitan a sentarnos en las butacas del auditorio para esperar hasta el momento de la grabación.
Pasado un buen rato de espera, se comienza a notar la impaciencia de los músicos. El conguero aun no llega con sus congas. Se acerca una de las jóvenes encargadas de la producción que ya me conoce de otras producciones y me pide muy amablemente por favor les diga a los músicos se acerquen al escenario para ordenarlos en el mismo. Zulema – es su nombre - me pide luego que los ordene tal y como se presenta un grupo musical en un escenario de esa naturaleza. Modestia aparte – nuevamente - y con la experiencia obtenida en diferentes presentaciones en escenarios, procedo a mi criterio, ordenarnos en el escenario, dejando espacio para el conguero que aun no llegaba. Terminado el ordenamiento pasa un buen rato en ese lugar, y la impaciencia de los músicos se deja notar mucho más. Al fin llega el conguero con sus congas y se instala en el lugar que a mi criterio le había designado. Ya son como las doce del día y para esto ya pasaron varias horas desde las ocho de la mañana que era la citación.
Estamos en el escenario, los músicos impacientes, el moreno de las congas empieza a hacer payasadas y media para mitigar la espera, los músicos amigos de él, le festejan todas sus ocurrencias, cuando de pronto aparece la “actriz” principal. La “actriz” que representa a Eva, y que en realidad no es actriz. Es la corista de Eva, que por ser muy amiga suya está en ese lugar.
El ingreso de la morena – igual que Eva – se suscita con un acontecimiento particular: La morena mira al conguero, el conguero mira a la morena, dan de gritos, se abrazan y comienzan a saltar haciendo gesticulaciones propias de la gente de color. Todo el equipo de producción se los quedan mirando, y los músicos amigos de ellos festejan este ritual de encuentro entre dos personas que supuestamente se conocen muy bien. Las bromas, las chacotas, los ademanes, las gesticulaciones se prolongan por un buen rato. Sigue la espera, todo vuelve a la calma, pero sigue la espera que los desespera.
Los músicos deciden bajar del escenario e irse a comer algo a la calle. La morena se encuentra en el vestuario, el conguero la sigue para conversar. Ya son como la una de la tarde. Ya casi está todo listo para empezar a grabar. Llegan los músicos, suben al escenario, aparece la morena con el conguero. Todo listo para grabar, y la morena dice: - “A ver, a ver ¿Quién los ha ordenado así?, no, no, no, no, no, el tecladista se pone aquí, los guitarristas por acá, el bajista en este lugar, los cajoneros por allá, y mi conguero aquí mismo. (A todo esto quiero acotar que el que narra esta pequeña historia, quedó como un cajonero más – a mucha honra) lo que si me impresionó mucho, fue el tipo de sumisión que puso en evidencia todo el equipo de producción al observar los detalles de la morena para deshacer todo lo que yo había ordenado. Y no porque me sienta ofendido por esto, sino por todas las poses de diva que no dejaba de mostrar la morena.
Empieza la grabación y se graba la primera canción, que en realidad fue una fono mímica de la versión original de Eva. Todos, músicos, coristas y cantante, hicimos mímica del tema.
Entre canción y canción, la morena tenía que interpretar un texto hablado por ella misma. Venia la grabación del primer texto que eran cuatro líneas. La morena, la diva, la actriz, se demoró como media hora para realizar ese texto. Las equivocaciones se producían una tras otra. Su conguero se estaba desesperando y en un arranque de chacota le dijo: - “Ya pe tía, no te equivoques” a lo que la morena le contestó – “cállate que me pones más nerviosa” dos de la tarde y se oye una voz de producción que dice: - “¡a almorzar!”
Se retoma la grabación y todo se vuelve a repetir, no hay cambio de la morena, los errores y equivocaciones campean por doquier. La cosa ya es insoportable, la producción empieza a desesperarse. Los textos se repiten tanto que llego a aprendérmelos de memoria. No debería decirlo, pero me alegra el asunto. Me alegra porque me daban ganas de decirle: - “Mamita, baja de tu nube, pisa tierra y date cuenta que esto no es tan fácil como parece. Primero aprende a ser gente, y gente humilde, para que después sepas como tratar a tus compañeros del arte”
Son como las nueve de la noche y la grabación por fin llega a su final. Se grabaron como nueve canciones, con textos realizados por la morena. Gracias a Dios soy el primero en ser llamado para el pago. Recibo mi dinero y salgo sin despedirme de nadie – mal, muy mal – pero los músicos nunca conversaron conmigo, el equipo de producción estaba metido en lo suyo, Carlita ya no estaba, no había nadie de quien despedirse. Salí del recinto y por la calle me dirigía para tomar el microbús para regresar a mi casa. En el camino pensaba y reflexionaba, como esto me servía para darme cuenta de que si yo quiero ser algo grande en este mundo artístico, tengo que ser humilde. Porque la verdad es que tanto los músicos como los cantantes, cuanto más grandes son, más humildes y sencillos se muestran. Y lo digo por experiencia propia.
Andrés Arbulú Martínez
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