El futuro económico
El otro día, en una sesión formativa sobre emprendimiento, se me fue un poco la olla hablando de la crisis financiera que nos acucia. Uno de los asistentes me preguntó cuánto quedaba para salir del pozo.
Sin pensarlo, expresé que, al menos y en el mejor de los casos, deberían transcurrir dos años de chapoteo en el agujero, antes de agarrarnos a la garrucha que lentamente nos sacará del sumidero, si bien otros entendidos hablan de más cinco años.
Una vez pase el doloroso y dilatado trance, no pienses que la demanda se fortalecerá rápidamente. Nos quedarán unos años de crecimiento enclenque.
¿Y nuestro gobierno? Sea del color político que sea, su papel tendría que ser más activo, intervencionista y, probablemente, proteccionista. No le quedará otro remedio. Basta estudiar lo que desde hace dos años está haciendo Alemania.
¿Y las empresas? ¡Ah! En muchos sectores, como el de servicios, atrás quedarán márgenes desorbitados por intangibles etéreos (sí, cometo redundancia adrede).
El “factor local” deberá tenerse muy en cuenta, tambaleándose en ocasiones el “factor global” en algunos sectores económicos, por no decir todos a largo plazo.
Por otro lado, las reputaciones labradas en mi pais (España), a base de pelotazos urbanísticos, acuerdos de antesalas, vestíbulos y pasillos de instituciones públicas y otros censurables lobbies de tres al cuarto, no serán suficientes o se difuminarán, frente a las nuevas exigencias del mercado, en línea con trabajo bien hecho, a precio competitivo, es decir, a valor del nuevo mercado de la nueva época, digamos.
La presión de las economías emergentes y de la nueva sociedad del conocimiento, unido a la escasez de determinados recursos, como los energéticos, obligará al tejido económico local a ofrecer mejores servicios y productos, adaptados a cada cliente de forma individual y a precios sensiblemente inferiores.
El factor local cobrará cada vez más importancia por razones relacionadas directamente con la escasez del oro negro y otros “metales preciosos”, e indirectamente con el talento, la vuelta a la “economía neotradicional” (sí, concepto que acuño y que puede parecer absurdo) y al valor de lo cercano, lo pequeño, lo exquisito, lo concreto, lo individual y ya no necesariamente a precio fraudulentamente caro.
Manuel Velasco Carretero
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